Ofrezcamos conscientemente nuestra existencia misma —lo que tenemos y lo que somos— a Dios. Lo que tenemos es la aspiración de convertirnos en la imagen misma de Dios, en la Paz, la Luz y la Dicha infinita. Y lo que ahora mismo somos es tan solo ignorancia, el mar de la ignorancia. Si podemos ofrecer nuestro llanto de aspiración y nuestro mar de ignorancia a Dios, nuestro problema está resuelto. No deberíamos, ni necesitamos preocuparnos nunca por nuestro destino. Con la fuerza de nuestra entrega, nos volvemos inseparablemente uno con la Voluntad Cósmica de Dios.
La entrega es protección; la entrega es iluminación; la entrega es perfección. Iniciamos nuestro viaje al comienzo mismo de nuestra vida. Entregamos nuestra existencia a nuestros padres y obtenemos protección a cambio. Nos entregamos a su voluntad, a sus consejos y sugerencias, y estamos bien protegidos. Alegría sin límites sentimos en nuestra vida cotidiana cuando somos niños. ¿Por qué? Porque entregamos nuestra voluntad personal, nuestro propio pensar interno a nuestros padres, e inmediatamente recibimos alegría además de protección. En la protección está la alegría y en la alegría está la protección. Más adelante, cuando avanzamos por el camino de la espiritualidad, procuramos escuchar en todo momento los dictados de nuestro ser interno. Cuanta más atención prestamos a nuestro ser interno, mayor es nuestra alegría y más alta nuestra realización. Y después, cuando nuestro plazo se cumple, cuando tenemos que entrar en el otro mundo para descansar brevemente, también nos entregamos. ¿A quién? Al Piloto Interno, al Señor Supremo. Al final de nuestro viaje, entregamos nuestro aliento mismo al Supremo. Entonces, nuevamente obtenemos alegría, alegría perfecta, alegría completa.From:Sri Chinmoy,Más allá-dentro (Una filosofía para la vida interior), Agni Press, 1975
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