Capítulo XI: La visión de la Forma Universal y la Manifestación Cósmica del Señor

Por Su infinita Generosidad, ilimitado Amor y profundísimo Interés, Sri Krishna ha desvelado el supremo secreto de que Él está en todo y Él lo encarna todo. La severa ilusión de Arjuna ha sido suprimida y dispersada. Ahora goza de la paz traslúcida de su alma.

Sri Krishna habla desde la abundancia de Su Amor. Arjuna le escucha con la más sublime devoción de su corazón y cree en Él sin reservas y fervorosamente. La incomparable fe de Arjuna clama por su transformación; su aspiración clama por una experiencia. Su mente entiende la Verdad; pero su corazón anhela ver la Verdad y vivir la Verdad. De ahí que necesita esta experiencia ineludible e inevitable. De inmediato, Sri Krishna gentilmente se la concede, la experiencia inigualable.

«Oh Arjuna, contempla en Mi Cuerpo el universo entero». Los ojos físicos de Arjuna naturalmente no consiguen tener esa visión. El Señor le otorga el ojo de la visión sobrenatural, el ojo que ve lo oculto —el ojo yóguico—.

El cuerpo de que habla el Señor es un cuerpo espiritual. Por lo tanto, para verlo, Arjuna precisa ser dotado de un ojo espiritual. El cuerpo representa la forma. Lo que no tiene forma habita en esta forma. La Visión Trascendental y la Realidad Absoluta juegan al unísono en y a través de la forma cósmica. El cuerpo de carne y hueso experimenta innumerables vicisitudes; pero no así el cuerpo de forma ilimitada, divina, y de sustancia inmortal. Este cuerpo divino es la encarnación y la revelación de la Divinidad, la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad de la Verdad.

Sanjaya le dice a Dhritarashtra: «¡Oh Rey! Krishna, el Supremo Maestro del Yoga, el Señor Todopoderoso, revela a Arjuna Su Forma divina, suprema. Arjuna ve ahora a Krishna como la Deidad Suprema, Parameshwara».

Arjuna ve lo múltiple en el Uno Supremo, que aparece con miríadas de bocas, innumerables ojos, maravillas sin límite, esgrimiendo armas divinas, vistiendo indumentarias y joyas divinas, portando guirnaldas celestes de suprema fragancia. El fulgor de mil soles estallando a la vez en los cielos, difícilmente igualarían el supremo esplendor del Señor. Arjuna contempla la Infinitud en la multiplicidad, en la divina persona de Krishna. Anonadado, inundando el éxtasis su más íntimo ser, con sus manos juntas e inclinando la cabeza, exclama: «Oh Señor, en Ti, en Tu Cuerpo, contemplo a todos los dioses y todas las categorías de seres, con sus rasgos distintivos. Veo incluso a Brahma sentado resplandeciente en Su Trono de Loto, videntes y sabios a su alrededor y simbólicas serpientes, todo sublime».

Cuando nos elevamos con toda la purísima aspiración ardiente de nuestro corazón, entramos en la Conciencia Cósmica de los videntes. Este es un camino ascendente. Es el camino de la encarnación y la realización. Hay otro camino, conocido como el de la revelación y la manifestación. Este es el camino descendente. Aquí nuestra conciencia fluye hacia abajo a través de la energía cósmica, las serpientes simbólicas, en movimiento circular y espiral.

Los versos del quince al treinta y uno describen elocuente y psíquicamente lo que Arjuna vio en Krishna con su recién adquirida visión yóguica.

La lucha está aún por comenzar. Los poderosos guerreros están preparados y deseosos de luchar. Para su grandísima sorpresa, Arjuna ve las vidas de los guerreros totalmente extinguidas en Krishna. Incluso antes del comienzo de la batalla, él ve la muerte de los guerreros. Están destruidos. Mientras ve los fuegos de la llameante y todo-devoradora boca de Krishna, su propio hálito de vida se estremece. El discípulo clama: «Mi Supremo Señor, imploro Tu Compasión. No Te conozco. ¿Quién eres?».

«El Tiempo soy. El Tiempo, el poderoso destructor, soy Yo. Ellos están condenados. Luchéis o no, están ya muertos. Incluso sin ti, tus adversarios no escaparán de la muerte. Álzate, oh Arjuna, álzate. Ganarás la gloria y el renombre de la victoria. Conquista a tus enemigos, disfruta del vasto reino, disfruta. Por Mí ha sido ordenado el silencio rendido de sus vidas. Sé tú la causa externa. Sé tan solo mi instrumento, nada más». «Nimittamatram bhava». «Sé el mero instrumento».

