En el amor humano observamos algo significativo. Cuando amamos a alguien, tratamos de pasar nuestro precioso tiempo con esa persona en particular, o pensando en ella. Nos dedicamos a esa persona. También en la vida espiritual, si amamos realmente a Dios, o a algún Maestro espiritual, entonces naturalmente tendremos el impulso interior de ofrecerle nuestro amor puro y dedicarnos a él mediante nuestra aspiración y autodedicación. De lo contrario, lo que tenemos no es amor verdadero. Incluso el amor humano ofrece libremente su servicio para complacer al ser amado. En la vida espiritual, esta ofrenda de uno mismo tiene que ser mucho más intensa. Debemos estar dispuestos a dar todo lo que tenemos y todo lo que somos a Dios, a nuestro Maestro espiritual, al camino que estamos siguiendo. Esta ofrenda total de uno mismo es devoción.
Pero la liberación completa sólo llega con la entrega a la Voluntad del Infinito. Al entregar nuestra existencia finita al Infinito, nos volvemos conscientemente uno con el Infinito. No estamos entrando en un desconocido o un extraño; el Infinito es nuestro propio poder no realizado. Lo finito siempre ha sido la parte no colmada, no manifestada del Infinito. Como seres humanos ordinarios somos finitos, pero como instrumentos divinos conscientes nunca podemos ser finitos, porque dentro de nosotros ha aflorado la Divinidad resplandeciente del Supremo. Hemos de tener el sentimiento de verdadero amor por el Supremo en nosotros. Entonces tenemos que saber que sólo en la sincera autodedicación nuestro amor encuentra su expresión. Pero a fin de alcanzar la verdadera realización de manera constante y eterna, tenemos que ver y sentir nuestra verdadera unidad con el Absoluto. El corazón tiene la llave secreta para abrir la puerta de la identificación y permitirnos ver nuestra unidad con Dios. Una vez que sentimos nuestra unidad con el Absoluto, tenemos que hacer que esta unidad sea total, permanente y eterna. Para esto necesitamos el mensaje divino de la entrega. Nuestra entrega implícita, sin reservas, inseparable, eterna e incondicional al Supremo es absolutamente necesaria para la realización de Dios. El amor es la primera necesidad. La devoción es la segunda necesidad. La entrega es la tercera y última necesidad. Estos tres pasos nos llevarán de manera rápida, segura y certera a nuestra Meta trascendental.From:Sri Chinmoy,Mente de confusión y corazón de iluminación, vol. 2, Agni Press, 1974
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