La conciencia humana nos hace sentir que podemos existir sin Dios. Cuando se halla en la ignorancia profunda, la conciencia humana siente que no hay necesidad de Dios. Vemos a millones y billones de personas que no rezan ni meditan. Ellas sienten: «Si Dios existe, está bien; si no existe, no perdemos nada». Aunque puedan utilizar el término «Dios» a tiempo y a destiempo, no se interesan por la realidad, por la existencia de Dios, ya sea en el Cielo o ya sea en sus vidas terrenales cotidianas.
Pero la Conciencia Divina no es así en absoluto. Incluso la limitada conciencia divina que poseemos nos hace sentir que en todo momento hay una suprema necesidad de Dios. Nos hace sentir que estamos en la tierra precisamente porque Él existe. Y cuando alimentamos pensamientos divinos, la Conciencia Divina nos hace sentir que es Él quien nos está inspirando a abrigar estas divinas ideas. En todo, la conciencia divina nos hace sentir que hay un propósito divino, un objetivo divino, un ideal divino, una meta divina. En la conciencia humana ordinaria no hay ningún propósito, ninguna meta positiva; es solo un elefante enloquecido corriendo desbocado.
En la conciencia divina siempre hay una meta, y esa meta está siempre trascendiéndose a sí misma. Hoy consideramos algo como nuestra meta, pero cuando alcanzamos su umbral nos sentimos inmediatamente inspirados a ir más allá de ella. Esta se convierte en un hito hacia una meta superior. Sucede así porque Dios está constantemente trascendiéndose. Dios es ilimitado e infinito pero está trascendiendo incluso Su propia Infinitud. Puesto que Dios está siempre progresando, nosotros también estamos progresando cuando nos hallamos en la Conciencia Divina. En la Conciencia Divina todo está expandiéndose constantemente y volviéndose una Luz más elevada y más colmadora.From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior)., Agni Press, 1975
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