No puede haber mayor orgullo, ni mejor logro que ser el instrumento mismo de Dios, pues ser un instrumento de Dios es ser aceptado infaliblemente como Su propia pertenencia. En y a través del discípulo-instrumento, el Gurú-Maestro ve y colma el Propósito divino de Dios.

Krishna es el Tiempo que todo lo devora. Esta visión, conforme a nuestros ojos y comprensión externos, es terrible. Pero conforme a nuestra visión y comprensión internas, es natural e inevitable.

«El tiempo», dice Sri Aurobindo, «se muestra ante el esfuerzo humano como un enemigo o un amigo, como una resistencia, un medio o un instrumento. Pero siempre es, realmente, el instrumento del alma. El tiempo es un campo de circunstancias y fuerzas uniéndose y elaborando una progresión resultante, cuyo curso mide. Para el ego, es un tirano o una resistencia; para el Divino, un instrumento. Por lo tanto, mientras nuestro esfuerzo es personal, el tiempo aparece como una resistencia, ya que nos presenta toda la obstrucción de las fuerzas que están en conflicto con las nuestras. Cuando el funcionamiento divino y el personal están combinados en nuestra conciencia, aparece como medio y condición. Cuando ambos se hacen uno, aparece como servidor e instrumento».

Krishnaprem, el gran buscador, declara: «Es imposible expresar con palabras esta maravillosa visión interna. Todas las cosas permanecen igual, sin embargo están cambiadas. El tiempo se funde en un resplandor dentro de la Eternidad; el radiante Flujo mismo es lo Eterno, que, aunque se mueve sin cesar, no se mueve en absoluto».

La sabiduría de los Upanishad suena y resuena en nuestros corazones aspirantes: «Eso se mueve y sin embargo no se mueve. Eso se halla muy distante y sin embargo se halla próximo y cercano».

El tiempo alberga la Verdad. Sri Krishna dice la Verdad, la Verdad eterna, acerca de Sí mismo. Aquí podemos recordar las significativas palabras de Virginia Woolf: «Si no dices la verdad acerca de ti mismo, no puedes decirla acerca de los demás». Por otra parte, si conoces la verdad espiritual acerca de ti mismo, habrás de saber la verdad acerca de los demás. Sri Krishna mostró la divina Verdad que Él mismo era.

También podemos caminar alegremente con Marco Aurelio: «Soy incapaz de comprender cómo ningún ser humano puede querer otra cosa que no sea la Verdad».

Dudar del Maestro espiritual antes de que amanezca la iluminación propia no es raro en la historia espiritual del mundo. Incluso algunos de los más queridos discípulos de grandes Maestros espirituales lo han hecho. Pero que el buscador abandone al Maestro precisamente porque la duda lo acosa es un acto de pura estupidez. Persevera, persevera hasta el final. Las asoladas dudas se esfumarán en el aire. El esplendor de lo Infinito y de la Eternidad florecerán en el seno del tiempo. Tu ascendente aspiración llevará a cabo esta tarea.

El palpitante corazón de Arjuna proclama: «Tú eres el Alma primigenia». Implora el perdón de Krishna. Debido a su ignorancia pasada, no había conocido a Krishna en Su naturaleza divina. Su pasado estaba lleno de hechos erróneos, de ignorancia y de descuido. Con un corazón palpitante, ruega el perdón por sus actos de comisión y omisión dirigidos a Sri Krishna.

«Contémplame como un padre con su hijo, como un amigo con su amigo, como un amante con su amado». Sin duda, Sri Krishna perdona a Arjuna. Asume su forma normal, natural y familiar.

Arjuna llega a comprender que es solo la Gracia divina la que le ha otorgado el ojo yóguico para ver lo Oculto, la Gloria suprema del Señor, el presente, pasado y futuro.

También aprende del Señor que «ni el estudio de los Vedas, ni el sacrificio, ni las limosnas, ni la austeridad, ni el estudio pueden conseguir esta visión cósmica». Incluso los dioses anhelan un vislumbre de esta Forma Universal que Él acaba de mostrar a Arjuna desde Su ilimitada Compasión.

Fe, devoción, entrega. ¡Así Krishna es conquistado! No hay otro modo de realizarlo, de poseerlo.

From:Sri Chinmoy,Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971
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