Cómo complacer a Dios

Universidad de Bridgeport, Bridgeport, Connecticut
14 de abril de 1969

¿Cómo complacer a Dios? Puedo complacer a Dios ofreciéndole lo que tengo y lo que soy. Lo que tengo es gratitud. Lo que soy es aspiración. Si quiero complacerle más, entonces nunca debo considerar mi vida como un triste fracaso, sino más bien como una constante experiencia Suya. Si quiero complacerle al máximo, no sólo en uno sino en cada aspecto de la vida, entonces debo sentir que, a diferencia de mí, Él ve mi vida, interna y externa, como el Canto de Su propio Hálito de Vida, el Canto de Su Perfección, creciendo hacia Su perfecta Perfección absoluta.

¿Sabes cuándo hieres a Dios? Hieres a Dios en el momento en que subestimas tu capacidad interna. Hieres a Dios en el momento en que exageras tu autoimpuesta responsabilidad externa. Le hieres profundamente cuando acaricias la fútil idea de que la realización de Dios no es para ti. Con toda seguridad, tu realización de Dios es la más poderosa afirmación, la mayor certeza a la Hora escogida por Dios.

Desafortunadamente, hay personas en cuyas vidas no surge para nada la idea de complacer o herir a Dios. No creen que Dios exista. Es cierto que no han visto a Dios, pero eso no significa que estén calificados para negar Su existencia. ¿Qué hay de aquéllos que Lo han visto, sentido y realizado, y están colmándole en éste y en los otros mundos? Les digo a los incrédulos y a los escépticos que no sólo están engañándose a sí mismos despiadadamente en la vida interna de la divinidad, sino también conduciéndose interminablemente lejos, muy lejos de la vida externa de la realidad.

El ávido deseo de Tomás, el discípulo de Cristo, de tener una prueba, es encontrado por todo el mundo. «Bienaventurados los que no han visto, y sin embargo han creído.» Dejemos que el mensaje del Hijo de Dios reverbere en los rincones más íntimos de cada corazón humano, aspirante o no aspirante, inspirado o no inspirado. Hoy la fe es precursora de la realidad. Mañana, la fe y la realidad se moverán juntas. Pasado mañana, la fe y la realidad se colmarán mutuamente. La fe colma a la realidad en su encarnación de la realidad. La realidad colma a la fe al revelarse a través de ella.

El sentimiento de gratitud hace a una persona realmente feliz, y Dios está complacido cuando una persona es verdaderamente feliz. Dostoyevsky declaró: «Creo que la mejor definición del hombre es la de bípedo desagradecido». Esto tal vez sea cierto cuando una persona nada en el mar de la ignorancia de su cuerpo. Pero cuando una persona vive y nada en el mar de la luz de su alma, se siente llena de gratitud. Ella es la constante expresión y la espontánea revelación de Dios el Receptor y Dios el Ejecutor.

Según Paul Valéry, «El alma es la esposa del cuerpo. Ellos no tienen el mismo tipo de placer o, al menos, raramente lo disfrutan al mismo tiempo.» En primer lugar, el mundo espiritual ha descubierto con certeza que el alma no es ni masculina ni femenina. Está por encima y más allá de estas dos zonas divisorias. Por consiguiente el alma nunca puede ser la esposa del cuerpo. Los Upanishad nos han enseñado que el cuerpo es el carro y el alma el amo del carro. Pero Valéry tiene absolutamente toda la razón cuando dice que el cuerpo y el alma no tienen el mismo tipo de placer. Sabemos que el cuerpo obtiene placer en la ignorancia y de la ignorancia. Lenta, gradual e inequívocamente nos llegamos a dar cuenta de que el placer del cuerpo es la ignorancia misma. En el caso del alma, en lugar de utilizar la palabra «placer», deberíamos utilizar la palabra «deleite.» El alma siente el deleite en y de la Infinitud y la Eternidad. El deleite del alma es la Infinitud que fluye; el deleite del alma es la Eternidad que resplandece. Cuando la meditación del aspirante transforma el placer-deseo del cuerpo en aspiración-deleite, entonces el alma y el cuerpo no sólo disfrutarán de la misma comida, sino que la disfrutarán a la vez. Y esa comida es la Verdad. La Verdad al mismo tiempo despierta el cuerpo y pilota el alma.

El otro día alguien me dijo que Dios está complacido con él todo el tiempo, por una razón secreta. Entonces tuvo a bien contarme su precioso secreto: «Aunque tengo muchas cosas que decir contra la Creación de Dios, incluso contra Dios Mismo, astutamente ignoro Su mundo de incontables imperfecciones y Lo halago poderosamente en privado y en público. Por eso Dios está tan complacido conmigo todo el tiempo; y bien que debería estarlo.»

Yo le contesté: «Mi querido amigo, hay una ligera diferencia entre tú y yo. Tu sentido de imperfección en el mundo de Dios es enteramente distinto del mío. Tú sientes que la imperfección es algo desalentador, descorazonador, sucio y dañino. Yo tomo la imperfección como algo que está creciendo, como algo que aún tiene que completar su viaje. Tomo la imperfección como un peldaño inevitable en la escalera de la perfección gradual y última. Tomo la imperfección como una experiencia significativa que Dios Mismo está teniendo en y a través de la vida del hombre. Y este mismo Dios disfrutará la perfección, la perfecta Perfección, en y a través de cada ser humano en el regazo de la Eternidad. Y ahora, respecto a tu adulación a Dios, Él no necesita la adulación humana. No tienes que adularlo para ganarte Su Amor, Su Interés y Su Bendición. Dios no espera ni exige que Lo adules. Dios no es un mendigo. Él no espera nada de ti. Dios no es un autócrata. Él no exige nada de ti. Lo que Dios es, es Amor. Lo que Dios es, es Alegría. Si puedes amarte profundamente a ti mismo, si puedes descubrir tu verdadera alegría interna, verás entonces que Dios ya está complacido contigo. No trates de complacer a Dios engañándolo. No podemos engañar a Dios. Nunca. Como mucho, lo que podemos hacer, y lo que hacemos de hecho, es engañarnos a nosotros mismos. Emerson tiene toda la razón al afirmar: “Es imposible que un hombre sea estafado por nadie excepto por él mismo”.»

Volviendo a nuestra pregunta original: ¿Cómo complacer a Dios? La manera más fácil y efectiva de complacer a Dios es ofreciéndonos constantemente y sin condiciones. Intentémoslo. Sin falta triunfaremos. Miren, Dios está parado justo delante de nosotros. Él está complacido. Dios está realmente y verdaderamente complacido con nosotros.