Tú tienes un problema. Él tiene un problema. Ella tiene un problema. Tu problema es que el mundo no se pone tus pies. El problema de él es que el mundo no lo ama. El problema de ella es que siente que no ayuda adecuadamente a Dios en el mundo. Para resolver tu problema, tienes que conquistar tu orgullo. Para resolver su problema, él tiene que conquistar su codicia. Para resolver su problema, ella tiene que conquistar su arrogante y autoexaltado ego deseoso.
Cada problema es una fuerza; pero cuando vemos el problema sentimos una fuerza mayor en lo profundo de nosotros. Y cuando afrontamos el problema, le demostramos que no solo tenemos la fuerza más grande, sino que somos realmente la fuerza más grande en la tierra.
Un problema aumenta cuando el corazón vacila y la mente calcula. Un problema decrece cuando el corazón lo desafía y la mente apoya al corazón. Un problema disminuye cuando la mente emplea su luz de búsqueda y el corazón emplea su luz de iluminación.
Si el miedo es nuestro problema, tenemos que sentir que somos los soldados elegidos de Dios el Todopoderoso. Si la duda es nuestro problema, tenemos que sentir que poseemos el Mar de la Luz de Dios en lo profundo de nuestro ser. Si la envidia es nuestro problema, tenemos que sentir que somos la unidad de la Luz y de la Verdad de Dios. Si la inseguridad es nuestro problema, tenemos que sentir que Dios no es ni puede ser otra cosa que la constante e incesante garantía de ser reclamados por Él como Su propio bien.
Si el cuerpo es el problema, nuestra alerta y atención constantes pueden resolverlo. Si el vital es el problema, el vuelo alto de nuestra imaginación puede resolverlo. Si la mente es el problema, nuestra inspiración iluminadora puede resolverlo. Si el corazón es el problema, nuestra aspiración perfeccionadora puede resolverlo. Si la vida es el problema, nuestro colmador autodescubrimiento puede resolverlo.
El problema individual surge cuando el finito ser humano quiere poseer la humanidad infinita. El problema universal surge cuando lo Infinito quiere moldear, guiar, formar, transformar y colmar divina y supremamente lo finito, pero lo finito no quiere prestar atención a los dictados de lo Infinito.
Un problema no es el precursor de la derrota o del fracaso. Un problema puede ser transformado en las atrayentes Manos del Supremo, que nos pueden llevar a nuestra Meta destinada, la Meta del siempre colmador, siempre trascendente Más Allá.From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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