Capítulo XV: El Purusha Supremo

El capítulo XIII nos ha enseñado la verdad de que existe un terreno y un Conocedor de dicho terreno. El capítulo XIV ha arrojado abundante luz acerca del terreno, el juego cósmico de Prakriti. En este capítulo en particular, aprenderemos acerca del Conocedor, el Ser Individual, el Ser Universal y el Ser Supremo.

Este capítulo comienza con un árbol. Este Árbol se llama el Árbol del mundo. A diferencia de árboles terrestres o botánicos, este Árbol tiene su raíz arriba, en el Supremo. El Supremo es su único origen. Sus ramas se extienden hacia abajo. Los Vedas son sus hojas. Aquel que ha sondeado las profundidades del siempre cambiante y evolutivo mundo, tiene a su disposición todo el conocimiento Védico.

Este Árbol no es libre aquí en la tierra. Se halla capturado por su propia acción y reacción en nuestro mundo. Es alimentado afectuosamente por las tres cualidades de Prakriti. Si se quiere descubrir el principio, el final y la existencia misma de este Árbol, hay que liberarse totalmente de este Árbol de Tentación.

Un árbol significa aspiración. Esta aspiración se eleva finalmente hacia lo Más Alto. Hay innumerables sadhus (monjes) hindúes que se sientan bajo los árboles y entran en el mundo de la meditación más profunda. La aspiración del árbol los inspira y despierta su adormecida aspiración. El Señor Buda obtuvo su iluminación al pie del Árbol Bodhi, como es sabido.

El Gita es un océano de espiritualidad. La hija más afectuosa de la espiritualidad es la poesía. El sutil aliento de la poesía es siempre acariciado por la espiritualidad energizadora de la vida. Identifiquemos nuestra conciencia con la de un poeta al referirse a un árbol.

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Los poemas son hechos por tontos como yo,

pero solamente Dios puede hacer un árbol.

— Joyce Kilmer

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Ya que la poesía es mi fuerte, gustosamente me tomo la libertad de estar de acuerdo con el bendecido poeta.

Volviendo a nuestro árbol filosófico. Los sabios cortan su raíz con el hacha del desapego. Es el camino hacia la liberación. Es el camino hacia el bien supremo.

Un hombre sabio vive en perfecto autocontrol. Se entrega a la Verdad, incondicionalmente y sin reservas. Quiere a Dios y solo a Dios, Quien es la Fuente del mundo interior, del mundo exterior, y, también, del mundo más allá. Los acontecimientos, alentadores o desalentadores, agradables o desagradables, divinos o no divinos, no agitan su mente, y menos aún su existencia interna. Nada en un mar de fructífero silencio y ecuanimidad. Siendo dueño de los sentidos, los domina. Se dirige a Krishna, su único refugio. Ningún sol, luna, ni fuego son necesarios en Su Morada. Esta Morada es el Origen del universo entero. Es todo iluminación. De Su Morada eterna no hay retorno.

No es para los ilusos, sino los videntes dotados de visión divina, reconocerle o entenderle a Él, al Señor Supremo, Quien entra en el cuerpo, reside en el cuerpo, experimenta las cualidades de la naturaleza y abandona el cuerpo a Su Hora escogida.

Ciertamente, todos los serios esfuerzos de un hombre no serán de utilidad hasta que haya conseguido la estabilidad en su mente, hasta que su naturaleza externa esté bajo su mandato, hasta que su corazón rebose de amor y devoción hacia su Maestro espiritual (Gurú), hasta que sirva al Aliento vivo del Señor en la humanidad.

Hay dos aspectos de la creación: el perecedero y el imperecedero. Más allá de estos dos se encuentra el Supremo Impersonal. Este, a la vez, lo penetra todo y lo sostiene todo.

El Señor dice: «Yo, el Purushottama, el Ser Supremo, trasciendo tanto lo perecedero, como lo imperecedero».

Hay cuatro Vedas. Los cuatro Vedas hablan significativamente de este Ser Supremo.

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El Ser Supremo con mil cabezas, mil ojos, mil pies;

Él penetra la tierra a todo lo largo y ancho.

Él está más allá de las diez direcciones.

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Aquí mil significa indudablemente infinito. Lo infinito se está manifestando a través de lo finito en el campo de la manifestación.

Purushottama se encuentra más allá de la no-forma y la forma, más allá de la impersonalidad y la personalidad. En Él, el más poderoso impulso dinámico y el más profundo silencio permanecen juntos. Para Él, son uno. Para Él, la libertad Celestial y la necesidad terrestre, la siempre cambiante forma de la tierra y la inmutable Realidad infinita, son una.

From:Sri Chinmoy,Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971
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