La revelación de la luz de la India2

Cada Upanishad es el despliegue del Conocimiento Supremo que, una vez alcanzado espiritualmente, nunca se pierde. Conforme a los Upanishads, el universo entero de la acción, con sus medios y fines efímeros, vive en las redes de la ignorancia. Es el conocimiento del Ser supremo lo que puede destruir la ignorancia humana de milenios e inundar la conciencia terrestre con la Luz y el Deleite del Más Allá siempre-trascendente y siempre-manifestante.

Así como nosotros tenemos el corazón, la mente, el vital, el cuerpo y el alma, también los Upanishads tienen un corazón, una mente, un vital, un cuerpo y un alma. El corazón de los Upanishads es la auto-realización, la mente de los Upanishads es la auto-revelación, el vital de los Upanishads es la auto-manifestación, el cuerpo de los Upanishads es la auto-transformación, y el alma de los Upanishads es la auto-perfección.

Lo que es de capital importancia en este momento es la auto-realización. Para la auto-realización sólo necesitamos cuatro cosas. Primero, necesitamos la ayuda de las escrituras, luego un guía espiritual, luego las disciplinas yóguicas, y finalmente, la Gracia de Dios. Las escrituras le dicen al buscador, “Despierta, levántate, ya es hora de que despiertes. No duermas más”. El Maestro espiritual le dice al buscador, “¡Hijo mío, corre! ¡Corre a toda velocidad! Yo estoy inspirándote. Ya he encendido la llama de la aspiración en ti. Ahora puedes correr a toda velocidad”. Las disciplinas yóguicas le dicen al buscador, “Estás practicando la vida espiritual, y te estamos concediendo el resultado de tus prácticas. Hemos despejado el camino para ti. Ahora puedes correr a toda velocidad sobre un camino despojado de peligro”. Entonces, se requiere de algo más, y eso es la Gracia de Dios. Uno puede correr a toda velocidad, pero quizás uno no alcance la Meta incluso cuando no hay ningún obstáculo en el camino, porque los seres humanos muy a menudo se cansan. Antes de alcanzar la Meta sienten que están completamente exhaustos. En ese momento, lo que se requiere es la Gracia de Dios. Sin la Gracia de Dios, uno no puede completar la travesía. La Gracia de Dios le dice al buscador, “¡Mira, la meta ha sido alcanzada!”.

Con seguridad, la Gracia de Dios comienza desde el principio mismo. Cuando estudiamos las escrituras, la Gracia de Dios ya ha amanecido en nosotros. Si no hubiese habido la Gracia de Dios, en primer lugar ni siquiera podríamos habernos embarcado en el camino espiritual. Y si no hubiese habido la Gracia de Dios, no podríamos haber encontrado a nuestro Maestro espiritual. Es por Su infinita Magnanimidad que Dios lleva a un buscador hasta el Maestro. Entonces el buscador y el Maestro deben desempeñar sus papeles respectivos. El Maestro hará descender la Compasión de Dios, pero el buscador deberá practicar las disciplinas espirituales. Su tarea consiste en aspirar, y la tarea del Maestro consiste en hacer descender la Compasión.

En el mundo interno, una cosa que todo el mundo debe tener es aspiración. Aquí en la tierra, el árbol nos ofrece un ejemplo de esta aspiración. Permanece en la tierra con sus raíces en el barro, pero su objetivo es alcanzar lo Altísimo. Tenemos miedo de quedarnos en la tierra. Sentimos que si nos quedamos en la tierra, no podremos alcanzar lo Altísimo. Pero el árbol nos muestra cuán absurdo es esto. Su raíz está bajo el suelo, pero su rama superior está aspirando a los Cielos. En los Upanishads, nos encontramos con un árbol llamado el ashwathva. Diferente de los árboles terrestres, este árbol tiene sus raíces arriba y sus ramas abajo. Tiene dos tipos de ramas. Unas entran en las redes de la ignorancia y luego comienzan a luchar, a pelear, tratando de salir nuevamente al fulgor de la Luz. El otro tipo de rama siempre intenta permanecer en la Luz. Su movimiento es ascendente; su aspiración es ascendente.

