Después de la devoción viene la fase que podemos llamar de amor desinteresado. El amor desinteresado es cuando amamos y no nos preocupamos por recibir nada a cambio; devenimos uno con el objeto de nuestra adoración. En este amor hay un sutil sentimiento de que el Amado nos va a dar la mejor fruta porque no Lo molestaremos con tontos problemas emocionales o deseos, con «dame esto» o «dame aquello». En el amor desinteresado, el deseo o la demanda se han suprimido. El buscador sabe que el Supremo le dará algo bonito, algo que vale la pena poseer; él no tiene que pedir nada. Este es el amor desinteresado.
La entrega es la última fase. En la entrega, sentimos la absoluta aceptación del Divino y del Supremo. Si entregamos totalmente nuestra vida y decimos: «Dios, pongo mi vida enteramente a Tus Pies», entonces toda nuestra existencia entra en Dios. Dios es Omnisciente, Dios es Omnipotente, Dios es Infinito, por lo tanto nuestra entrega deviene inmediatamente el Omnisciente, el Omnipotente y el Infinito. La entrega es la vía más rápida hacia la unidad con Dios. Si sencillamente nos lanzamos al océano de Paz y Dicha, llegaremos a ser uno con Dios.En la entrega decimos: «No importa lo que Dios quiera darme, no importa lo que Él quiera hacer de mi vida, estoy preparado. Me entrego plenamente con mi respirar mismo, con mi existencia misma. Incluso si Dios no quiere mi ayuda, mi respirar y mi existencia, seré feliz». En ese momento, el discípulo únicamente quiere la Voluntad de Dios, el Supremo. Esta es la entrega verdadera.
Es muy fácil decir: «Hágase Tu Voluntad». Pero cuando lo decimos, tenemos que identificarnos con la Voluntad de Dios. ¿Cómo? Mediante la entrega. Si nos entregamos realmente, nos volvemos uno con la Voluntad de Dios. En la vida espiritual, no puede haber logro mejor ni arma más poderosa que la entrega.From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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