Deseo y aspiración

Algunos seres humanos progresan muy, muy despacio en su vida espiritual porque carecen de aspiración. Pero hay personas que no solo carecen de aspiración sino que además no tienen deseo alguno para sí mismas ni para la humanidad ni para Dios. Esas personas están en la más lamentable situación. Dios les dice: «Algo es mejor que nada. Es mejor para vosotros tener algunos deseos y lograr alguna satisfacción temporal de la vida del deseo, que vivir en la conciencia de una piedra, recreándoos en los placeres de la ociosidad y sin hacer progreso alguno. Entonces, cuando veáis que no conseguís nada de la satisfacción del deseo, sino frustración, comenzaréis a aspirar».

Algunas personas mayores son así —no tienen prácticamente ningún deseo pero, al mismo tiempo, tampoco tienen aspiración alguna—. Saben que están acercándose a la muerte, pero eso no les inspira para implorar por el cumplimiento de sus deseos ni para rezar o meditar en Dios. Ni siquiera tienen un deseo especial de vivir.

Pero hay también personas altamente espirituales que no tienen deseos porque los han trascendido. Sirven a Dios en la humanidad con la mayor dedicación y amor incondicional. Esta forma de ausencia de deseo es la única satisfactoria.

Si se tiene deseo pero no aspiración, eso es mejor que no tener ni deseo ni aspiración. Uno tendrá numerosas experiencias necesarias y finalmente verá que no hay plenitud alguna en el deseo. Entonces saltará al mar de la aspiración. Pero si uno entra nuevamente en el reino del deseo después de haber entrado en el reino de la aspiración, es una verdadera catástrofe. Podemos decir que si uno no aspira, tan solo es un sujeto ignorante que no sabe que hay algo llamado paz interna, dicha interna, luz interna. Si alguien no ha visto la luz y permanece en una habitación oscura, Dios no lo culpará porque no es consciente de que hay una habitación llena de luz. Pero después de haber tenido experiencias internas, si uno quiere regresar al mundo ordinario, entonces será víctima de la frustración y la destrucción interna. Una vez que alguien ha visto el fulgor de la luz en la habitación iluminada, si el vital lo empuja nuevamente hacia la habitación oscura, su dolor psíquico interno será de lo más atroz. Cuando vio la luz, esa alegría que recibió tenía intensidad. En la habitación oscura también hay intensidad, pero esta intensidad es como un cuchillo afilado, y sencillamente se lo clava a sí mismo.

Una vez que entras en la vida espiritual, nunca, nunca regreses a la vida ordinaria. Si lo haces, serás objeto de ridículo en el mundo externo y objeto de desconfianza en el mundo interno. La gente dirá: «Esta persona ha fracasado; por eso se ha dado por vencido y ha vuelto a nosotros». Las fuerzas divinas en el cosmos dirán: «Ah, no tiene interés por nosotras. Le interesa más por la vida de ignorancia», y ya no tratarán de ayudarte más. Además, siempre compararás consciente o inconsciente la vida divina que has abandonado con la vida a la que has regresado. Esta comparación será siempre desfavorable para la vida ordinaria. Tu alma, el destello divino dentro de ti, te hará sentir que has abandonado algo sumamente precioso; entonces la frustración aparecerá en tu vida ordinaria.

From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
Obtenido de https://es.srichinmoylibrary.com/bw