Aquí en la tierra, cada ser humano tiene capacidad. Un ser humano ve la ignorancia dentro y fuera, pero tiene la capacidad de permanecer más allá de los confines de la ignorancia. ¿Cómo? A través de la aspiración. ¿Por qué? Porque necesita satisfacción constante. Y la aspiración es lo único que puede darnos la satisfacción constante. ¿Por qué aspiramos? Aspiramos por el Deleite, Ananda. El Deleite es auto-creación y auto-experiencia. El Deleite en lo Más Elevado, en lo absolutamente Más Elevado, es conocido como Anandapurusha. Allí, el Deleite es Infinitud, Eternidad e Inmortalidad. Existe otro tipo de deleite llamado anandatma, cuando desde el Deleite infinito, el Deleite toma cuerpo y forma. En la conciencia ligada al plano terrestre, el Deleite es llamado anandatma.

Cuando el deleite gradualmente desciende a la naturaleza oscura, impura, no-iluminada, e imperfecta del hombre para transformar la naturaleza humana, encuentra resistencia constante. Entonces vemos que el deleite pierde su poder a causa de la pletórica ignorancia, y el placer, el efímero placer, cobra importancia. En lo Más Elevado, la triple conciencia —Satchidananda_— Existencia, Conciencia y Deleite, marchan juntas. Pero cuando desean manifestarse, tienen que hacerlo sólo a través del Deleite. Cuando el Deleite desciende, el primer peldaño que pisa se llama la Supermente. La Supermente no es algo un poco superior a la mente. No. Es infinitamente más elevada que la mente. No es “mente” en absoluto, aunque se emplee esta palabra. Es la conciencia que ya ha trascendido las limitaciones de lo finito. Allí, la creación comienza. La forma comienza un peldaño más abajo. Este peldaño se llama la Sobremente. Aquí la forma comienza, la multiplicidad comienza de una manera individual. El siguiente peldaño es la mente intuitiva. Con la mente intuitiva vemos la multiplicidad de una manera creativa. Con la intuición lo vemos todo de un vistazo. Podemos ver muchas cosas al mismo tiempo; vemos la forma colectiva. Desde la mente intuitiva, el deleite entra en la mente propiamente dicha. Esta mente ve cada objeto por separado. Pero aunque lo vea todo por separado, no intenta dudar la existencia de cada objeto. A continuación, el deleite entra en la mente física –es decir, la mente que está gobernada por el físico. Esta mente ve cada objeto por separado, y además duda de la existencia de cada objeto. La verdadera duda comienza aquí, en la mente física. Tras haber descendido a través de todos los niveles de la mente, el deleite entra en el vital. En el vital, vemos la fuerza dinámica o la fuerza agresiva. La fuerza que vemos en el vital interno o sutil es dinámica, y la fuerza que vemos en el vital externo es la agresiva. Desde el vital, el deleite entra en el físico. Existen dos tipos de físico: el físico sutil y el físico propiamente dicho. En el físico sutil, el deleite está todavía descendiendo, y aún podemos estar conscientes de ello. Pero en el físico sutil no podemos poseer o utilizar la verdad; sólo podemos verla, como un mendigo mirando a un multimillonario. Finalmente, al llegar al físico denso, no hay deleite en absoluto. El deleite desciende, pero no vemos siquiera una pizca de ello en el físico denso. ¿Qué podemos hacer en ese caso? Podemos entrar en nuestra alma con la fuerza de nuestra aspiración, y el alma nos transportará conscientemente hasta el plano más elevado, hasta _Satchidananda –Existencia, Conciencia y Deleite. En ese momento, nuestro viaje puede hacerse consciente. Hemos entrado en la triple conciencia, y podemos empezar a descender conscientemente en la Supermente, la Sobremente, la mente intuitiva, la mente propiamente dicha, la mente física, el vital, y el físico. Cuando tenemos éxito en el físico, es decir, cuando podemos traer el Deleite desde el plano más elevado y el físico puede absorber y utilizar este Deleite, la vida del placer termina. En ese momento, nos damos cuenta de la diferencia entre la vida del placer y la vida del Deleite. La vida del placer va siempre seguida de la frustración y destrucción. La vida de Deleite es continuo crecimiento, continua plenitud, continuo logro y continua manifestación de Dios a la propia manera de Dios.

El Mundaka Upanishad nos ha ofrecido dos aves. Un ave está sentada en la copa del árbol de la vida, y la otra en una rama más abajo. El ave sentada en la rama inferior come tanto frutas dulces como amargas. Las frutas dulces le dan al ave la sensación de que la vida es placer; las frutas amargas le dan al ave la sensación de que la vida es miseria. La otra ave, sentada en la copa del árbol, no come frutas dulces ni amargas. Sencillamente se sienta calmada y serena. Su vida está inundada de paz, luz y deleite. El ave que come las frutas dulces y amargas del árbol de la vida se siente desilusionada y disgustada; desilusionada porque el placer es transitorio, efímero y fugaz; disgustada porque la frustración termina en destrucción. Inequívocamente desilusionada y completamente disgustada, esta ave vuela hacia lo alto y se pierde en la Luz-Liberación y el Deleite-Perfección del ave en la copa del árbol de la vida. El ave en la copa del árbol es el Ser Cósmico y Trascendental, y el ave debajo es el ser individual. Estas dos hermosas aves son conocidas como Suparna.

