Mi silencio

Mi silencio sirve de puente entre el triunfo y el fracaso de mi vida. Mi silencio no magnifica mis defectos. Tampoco los pasa por alto. Mi silencio transforma mis defectos en fortaleza indomable.

Mi silencio es una llama ascendente que da calor a mi mundo de desesperanza. Mi silencio es mi luz interna. Ninguno de mis problemas puede rehusar una solución. Mi silencio es un desinteresado distribuidor de alegría hasta horizontes cada vez más amplios.

En mi silencio me convierto en una persona de carácter genuino, un prolífico escritor, un voraz lector, un amante divino, un profundo inspirador y un triunfante liberador.

En mi profundo silencio nunca me vuelvo una víctima de la ignorancia, la mayor calamidad que puede acontecer a cualquier ser humano. En mi silencio creciente, estoy convencido de que incluso como persona sobre esta tierra, podré alcanzar alturas trascendentales y divinas.

Solo mi silencio radiante puede acelerar mi marcha hacia Dios.

Mi silencio expandiéndose me hace ver, sentir y poseer la satisfacción, satisfacción pura y sin mezclas. Ya no tengo que soltar más diatribas de tenebroso desagrado.

En la actividad y en la vitalidad, orgullosa y erróneamente siento que tendré que cuidar del mundo entero. En el corazón del silencio, humilde e inequívocamente comprendo que es la divinidad en el interior del mundo la que ha cuidado, cuida y cuidará por siempre del mundo entero.

El silencio es mi petición incesante. El silencio es mi preparación sin reservas. El silencio es mi realización ilimitada. El silencio es la fuente insondable de mi vida aquí en la tierra, allá en el Cielo.

Lo que el Silencio de Dios es… es la Verdad eterna. Lo que el Silencio de Dios sirve es el Propósito eterno. En lo que el Silencio de Dios deviene es en la Plenitud inevitable.