Hubo en la India un maestro espiritual que se declaró un Avatar. Desgraciadamente, se convirtió en objeto de ridículo despiadado, tanto en Occidente como en Oriente. Como no podía entablar una valiente batalla contra este hiriente sarcasmo, tuvo finalmente que cambiar su fracasada política. Su orgullosa declaración fue un paso más allá: «No tan solo yo, sino todo el mundo es un Avatar». Ya que todo el mundo es un Avatar, ¿quién va a criticar a quién? He aquí que el autoproclamado Avatar ahora está lanzando un suspiro de alivio.
Puede sonar ridículo, pero es un hecho que en la India prácticamente todo discípulo proclama que su Gurú es un Avatar, el descendiente directo de Dios. Una gran ola de entusiasmo los embarga cuando hablan de su Gurú. El gigante espiritual Swami Vivekananda no pudo evitar decir que en Bengala Oriental, en la India, los Avatares brotan como las setas. Por otro lado, es igualmente ridículo, manifestar que ha habido y puede haber solamente un Avatar, El Hijo de Dios.
Cada vez que viene un Avatar, éste juega un papel diferente en la marcha de la evolución según la necesidad de la época. En esencia, un Avatar no es diferente de otro. Un Avatar genuino, Sri Ramakrishna, reveló la Verdad: «Aquel que fue Rama, aquel que fue Krishna, está ahora en la forma de Ramakrishna».
Hay dos opuestos eternos: el bien y el mal. Según Sri Krishna, cuando la maldad alcanza la máxima elevación, Dios tiene que vestir el manto humano bajo la forma de un Avatar. El advenimiento de Sri Krishna tuvo que tratar con la más oscura de las fuerzas del mal, Kamsa. De modo similar, Herodes, el inigualable tirano, necesitaba el advenimiento de Jesucristo. La Navidad, el nacimiento de Cristo demandó la extinción de la vida de ignorancia. Janmashtami, el nacimiento de Krishna, se celebra a todo lo largo y ancho de la India, con una intención de abandonar el mar de ignorancia y entrar en el océano de conocimiento.
La forma más fácil y efectiva de concebir la idea de un Dios personal es ponerse en contacto con un Avatar y permanecer bajo su guía. Tener a un Avatar como Gurú es hallar un puerto seguro para el barco de nuestra vida. En relación con esto, podemos citar la atrevida aseveración de Vivekananda: «Ningún hombre puede ver a Dios si no es a través de estas manifestaciones humanas… Digas lo que digas, y por más que lo intentes, no puedes pensar en Dios sino como un hombre».
En la opinión de muchos, al igual que el Buda es el hombre más perfecto, Krishna es el mayor Avatar que el mundo ha conocido.
Hay también Anshavatars (Avatares parciales); pero Sri Krishna es un Purnavatar (Avatar completo), en quien y a través de quien el Supremo se ha manifestado completamente, sin reservas, íntegramente. Cuando la aspiración humana asciende, la Compasión divina desciende en forma de un Avatar.
«Tal y como los hombres se acercan a mí, así los acepto». No puede haber mayor consuelo para el corazón sangrante de la humanidad. Si aceptamos a Krishna con fe, él ilumina nuestra mente dudosa. Si aceptamos a Krishna con amor, él purifica nuestro vital atormentador. Si aceptamos a Krishna con devoción, él transforma la noche de ignorancia de nuestra vida en el sol de conocimiento de Su Vida eterna.
Sri Krishna quiere ahora que nuestra mente se concentre en la idea de casta. Dice que fue Él quien creó el cuádruple sistema de castas, de acuerdo con las aptitudes y acciones de cada casta. Hay gente que concede toda la importancia al nacimiento y a la herencia e ignora deliberadamente a aquellos que son bendecidos en abundancia con capacidades y logros. El resultado es que la sociedad tiene que sufrir los despiadados embates de una cruda confusión. Es cierto que la cuna y la herencia otorgan importancia, especialmente en el seno de la sociedad; pero esta supuesta importancia no puede ofrecernos ni un ápice de luz y de verdad. Es en virtud de la acción, serena y noble, como crecemos en lo Más Alto y manifestamos lo Más Profundo aquí en la tierra.From:Sri Chinmoy,Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971
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