Tenemos experiencias: de la ciencia, los descubrimientos científicos; de la historia, las revelaciones históricas; de la filosofía, las ideas filosóficas; de la religión, las doctrinas religiosas. En estas experiencias vemos la presencia del sujeto y el objeto, la esencia y la existencia, la visión y la realidad. Pero una experiencia mística, que es unidad inmediata, trasciende tales distinciones. Una experiencia mística es unidad con el Más Allá, el Más Allá siempre trascendente, el cual permanece siempre inefable.
¡Misticismo, pobre misticismo! Cuando es simplificado en exceso y subestimado, desciende de su esfera original y se coloca junto a la religión. Pero si una persona es sincera, se dará cuenta de que su experiencia religiosa más elevada no es más que una incierta, oscura y tenue percepción de la Verdad; mientras que, sea cual sea su experiencia mística, en ella sentirá la intensidad, la inmensidad y la certeza de la Verdad.
Tenemos que aprender también que el éxtasis religioso y el éxtasis místico no desempeñan el mismo papel en nuestra vida interna. El éxtasis religioso trata principalmente con lo humano en nosotros. Este éxtasis está confinado a la conciencia corporal, al disciplinado o indisciplinado vital, a la mente iluminada o no iluminada, al corazón puro o impuro. Pero el éxtasis místico nos transporta en el acto al Más Allá, donde somos abrazados por la Vida Eterna, alimentados por la Luz todo nutriente y bendecidos por la Verdad Trascendental.
La religión primitiva ofreció éxtasis al vital en la mente física y en el corazón deseoso. El misticismo plenamente avanzado está ahora ofreciendo su éxtasis en medida infinita a las almas liberadas, y en medida abundante a las almas que están al filo de la liberación.
¡Pobre Hinduismo! Cuando y dondequiera que el misticismo es menospreciado, el Hinduismo es considerado principal culpable. Muchos sofisticados occidentales no sólo fracasan en comprender el sublime misticismo hindú, sino que lo malinterpretan seriamente. Para ellos quiero decir que el misticismo hindú no es, como ellos creen, autohipnotismo o autoengaño, sino más bien unidad ferviente con el Corazón de la Infinitud, con el Hálito de la Eternidad y con la Vida de la Inmortalidad. Para conocer bien el hinduismo, uno ha de practicar Yoga, generalmente bajo la guía directa de un adepto espiritual.
El misticismo no es monopolio exclusivo del Hinduismo. La Cristiandad y otras religiones descubrieron también la riqueza del misticismo.
El misticismo en el Budismo ha estado considerablemente influenciado por el misticismo Hindú. De ahí que, lejos de ser diametralmente opuestas, las dos tradiciones prácticamente llegan a realizar la misma Verdad. El Nirvana trasciende el dolor y el placer, el nacimiento y la muerte. La beatitud del Nirvana es la más elevada unidad mística con el Liberador. Un místico Hindú, en virtud de su autorrealización, también deviene uno con lo Absoluto, y queda liberado para siempre de las trampas del placer y el dolor, el nacimiento y la muerte.
El misticismo Sufí del Islam se expresa a sí mismo en la más fuerte intoxicación del vital interno y en el amor simbólico cargado de verdad entre la novia y el Prometido. Este tipo de misticismo quizás lo acerca a uno considerablemente más a la posibilidad real de experimentar la unidad con el Uno. Sin embargo también quiere decirnos que el Alá del Corán exige una estricta autodisciplina y una vida autocontrolada. Según sus partidarios, este misticismo conduce finalmente a tener libre acceso a Él, lo cual es un logro muy excepcional.
El resplandeciente misticismo del Judaísmo es la Cábala. Este saber místico está basado en la interpretación oculta de la Biblia, y ha sido exitosamente legado como una doctrina esotérica para el iniciado.
La Cristiandad debe su impulso místico no al Judaísmo sino al mundo Griego. Algunos eruditos son de la opinión de que el Nuevo Testamento está falto de experiencia mística. Me resulta difícil coincidir con ellos. El Nuevo Testamento está repleto de experiencias místicas. Lo que en realidad ellos están echando de menos en el Nuevo Testamento, debido a su inhabilidad para entrar en la profundidad de sus mensajes, es la llave que abre la puerta mística que conduce a la unión con Dios.
En España, Teresa de Ávila ofreció al mundo algo profundamente místico. Su experiencia mística es la más triunfal culminación del matrimonio divino entre el alma aspirante y el Cristo liberador, y es aquí donde la indefensa voluntad implorante del hombre y la omnipotente todo colmadora Voluntad de Dios se abrazan mutuamente.
EL 16. Universidad de Minnesota, Minneapolis, Minnesota, 7 de mayo de 1969↩
From:Sri Chinmoy,Luz oriental para la mente occidental, Agni Press, 1973
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