Si el cuerpo o la personalidad es el recién llegado y el alma es la verdadera propietaria, o señora ¿cómo es que el recién llegado, que está siempre buscando satisfacción, puede sofocar al alma hasta el punto de que no pueda oírse su inspiración?

Me alegra especialmente responder a esta pregunta. El Katha Upanishad dice que el cuerpo es el carruaje, la mente son las riendas, el intelecto es el cochero y el alma es la dueña del carruaje.

Usted es la propietaria del edificio donde tenemos nuestro Centro. Este edificio le pertenece; nosotros somos sus inquilinos. Todos somos recién llegados. Usted hace lo mejor para satisfacer nuestros requerimientos; sin embargo, no todos, pero algunos de los inquilinos le hacen la vida imposible. A veces tienen exigencias extravagantes y absurdas. Y aún más, mantienen una actitud inflexible. ¿Qué hace usted entonces? Creo que llega a sentirse bastante indefensa por no decir desesperada, a pesar de ser la propietaria del inmueble. No es fácil echar enseguida a los inquilinos molestos, exigentes e inflexibles. Parecido es el destino del alma, que es atacada por el recién llegado, la personalidad, que busca el placer, que exige y que carece de aspiración.