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«No tengo que pregonar mi fe.Triplemente elocuentes son los tranquilos árboles
y el verde césped que escucha;calladas están las estrellas, cuyo poder nunca se agota;
mudas las montañas: mas ¡cómo hablan de Dios!».```
La duda es estupidez desnuda. La duda es futilidad absoluta. La duda es conflagración externa. La duda es destrucción interna.
«Sanshayatma vinashyati»: «El poseedor de la duda perece». Está perdido, totalmente perdido. El camino del Espíritu le es denegado. También le es denegado el secreto de la iluminación de la vida.
Dice Krishna: «No es para el hombre que duda este mundo nuestro, ni el mundo más allá, no, ni siquiera la felicidad». El Nuevo Testamento nos presenta la misma verdad: «El hombre de mente dubitativa no disfruta de este mundo ni del otro, ni de la beatitud final».
En Nyaya (lógica), uno de los seis sistemas de la filosofía india, vemos que la duda no es más que un juicio conflictivo en relación con el carácter de un objeto. La duda surge del hecho mismo de su reconocimiento de propiedades comunes a muchos objetos, o de propiedades no comunes a objeto alguno. La duda es precisamente eso que carece de la regularidad de percepción. Además la duda, siendo algo inexistente, existe solo en la ausencia de percepción.
La duda es un tigre devorador. La fe es un león rugiente que inspira a un aspirante a crecer en el Supremo, que todo lo ilumina y todo lo colma.
La pobre y ciega duda, olvidando completamente la auténtica verdad de que la fe es la más contundente y convincente afirmación de vida, quiere dar una violenta sacudida al barco de la vida del hombre.
La verdad de las cautivadoras palabras del poeta conmueve nuestros corazones hasta lo más profundo.
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«¡Mejor es un día de feque mil años de duda!
Mejor una hora mortal Contigoque una vida inmortal sin Ti».
```From:Sri Chinmoy,Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971
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