En algunos de los Upanishads vemos una rivalidad continua entre los dioses y los demonios. Aquéllos que son auto-resplandecientes son los dioses; y aquéllos que son auto-indulgentes son los demonios. Los dioses y los demonios son los descendientes de Prajapati, el Creador. Cuando los dioses logran la victoria, la luz del alma reina suprema. Cuando los demonios logran la victoria, la noche del cuerpo reina suprema. Originalmente, los dioses y los demonios eran los órganos de Prajapati. Los órganos que fueron energizados por la Voluntad divina, iluminados por la Luz divina e inspirados por la Acción divina se convirtieron en dioses. Los órganos que fueron instigados por los pensamientos inferiores y estaban ansiosos por vivir en el mundo sensual y disfrutar de la vida del placer, y apuntaban a metas inferiores y destructivas, se convirtieron en demonios. No hace falta decirlo, es infinitamente más fácil alcanzar las metas inferiores que alcanzar la Meta Suprema. Ésta es precisamente la razón por la que los demonios fueron mucho más numerosos que los dioses. Pero nosotros, los buscadores de la Luz y la Verdad eternas, necesitamos la calidad de los dioses y no la cantidad de los demonios.

"En una ocasión, los dioses hicieron la ferviente petición al órgano del habla, a la nariz, a los ojos, a los oídos, a la mente, y a la fuerza vital de que cantasen himnos para ellos. Todos cantaron exitosamente. Los demonios se dieron cuenta inmediatamente de que los dioses, sin falta, lograrían la supremacía sobre ellos a través de estos cantores, así que de manera secreta y exitosa los contaminaron con el flagrante mal del fuerte apego a los objetos de los sentidos y a la vida de placer. Lo consiguieron inmediatamente con el órgano del habla, con la nariz, con los ojos, los oídos y la mente. Pero perdieron crudamente ante la fuerza vital. La fuerza vital los hizo pedazos y los lanzó en todas las direcciones. La fuerza vital logró la victoria para los dioses. Su existencia fue inundada con la Luz eterna de la divinidad. Ellos se convirtieron en sus seres verdaderos. El embrollo de los envidiosos demonios quedó expuesto, y su orgullo fue aplastado."

La fuerza vital es llamada syasya angirasa. Significa la esencia de las extremidades. La fuerza vital fue victoriosa. Fue igualmente gentil, comprensiva y generosa.
"Llevó al órgano del habla más allá del dominio de la muerte. Al haber trascendido la región de la muerte, el órgano del habla se ha convertido en fuego, y este fuego brilla mucho más allá de la muerte.
  La fuerza vital llevó a la nariz más allá de la muerte. Entonces, la nariz se convirtió en aire. Al haber trascendido los confines de la muerte, el aire sopla más allá de la muerte.
  La fuerza vital llevó a los ojos más allá de la muerte. Los ojos se convirtieron en el sol. Al haber trascendido la región de la muerte, el sol brilla perpetuamente.
  La fuerza vital llevó a los oídos más allá de la muerte. Entonces se convirtieron en las direcciones. Estas direcciones, al haber trascendido la muerte, permanecieron más allá de su dominio.
  La fuerza vital llevó a la mente más allá de la muerte. La mente entonces se convirtió en la luna. La luna, al haber trascendido la muerte, resplandece más allá de su dominio."

El Upanishad Brhadaranyaka, o ‘gran bosque’, ofrece a la humanidad una oración sin igual:

Asato ma sad gamaya
Tamaso ma jyotir gamaya
Mrtyor mamrtam gamaya.

Condúceme de lo irreal a lo Real.
Condúceme de la oscuridad a la Luz.
Condúceme de la muerte a la Inmortalidad.

Lo irreal es el ceño de la muerte; lo Real es el canto de la Inmortalidad. La oscuridad es el orgullo colosal de la muerte; la Luz es la vida del poder iluminador y perfeccionador de la Inmortalidad. La muerte es el mensaje de la inexistencia. La Inmortalidad es el mensaje de la unidad liberada de la humanidad con la Altura Trascendental de la divinidad.


UPA 2. Universidad de California, Berkeley, CA, 7 noviembre 1971