Pregunta: Si usted me dice que puede atravesar el océano a nado, yo le diría: «Déjeme ver cómo lo hace». Mientras no lo viera, no aceptaría el hecho de que usted lo puede hacer, y entonces, después de haberlo visto, le diría: «Bien, ahora puede enseñarme».

Sri Chinmoy: De acuerdo. Pero si me pidieras que demostrase mi capacidad para nadar, deberías dejarme hacerlo a mi manera. Si me pidieras que te demostrase mi capacidad con las manos atadas a la espalda y los pies atados juntos, no creo que pudiera demostrarte nada. O si te negaras a dejarme entrar al agua, o cerrases los ojos y rehusaras a mirar mi demostración, no creo que pudiera probarte nada.

Un Maestro espiritual tiene una forma de probar la verdad de su filosofía o de su realización, pero debes dejar que lo haga a su propia manera. Yo te pediría que abandonases tus dudas, tus impurezas, tus apegos, tus deseos durante unos meses y meditases conmigo con sinceridad, devoción y con todo tu corazón. Si me permitieras probarme de esta manera, verías y sentirías muy pronto la verdad. Pero si dijeses: «No, no quiero que lo pruebe así; quiero que me muestre ahora mismo a Dios, la Verdad y la Luz ante mis propios ojos», ¿qué podría hacer yo entonces? Me vería impotente en ese momento. Podría traer a Dios, la Verdad y la Luz ante ti, pero si lo hiciera, en ese momento tus ojos internos estarían estrechamente cerrados y no verías nada; de modo que seguirías dudando de mi capacidad y mi verdad.

En el mundo externo necesitas ojos para ver si alguien está haciendo algo. Igualmente, en el mundo interno necesitas el tercer ojo para ver si alguien está haciendo algo internamente. Uno tiene que usar su propia visión interna para ver la autenticidad del Maestro espiritual. Los ojos externos sirven a la mente; son inútiles para ver cosas internas. Si quieres probar la autenticidad de un Maestro espiritual, medita y profundiza en tu interior, deja tu mente en silencio y trata de entrar en la Conciencia universal. Solo entonces verás si esa persona espiritual está diciendo la verdad o no. Solo entonces llegarás a ser un juez competente.

Pero no puedes esperar convertirte en un juez cualificado de la noche a la mañana. Para aprender a ser electricista, te pones en manos de una persona cualificada durante unos años y sigues cuidadosamente sus instrucciones. Al finalizar ese tiempo, si no te ha enseñado bien, puedes decir que no estaba cualificado o que no sabía lo que estaba haciendo. La realización de Dios es un tema infinitamente más difícil. Si una persona espiritual dice que puede conducirte a Dios, has de seguir sus instrucciones al pie de la letra durante al menos un año o dos incluso antes de vivir las experiencias preliminares que te mostrarán que estás en la trayectoria correcta. Si dudas de él desde el mismo comienzo, no te estás dando la oportunidad ni tampoco a él. Si tu maestro dice: «Yo he visto la Luz y te llevaré a la Luz», tienes que darle la oportunidad para que te lleve a la Luz. Tienes que ser paciente y ofrecerle completa obediencia. Yo uso la palabra «entrega», pero la completa obediencia es necesaria incluso para comenzar. Para ello, debes rechazar por completo la mente dubitativa. Con tremenda autodisciplina, tienes que forzarte a dejar de dudar, incluso aunque debas decirte que solo es temporalmente. «Dejaré de dudar durante dos años y daré a esta persona la oportunidad de que me muestre la Luz», te dirás. Pero si dudas de sus enseñanzas mientras intentas aprender de él, sencillamente estás destruyendo tus oportunidades.

En el mundo externo, cuando quieres ver algo, tienes que ir al lugar donde está mostrándose. En el mundo interno es así también. Cuando una persona espiritual dice que está haciendo esto o aquello, tienes que ir a su nivel, a su plano, a fin de poder verlo. Todo tiene que ser visto, sentido o juzgado en su propio mundo. Yo no soy juez de la ciencia porque jamás he entrado en ese mundo; no soy competente para juzgarla en su propio nivel. La verdad física ha de verse en el mundo físico, y la verdad espiritual ha de verse en el mundo espiritual.

Los occidentales tienen un problema especial con su mente desarrollada; es realmente una desventaja en la vida espiritual el tener una mente intelectual altamente desarrollada. Pero si la transformas y la transmutas, puede llegar a ser un instrumento muy útil. Quisiera contar un relato tradicional de la India sobre este tema:

Un buscador que había estudiado miles y miles de libros espirituales acudió a un Maestro y le dijo: «Maestro, he estudiado todo lo que los libros pueden enseñar, y ahora deseo aprender de usted».

El Maestro dijo: «No estás preparado para ser mi estudiante».

El buscador pregunto: «¿Cómo puede ser que no esté preparado? Aquí tiene toda clase de personas ignorantes como estudiantes suyos, mientras que yo he estudiado muchos libros y todas las escrituras».

El Maestro le contestó: «Porque lo que has aprendido, ahora lo tienes que desaprender, mientras que ellos no tienen nada que desaprender. Tú tienes una carga gigante sobre tus hombros; a menos que te la quites de encima, no aprenderás nada de mí. Pero estos inocentes estudiantes míos no están cargados con la información de los libros; ellos están frescos».

Entonces el Maestro pidió al aspirante que le trajera un almanaque y lo abriera en una página particular: «Aquí dice que a esta hora lloverá abundantemente. Ahora, estruja el papel. ¿Está lloviendo aquí? Estruja todo el libro. ¿Está lloviendo? Has estrujado el libro tan fuerte como has podido, pero no hay lluvia. El conocimiento de los libros es conocimiento teórico. Solo la experiencia es conocimiento práctico. Sencillamente, desaprende todo lo que has aprendiste durante tantos años, y estarás preparado para ser mi estudiante».

Los Maestros de la India a veces son muy, muy estrictos, o tal vez deberíamos decir muy rudos, cuando sus estudiantes llegan con preguntas intelectuales. A veces los desdeñan sin piedad para mostrarles que la innecesaria intelectualización solo será un estorbo en su desarrollo espiritual.

From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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