6.3 - Aspiración

La llama de aspiración

Dios tuvo un sueño resplandeciente. El nombre de ese sueño fue aspiración. El hombre tiene un llanto ascendente. El nombre de este llanto es también aspiración. En el origen Dios era uno. Con Su Aspiración, Dios quiso devenir en muchos. Quiso disfrutar divinamente y colmarse supremamente en y a través de un infinito número de formas.

El hombre es muchos. Con su aspiración, el hombre-la conciencia divisoria y dividida, el hombre-la mente oscura, el hombre-el ser insatisfecho, quiere llegar a ser uno con la conciencia del mundo, la vida del mundo y el alma del mundo. El siente inequívoca y fervorosamente que esta es la manera secreta y sagrada de sentir la más honda profundidad de la Realidad y la más elevada altura de la Verdad.

La aspiración es la llama interna. A diferencia de otras, esta llama no quema nada. Esta llama purifica, ilumina y transforma nuestra vida. Cuando la purificación se produce en nuestra naturaleza inferior, esperamos ver el Rostro de Dios. Cuando la iluminación amanece en nuestra naturaleza exterior, sentimos que Dios es cercano y querido, que lo permea todo y lo ama todo. Cuando nuestra naturaleza, tanto la inferior como la exterior, se convierte en la Llama de Transformación, llegamos a comprender la verdad de que Dios Mismo es el Piloto más íntimo, el viaje más brillante y la Meta más elevada.

Algunas personas tienen la impresión de que el deseo y la aspiración son lo mismo. Por desgracia, o mejor dicho, por suerte, eso no es cierto; son dos cosas totalmente distintas. La diferencia entre deseo y aspiración es muy sencilla y clara: el deseo quiere atar y devorar al mundo, la aspiración quiere liberar y alimentar al mundo. El deseo es la energía saliente. La aspiración es la luz entrante. El deseo le dice al hombre: «Poséelo todo, serás feliz». Pobre hombre, cuando quiere poseer tan solo una simple cosa, ve que ya ha sido atrapado y poseído sin piedad por todo en la creación de Dios. La aspiración le dice al hombre: «Realiza solamente una cosa: esa cosa es Dios. Serás feliz». Afortunado y bendito hombre: en su camino hacia arriba y hacia dentro, mucho antes de ver a Dios, siente una paz sublime en su vida interior y una alegría radiante en su vida exterior. Él siente entonces que la realización del Supremo Más Allá no puede permanecer ya muy alejada.

La aspiración tiene, no uno, sino tres amigos genuinos: ayer, hoy y mañana. El ayer le ofreció a la aspiración su vuelo de inspiración. El hoy le ofrece a la aspiración su poder de dedicación. El mañana le ofrecerá a la aspiración su deleite de realización.

La aspiración es nuestro impulso interno de trascender tanto la experiencia como la realización ya logradas. Esto es absolutamente necesario porque Dios el Infinito está trascendiendo constantemente Su propia Infinitud, Dios el Eterno está trascendiendo constantemente Su propia Eternidad y Dios el Inmortal está trascendiendo constantemente Su propia Inmortalidad.

La infancia de la aspiración quiere realizar al Supremo de un modo terrenal e individual. La adolescencia de la aspiración quiere realizar al Supremo de un modo divino y glorioso. La madurez de la aspiración quiere realizar al Supremo al modo propio del Supremo.

La aspiración es realización. La aspiración es revelación. La aspiración es manifestación. La aspiración es realización siempre y cuando el aspirante necesite la realización de Dios y solo la realización de Dios. La aspiración es revelación siempre y cuando el aspirante sienta que la revelación de Dios es absolutamente por amor a Dios. La aspiración es manifestación siempre y cuando el aspirante sienta que la manifestación de Dios es su derecho de nacimiento.

La aspiración puede ser desarrollada. Es como cruzar una calle, un paso tras otro. Cada vez que aspiramos, llevamos a cabo el milagro de acoger al Más Allá en la profundidad misma de nuestra conciencia.

La vida tiene una puerta interior. La aspiración la abre. El deseo la cierra. La aspiración abre la puerta desde dentro. El deseo la cierra desde fuera.

La vida tiene una lámpara interna, esta lámpara interna se llama aspiración. Y cuando mantenemos nuestra aspiración encendida, esta transmite sin falta su radiante resplandor a la creación entera de Dios.

From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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