11.3 - La entrega

La fuerza de la entrega

El mundo actual quiere individualidad; demanda libertad. Pero la individualidad y la libertad genuinas solo pueden respirar en lo Divino.

La individualidad humana grita en la oscuridad. La libertad terrenal clama en los desiertos de la vida. Pero la entrega absoluta canta universalmente el canto de la individualidad y la libertad divinas en el Regazo del Supremo. La entrega es el incansable respirar del alma en el Corazón de Dios.

En la entrega descubrimos el poder espiritual a través del cual podemos llegar a ser no solo los visionarios sino también los poseedores de la Verdad. Si podemos entregarnos en absoluto silencio, nosotros mismos llegaremos a ser la realidad de lo real, la vida de lo viviente, el centro de verdadero amor, paz y dicha.

Un niño encantador atrae nuestra atención. Le amamos porque conquista nuestro corazón. Pero ¿le pedimos algo a cambio? ¡No! Lo amamos porque es objeto de amor; es adorable. Del mismo modo podemos y deberíamos amar a Dios, puesto que Él es el Ser más adorable. El amor espontáneo por el Divino es la entrega, y esta entrega es el mayor regalo en la vida. Porque cuando nos entregamos, el Divino nos da al instante infinitamente más de lo que nunca hubiéramos soñado pedir.

La entrega es un milagro espiritual. Nos enseña a ver a Dios con los ojos cerrados, a hablar con Él con la boca cerrada. El temor entra en nuestro ser únicamente cuando apartamos nuestra entrega del Absoluto.

La entrega es un desenvolvimiento. Es el desenvolvimiento de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón en el sol de la Plenitud divina dentro de nosotros. La entrega a este sol interno es el mayor triunfo de la vida. El sabueso del fracaso no puede alcanzarnos cuando nos hallamos en ese sol. El príncipe del mal no consigue tocarnos cuando hemos realizado y establecido nuestra unidad con ese sol eternamente donador de vida.

La entrega sabe que hay una Mano guiadora y siente que esta Mano guiadora siempre está presente. Puede que esta Mano golpee o bendiga al aspirante, pero el aspirante entregado ha descubierto la verdad de que cualquier cosa que provenga del Supremo es siempre fructífera en bondad y luz.

En la vida, quizá todo nos falle, pero no la entrega. La entrega tiene acceso libre a la Omnipotencia de Dios. De ahí que el sendero de la entrega sea la perfecta perfección de la protección.

La entrega tiene la fuerza para encontrarse con el Absoluto y quedarse y jugar con Él eternamente. Puede ser que Dios juegue a veces a las escondidas con las demás cualidades divinas del hombre, pero nunca con la entrega genuina de Su devoto.

La entrega interna transforma la vida en un progreso infinito. Le da a la vida la profunda seguridad de que vive en Dios y solo en Dios.

La entrega es el alma del cuerpo del devoto. La entrega es la plenitud sin par de la vida del devoto. La entrega lo lleva al Origen. Cuando se halla en el Origen, se convierte en Lo Más Elevado y revela Lo Más Profundo.

La individualidad odia la entrega. La entrega ilumina la individualidad. La individualidad es autovoluntad. La autovoluntad es autoamor. La entrega es Voluntad de Dios. La Voluntad de Dios es Amor de Dios.

La Gracia todo colmadora de Dios únicamente desciende cuando la entrega incondicional del hombre asciende.

Nuestra entrega es algo sumamente precioso, solo Dios la merece. Podemos ofrecer nuestra entrega a otro individuo, pero únicamente por la causa de realizar a Dios. Si ese individuo ha alcanzado su Meta, puede ayudarnos en nuestro viaje espiritual. Sin embargo, si nos ofrecemos a una persona simplemente para satisfacerla, estamos cometiendo un error monumental. Lo que deberíamos hacer es ofrecernos sin reservas al Señor en esa persona.

Cada una de nuestras acciones debería ser para complacer a Dios y no para ganar el aplauso. Nuestras acciones son demasiado secretas y sagradas como para exponerlas ante los demás. Están hechas para nuestro progreso, logro y realización.

No hay límite para nuestra entrega. Cuanto más nos entregamos, más tenemos que entregarnos. Dios nos ha dado capacidad. Él demanda de nosotros la manifestación en función de nuestra capacidad. Dios jamás ha demandado y jamás demandará la manifestación que este por encima de nuestra capacidad.

En la completa y absoluta entrega del hombre está su realización: su realización del Ser, su realización de Dios el Infinito.

From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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