La conciencia es un destello que nos permite entrar en la Luz; nuestra conciencia es lo que nos conecta con Dios. Es el vínculo entre Dios y el hombre, entre el Cielo y la tierra.
En el mundo físico la madre le dice al niño quién es su padre; en el mundo espiritual nuestra aspiración nos dice quién es Dios. ¿Quién es Dios? Dios es una Conciencia infinita. Él también es la Luz Autoiluminadora. No existe ser humano que no posea en su interior esta Conciencia infinita y esta Luz Autoiluminadora.
Nuestra meta está en nuestro interior; para alcanzar dicha Meta hemos de entrar en la vida espiritual. En la vida espiritual lo más necesario es la conciencia. Sin esto, todo es un árido desierto. Cuando entramos a un lugar oscuro tomamos una linterna o algún tipo de luz para saber por dónde estamos yendo. Si queremos saber acerca de nuestra vida apagada, hemos de tomar la ayuda de la conciencia.
El hombre, en su vida externa o en sus logros externos, es muy limitado. Pero el mismo hombre, cuando se adentra en los rincones más profundos de su corazón, siente que hay algo que está intentando expandirse constantemente. Eso es la conciencia. Esta conciencia lo enlaza con lo altísimo Absoluto.
La conciencia es nuestro maestro real, nuestro amigo querido y nuestro esclavo seguro. Como esclavo, la conciencia lleva nuestra fecunda ignorancia hasta Dios. Como amigo, la conciencia nos dice lo que es el Conocimiento supremo. Como maestro, la conciencia nos revela la innegable verdad de que el hombre imperfecto e incompleto de hoy es el Dios perfecto y completo de mañana.
La conciencia canta, canta el canto de la Unidad universal. La conciencia juega, juega el juego de Manifestación cósmica. La conciencia danza, danza en el interior con la colmadora Visión de Dios y en el exterior con la colmada Realidad de Dios. La conciencia actúa, actúa a través de la implorante, ascendente y entregada aspiración del hombre, y a través de la descendente, protectora e iluminadora Compasión de Dios.
Cuando la conciencia es todo actividad, se inclina ante Dios la Madre, su Origen. Cuando la conciencia es todo silencio, se inclina ante Dios el Padre, su Origen. De la Madre obtiene el fortísimo Poder para hacer el sacrificio supremo por la tierra inconsciente. Del Padre obtiene la altísima Luz para iluminar la tierra apagada. La conciencia misma es a la vez Luz y Poder. Como Luz, se identifica con la inspiración pura y la aspiración profunda de nuestro mundo interno. Como Poder, ejerce su soberanía divina sobre el muy oscuro cautiverio y la muy salvaje ignorancia del mundo externo.
La conciencia que el cuerpo sin aspiración emplea se llama conciencia esperanzada. La conciencia que el vital implacable emplea es conocida como conciencia dañina. La conciencia que la mente intransigente emplea se llama conciencia dudosa. La conciencia que el corazón descubridor emplea se llama conciencia veraz. La conciencia que el alma ilimitada emplea se llama conciencia fructífera.
Aum Anandamayee Chaitanyamayee Satyamayee Parame.
«¡Oh Madre Absoluta de la Existencia-Conciencia-Deleite!»
Esta triple conciencia es la más extensa longitud, la más lejana anchura y la más honda profundidad. La más extensa longitud es la Infinitud. La más lejana anchura es la Eternidad. La más honda profundidad es la Inmortalidad. Cuando la conciencia vive en la Existencia, la humanidad recibe devotamente lo que la Divinidad fervorosamente le ofrece. Cuando la conciencia vive en su propio dominio, la humanidad y la Divinidad comparten entre sí su experiencia amorosamente e incluso sorprendentemente. Cuando la conciencia vive en el Deleite, la humanidad es realizada y transformada, y la Divinidad es manifestada y colmada.
Ciego está el que no ve la luz-Conciencia. Sordo está el que no obedece al derecho-Conciencia. Pobre es el que no puede comer el fruto-Conciencia. Necio es el que niega la existencia del mar-Conciencia.From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior)., Agni Press, 1975
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