En nuestro interior está nuestra meta

Somos el Sueño todo colmador de Dios. Nuestro interior es la Plenitud ilimitada de Dios. Nuestra meta es el Corazón de la Infinitud y el Aliento de la Inmortalidad. Nuestra meta está dentro de nuestro cuerpo mismo.

En el mundo físico, la madre le dice al hijo quién es su padre. En el mundo espiritual, nuestra aspiración nos dice quién es nuestro Dios. ¿Quién es Dios? Dios es una Conciencia infinita. Es también la Luz autoiluminadora. No existe ser humano que no posea dentro de sí esta Conciencia infinita y esta Luz autoiluminadora.

Si queremos ver algo en el mundo exterior, además de mantener los ojos bien abiertos, necesitamos luz, ya sea luz natural, luz eléctrica o algún otro tipo de luz. Pero en el mundo interior no necesitamos luz de ninguna clase. Incluso con los ojos cerrados podemos ver a Dios, la Luz autoiluminadora.

Dios no es algo que hay que obtener desde fuera. Dios es precisamente eso que puede ser desplegado desde adentro.

En la vida ordinaria, cada ser humano tiene millones y millones de preguntas que hacer. En su vida espiritual, llega el día en que siente que sólo hay una pregunta que vale la pena formular: «¿Quién soy yo?». La respuesta de las respuestas es: «Yo no soy el cuerpo, sino el Piloto Interno».

¿Cómo es posible que el hombre no se conozca a sí mismo, cuando eso debería ser el más fácil de todos sus empeños? No se conoce a sí mismo, precisamente porque se identifica con el ego y no con su Ser real. ¿Qué le lleva a identificarse con este pseudo ser? La ignorancia. ¿Y qué le dice que el Ser real nunca es ni puede ser el ego? Su búsqueda del Ser. Lo que él ve en las más íntimas cavidades de su corazón es su Ser real, su Dios. Tarde o temprano esta visión ha de transformarse en devenir.

El otro día, uno de mis estudiantes me dijo:

“No puedo pensar en Dios. Mi mente se inquieta”.

“¿Y qué haces entonces?”, le pregunté.

“Bueno, pienso sólo en el mundo”.

“Ahora dime, cuando piensas en el mundo con todas sus actividades, ¿Puedes pensar tan siquiera un segundo en Dios?”.

“No, nunca”.

“Entonces, mi joven amigo, ¿no es absurdo que, cuando piensas en Dios, la inquietud aparte tu mente de Dios, pero cuando bebes hasta el final los placeres del mundo, la inquietud no aparte tu mente de allí y la coloque a los Pies del Señor? No, esto nunca debería ser. Si tienes hambre genuina de alimento espiritual, la inquietud misma, o lo que puedes llamar ‘desasosiego’, llevará tu mente de manera veloz y dinámica y la pondrá en tu corazón donde puede beber el Néctar de la Paz y la Satisfacción divina.

“Sin duda, tu mente no puede hacer dos cosas a la vez. Si estás pensando en Dios con fe implícita, si la llama de la aspiración está ardiendo en tu corazón, el mono de tu inquietud externa, por muy travieso que sea, no se atreverá a tocarte y mucho menos a pincharte o a morderte. No puedes mirar a tus dos hombros con total atención al mismo tiempo. De la misma manera, cuando ves claramente a tu Dios dentro de ti, no puedes ver al tigre de ignorancia del mundo externo”.

Lo primero que tenemos que hacer es ver el ego, luego tocarlo y atraparlo y, finalmente transformarlo. En la vida espiritual, cuando el ego entra en nosotros y nos molesta, debemos pensar que nosotros mismos somos como el Brahman –el Uno sin segundo– y tenemos que sentir que somos la Conciencia que todo lo abarca. Entonces, el ego desaparece en la insignificancia completa.

Todos sabemos que la mente desempeña un papel importante tanto en nuestra vida externa como en nuestra vida espiritual. Por lo tanto, no debemos rechazar la mente. Más bien, lo que debemos hacer, es estar siempre conscientes de la mente. La mente se inquieta, pero eso no significa que la tenemos que castigar todo el tiempo. Si el amo de la casa se entera de que su criado de toda la vida ha cogido recientemente la costumbre de robar, él no va a despedirlo de inmediato. La sinceridad y la dedicación que el criado ha tenido en el pasado todavía están vivas en su mente. Él espera y observa sin ser visto y sin involucrarse, sintiendo que su criado se reformará. Mientras tanto, el criado se da cuenta de que su patrón ha descubierto su mala conducta y deja de robar. Y aún da un paso más: para complacer a su amo, trabaja incluso con más sinceridad y devoción que antes. De manera similar, cuando nos percatamos de las inquietas actividades y trucos de la mente, tenemos que estar callados durante algún tiempo y observar a la mente con indiferencia. En poco tiempo veremos que nuestra mente –la ladrona– se sentirá avergonzada de su conducta. No debemos olvidar que, durante ese tiempo, tenemos que considerarnos almas y no cuerpos, porque sólo el alma puede tener dominio sobre la mente. Únicamente el alma es nuestra verdadera identidad. A la hora señalada, la mente comenzará a escuchar los dictados del alma.

Acción e inacción. Según el Gita, debemos ver la acción en la inacción y la inacción en la acción. ¿Qué significa esto? Significa que, mientras actuamos, tenemos que sentir dentro de nosotros un mar de paz y serenidad. Cuando estamos inactivos, tenemos que sentir dentro de nosotros una dinamo de energía creativa. No consideremos las acciones como nuestras. Si podemos hacerlo, nuestras acciones serán más reales y más efectivas. Cuando un criado cocina para su señor, lo hace con lo mejor de su capacidad. ¿Para qué? Para conseguir que su señor lo estime y lo aprecie. De la misma manera, si actuamos para complacer a nuestra alma, nuestro Piloto Interno, podremos actuar de la manera más devota y exitosa.

Nuestra Meta está dentro de nosotros. Para alcanzar esa Meta debemos recurrir a la vida espiritual. En la vida espiritual, lo que más se necesita es el conocimiento o conciencia. Sin esto, todo es un desierto árido. Cuando entramos en un lugar oscuro, llevamos una linterna o alguna luz para saber por dónde vamos. Si queremos saber acerca de nuestra vida sin luz, tenemos que pedir la ayuda de nuestra conciencia. Profundicemos en este asunto. Sabemos que el sol ilumina el mundo. Pero, ¿cómo somos conscientes de ello? Somos conscientes de ello a través de nuestra conciencia que es autoreveladora. El funcionamiento del sol no se revela a sí mismo. Es nuestra conciencia del sol lo que nos hace sentir que el sol ilumina el mundo. Es nuestra conciencia la que se revela a sí misma en todas las cosas. Y esta conciencia es un Mar infinito de Deleite. Cuando bebemos una sola gota de agua del mar terrenal, nos sabe salada. De la misma manera, durante nuestra meditación, si podemos beber tan sólo una diminuta gota del Mar del Deleite, saborearemos sin duda el Deleite. Este Deleite es Néctar. El Néctar es Inmortalidad.