Introducción por el autor: Iluminación

Solo hay una cosa en este mundo que merece la pena, y esta es la iluminación. Para tener iluminación, debemos tener sinceridad y humildad. Desafortunadamente la sinceridad lleva mucho tiempo muerta en este mundo y la humildad aún está por nacer. Tratemos de hacer revivir nuestra sinceridad e intentemos, en virtud de nuestra aspiración, acelerar el nacimiento de nuestra humildad. Solo entonces podremos realizar a Dios.

La iluminación no es algo muy lejano. Está muy cerca, está justo adentro de nosotros. En cada momento podemos crecer conscientemente hacia la iluminación mediante nuestro progreso interno. El progreso interno se logra mediante constante sacrificio. ¿El sacrificio de qué? El sacrificio de los pensamientos malos y erróneos y del entendimiento erróneo de la Verdad. El sacrificio y la renuncia van juntos. ¿A qué vamos a renunciar? ¿Al cuerpo físico, a la familia, a los amigos y parientes, a nuestro país, al mundo? ¡No! Tenemos que renunciar a nuestra propia ignorancia, a nuestras propias falsas ideas de Dios y de la Verdad. Asimismo, tenemos que sacrificar a Dios el resultado de cada acción. Cuando le ofrecemos al Piloto Interno el resultado de nuestras acciones, la visión divina deja de ser un clamor lejano.

En nuestra vida cotidiana, hablamos muy a menudo de libertad y esclavitud. Pero la realización dice que no hay tales cosas. Lo que existe verdaderamente es conciencia —conciencia en varios niveles, conciencia disfrutando de sus varias manifestaciones—. En el ámbito de la manifestación, la conciencia tiene diferentes grados. ¿Por qué rezamos? Rezamos porque la oración nos lleva de un grado inferior a un grado superior de iluminación. Rezamos porque nuestra oración nos acerca más a algo puro, hermoso, inspirador y colmador. La iluminación más elevada es la realización de Dios. Esta realización no solo debe producirse en el alma, sino también en el corazón, la mente, el vital y el cuerpo. La realización de Dios es una unión consciente, completa y perfecta con Dios.

Queremos amar al mundo; el mundo quiere amarnos. Queremos colmar al mundo; el mundo quiere colmarnos. Pero no hay un eslabón de conexión entre nosotros y el mundo. Sentimos que nuestra existencia y la del mundo son dos cosas totalmente distintas. Creemos que el mundo es algo separado de nosotros. Pero en eso cometemos un deplorable error. ¿Cuál es el eslabón de conexión adecuado entre nosotros y el mundo? Dios. Si nos aproximamos primero a Dios y vemos a Dios en el mundo, entonces no importa cuantos millones de errores cometamos, el mundo no solo consentirá nuestros errores, sino que también nos amará con toda su alma. Del mismo modo, cuando veamos los defectos, las debilidades y las imperfecciones del mundo, podremos perdonar al mundo y entonces inspirar, energizar e iluminar al mundo, precisamente porque allí sentimos la existencia de Dios.

Si no vemos a Dios en todas nuestras actividades, la frustración se cernirá sobre nuestra vida cotidiana. No importa cuán sinceramente tratemos de complacer al mundo, no importa cuán sinceramente el mundo trate de complacernos, la frustración se hallará entre nuestro entendimiento y el entendimiento del mundo. La fuente de la frustración es la ignorancia. La ignorancia es la madre de la frustración devastadora, la frustración dañina, la frustración ahogadora. Si profundizamos más en ella, vemos que la ignorancia es todo un juego de inconsciencia. La frustración puede ser totalmente retirada de nuestras vidas solo cuando entramos en la Fuente de toda la existencia. Cuando entramos en la Fuente de nuestra propia existencia y de la existencia del mundo, estamos aproximándonos a la Realidad. Esta Realidad es nuestro constante Deleite, y el Deleite es el Hálito de Dios.

