Nuestra paz está dentro

Ningún precio es demasiado alto para la paz interna. La Paz es el control armonioso de la vida. Vibra con la energía de vida. Es un poder que fácilmente trasciende todo nuestro conocimiento mundano. Sin embargo, no está separada de nuestra existencia terrenal. Si abrimos las vías correctas en nuestro interior, esta paz puede ser sentida aquí y ahora.

La Paz es eterna. Nunca es tarde para tener paz. El tiempo siempre es propicio para ello. Podemos hacer que nuestra vida sea verdaderamente fructífera si no nos desligamos de nuestro Origen, que es la Paz de la Eternidad.

El más grande infortunio que puede ocurrirle a un ser humano es la pérdida de su paz interior. Ninguna fuerza exterior se la puede robar. Son sus propios pensamientos, sus propias acciones, quienes pueden hacerlo.

Nuestra mayor protección no reside en nuestros logros y recursos materiales. Nada significan todos los tesoros del mundo para nuestra alma divina. Nuestra mayor protección está en la comunión de nuestra alma con la Paz que todo lo nutre y todo lo colma. Nuestra alma vive en la Paz y vive por la Paz. Si vivimos una vida de paz, siempre nos enriquecemos y nunca empobrecemos. Nuestra paz interior no tiene horizontes; como el cielo ilimitado, lo abarca todo.

Largo tiempo hemos luchado, mucho hemos sufrido, lejos hemos viajado. Pero el rostro de la paz todavía permanece oculto para nosotros. Podremos descubrirlo, si algún día el tren de nuestros deseos se pierde en la Voluntad del Señor Supremo.

La Paz es vida. La Paz es Dicha eterna. Las preocupaciones —mentales, vitales y físicas— existen, pero solo nosotros decidimos aceptarlas o rechazarlas. Sin duda, no son hechos inevitables de la vida. Puesto que nuestro Padre Todopoderoso es todo Paz, nuestra herencia común es la Paz. Es un error monumental extender el camino del futuro arrepentimiento por malgastar y rechazar las oportunidades doradas que nos son presentadas. Debemos decidir, aquí y ahora, en medio de nuestras actividades diarias, arrojarnos en corazón y alma al Mar de la Paz.

Quien cree que la paz entrará en él por si misma al final de su vida, está equivocado. Querer lograr la paz sin meditación y disciplina espiritual es como esperar encontrar agua en medio del desierto.

Para tener paz mental, la oración es esencial. Rezar a Dios por la Paz con plena concentración y singular devoción, tan solo por cinco minutos, es más importante que pasar largas horas de meditación descuidada y despreocupada. Ahora bien, ¿cómo rezar? Con lágrimas en nuestro corazón. ¿Dónde rezar? En un lugar aislado. ¿Cuándo rezar? Cuando nuestro ser interno nos lo pida. ¿Por qué rezar? Esta es la pregunta de las preguntas. Tenemos que rezar si queremos que nuestras aspiraciones sean colmadas por Dios. ¿Qué podemos esperar de Dios además de esto? Podemos esperar que nos haga comprender todo: el todo en la nada y la nada en el todo, lo Lleno en lo Vacío y lo Vacío en lo Lleno.

Siempre debemos discriminar. Debemos sentir que el mundo externo que atrae nuestra atención es efímero. Para tener algo permanente, para conseguir una base firme en la vida, tenemos que volvernos hacia Dios. No hay alternativa. Y no hay mejor momento para hacer ese giro que cuando nos sentimos más desamparados.

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Sentirse desamparado es bueno.

Cultivar el espíritu de la autoentrega es mejor.

Ser el instrumento consciente de Dios es lo mejor.

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Todo depende de la mente, ya sea de forma consciente o inconsciente, incluida la búsqueda de la paz. La función de la mente es despejar las nubes de la duda. La función de la pureza en la mente es destruir las fecundas nubes de la mundanidad y los anclajes de la ignorancia. Si no hay pureza en la mente, no puede haber un éxito sostenido en la vida espiritual.

Solo tenemos paz cuando hemos dejado totalmente de criticar a los demás. Debemos sentir el mundo entero como un bien propio. Cuando destacamos los errores de los demás, entramos en sus imperfecciones. Esto no nos ayuda en absoluto. Curiosamente, cuanto más hondo profundizamos, más claro se vuelve que las imperfecciones de los demás son nuestras propias imperfecciones, pero en diferentes cuerpos y mentes. Mientras que si pensamos en Dios, Su Compasión y Su Divinidad amplian nuestra visión interna de la Verdad. Debemos llegar en la plenitud de nuestra realización espiritual a aceptar a la humanidad como una sola familia.

No debemos permitir que el pasado destruya y atormente la Paz de nuestro corazón. Nuestras acciones buenas y divinas pueden contrarrestar nuestras acciones malas y no-divinas del pasado. Si el pecado tiene el poder de hacernos llorar, la meditación tiene sin duda el poder de darnos alegría, de dotarnos de Sabiduría Divina.

Nuestra paz está dentro, y esta paz es la base de nuestra vida. Por tanto, resolvamos a partir de ahora llenar nuestras mentes y corazones con las lágrimas de la devoción, la base de la paz. Si nuestro cimiento es sólido, no importa cuán alto levantemos la estructura, el peligro nunca puede amenazarnos, ya que la paz está abajo, la paz está arriba, la paz está dentro, la paz está fuera.

From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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