Este mundo no es mío ni tuyo ni de nadie. ¡Nunca! Pertenece a Dios y solo a Dios. Así pues, tenemos que ser realmente sabios. Tenemos que acudir primero al Poseedor, no a la posesión. La posesión es impotente; no puede hacer nada por sí misma. Es el Poseedor quien puede hacer lo que quiera con Su posesión. Así pues, primero debemos devenir uno con Dios y entonces, automáticamente, llegaremos a ser uno con Sus posesiones. Cuando devenimos uno con Dios y con Sus posesiones, podemos sentir cierta e inequívocamente que el mundo es nuestro y que nosotros somos del mundo.

La ignorancia y la iluminación son como la noche y el día. Tenemos que entrar primero en la iluminación y después llevar la iluminación a la noche de la ignorancia. Si intentamos iluminar la ignorancia por el camino contrario, la transformación de la ignorancia será difícil, lenta e incierta. Entrar en el campo de la ignorancia es tomar el sendero negativo. Si seguimos el sendero de la oscuridad y tratamos de hallar luz en la oscuridad, estamos tomando el sendero negativo. El mejor camino, el camino positivo para encontrar luz, es seguir el sendero de la luz, más luz, abundante luz, Luz infinita. Si seguimos el sendero de la luz, con toda seguridad la iluminación despuntará en nosotros. Miremos arriba e intentemos hacer descender la Luz de lo alto. En cuanto miramos hacia arriba, la Gracia de Dios desciende. La naturaleza misma de la Gracia de Dios es descender sobre cada individuo en la tierra. Cuando queremos ascender hacia Dios con la ignorancia, es como escalar una montaña con una pesada carga sobre nuestros hombros. Naturalmente es una tarea difícil. En lugar de hacer eso, podemos permanecer a los pies de la montaña y clamar por la Gracia de Dios, la cual está dispuesta y anhelando descender hasta nosotros desde lo más alto. Huelga decir que es infinitamente más fácil para Dios descender hasta nuestra ignorancia que para nosotros ascender hacia Dios con nuestra ignorancia a cuestas.

La iluminación es el conocimiento consciente del alma. La iluminación es la visión consciente de la Realidad que va a ser manifestada. La iluminación es la posibilidad transformada en viabilidad. La iluminación es como la varita mágica de Dios. Un mago ordinario en este mundo utiliza su varita mágica para convertir una cosa en otra. Cuando Dios utiliza la iluminación en el mundo, la conciencia finita de la tierra entra inmediatamente en lo Infinito y se convierte en lo Infinito.

La iluminación es la primera realización que la humanidad tiene del Poder omnipotente, la Compasión ilimitada, la Luz infinita y la perfecta Perfección de Dios. Nuestra iluminación es lo que nos hace sentir lo que Dios realmente es. Antes de la iluminación, Dios es teórico; después de la iluminación, Dios se vuelve práctico. Así pues, la iluminación es el mágico poder divino que nos hace ver la Realidad que en otro tiempo fue imaginación. Cuando la iluminación aparece en un ser humano, Dios deja de ser tan solo una promesa para convertirse en un logro efectivo.

La iluminación está en la mente y en el corazón. Cuando la mente está iluminada nos convertimos en la elección de Dios. Cuando el corazón está iluminado llegamos a ser la Voz de Dios. Aquí, en el cuerpo físico, la mente ha evolucionado considerablemente. Debido a que el hombre ha desarrollado su mente intelectual, ha llegado a ser superior a los animales, ya que el estándar de la mente es superior al estándar del cuerpo o del vital. El hombre ha cultivado la capacidad de la mente, pero no ha cultivado la capacidad del corazón. Cuando cultivemos el corazón, veremos que su capacidad es mucho más grande de lo que habíamos imaginado. Cuando cultivemos en nuestro corazón la percepción inigualable de que somos de la altísima Visión de Dios y para la perfecta Manifestación de Dios, entonces se producirá la iluminación.

—Sri Chinmoy

From:Sri Chinmoy,Las cumbres de la conciencia divina: Samadhi y Siddhi, Agni Press, 1974
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