Nadie es indispensable, es cierto. Pero, al mismo tiempo, cada persona es indispensable siempre y cuando sea absolutamente sincera en su aspiración y en su servicio a la Misión del Supremo. Por orgullo o vanidad, nadie puede sentir que es necesario; pero cada uno es necesario cuando es un instrumento sincero y dedicado escogido por Dios. El Maestro necesita discípulos porque estos son como sus manos, sus extremidades, la expansión de su propia conciencia. Y cuando él recibe la orden desde lo Altísimo, tiene que tratar de encontrar a aquellos que van a ser parte integral de su conciencia para ayudarle a cumplir la orden.
Tradicionalmente, los Maestros espirituales solían decir: «Si tienes algo, los otros están llamados a venir. El estanque no va a la persona sedienta; la persona sedienta viene al estanque». Esto es absolutamente cierto si una persona madura está sedienta. Pero si sientes que la persona sedienta es tan solo un infante, todo es diferente. El bebé llorará en su habitación y la madre tendrá que ir corriendo a alimentarlo. La madre no le dice al bebé: «Tú tienes que venir a mí, puesto que quieres algo de mí». No, la madre deja todo a un lado y acude al bebé. En la vida espiritual también, algunos Maestros sienten la necesidad de salir al mundo, porque el mundo externo es como un bebé en la conciencia. Estos Maestros sienten que hay muchos niños que están implorando la vida espiritual, la sabiduría espiritual, la perfección espiritual, pero no saben dónde o cómo hallarla. Así pues, los Maestros van de un lugar a otro y ofrecen su Luz con la idea de servir a la divinidad en la humanidad. Yo he resultado ser uno de estos. Me desplazo a otros lugares porque siento que hay niños sinceros que necesitan la Luz que el Supremo me ha dado para ofrecer a la humanidad. Por eso voy a Japón, a Europa, y a todos los Estados Unidos —porque siento que el mundo externo es mi niño—.
Cuando el mundo está implorando, si tenemos la capacidad, tenemos que alimentarlo. Si yo tengo la capacidad de darte algo, y también tengo la capacidad de ir y plantarme justo delante de ti, ¿por qué tengo que llamarte a mí? Si tengo la capacidad de ponerme ante ti así como de darte la luz que quieres, entonces debo hacerlo. Si no tengo esa capacidad, entonces tengo que guardar silencio.
Si una persona que se dice un alma realizada siente la necesidad y tiene la capacidad, dejemos que salga al mundo a demostrar la existencia de Dios. Si tiene la capacidad pero no siente la necesidad, dejemos que permanezca donde está. Si no siente la necesidad ni tiene la capacidad de mostrar a Dios al mundo, que no intente entonces demostrar su aspiración y mostrar su emoción. ¿Por qué? Porque Dios no quiere que lo haga. No está colmando a Dios a la Manera de Dios, sino haciendo alarde de sí mismo ante la humanidad y publicitándose ante Dios; ante el ojo del mundo es indeseable; ante el ojo de Dios es imperdonable.
El mundo externo es muy limitado en comparación con el mundo interno. Lo largo y ancho del mundo externo no son más que unos pocos miles de kilómetros, pero el mundo interno es ilimitado. Una persona espiritual siente, en virtud de su propia realización, que todos los mundos son suyos, porque su Maestro, el Supremo, lo abarca todo. Entonces, si el Supremo lo abarca todo, ¿por qué Su hijo no va a ser digno de ir de un lugar a otro?
Hay varias maneras de alimentar al mundo. Escribir es una de ellas; dar conferencias es otra. Si uno tiene muchas capacidades, ¿por qué no iba a emplearlas todas? Algunos Maestros espirituales no poseen estas capacidades externas. Sri Ramakrishna, por ejemplo, no escribía. Pero eso no le impidió realizar lo Altísimo. Al mismo tiempo, aquellos que tienen la capacidad de escribir y dar conferencias, no se ven privados de su realización de Dios.
Dios juega de varias maneras. Si Dios le da a un Maestro espiritual la capacidad de escribir, de dar conferencias, de juntarse con la gente, de viajar de un lugar a otro, eso es asunto de Dios. Lo que el Maestro está consumando es la Voluntad de Dios. Y si Dios no le da al Maestro la capacidad de escribir y hablar, no podemos culpar a ese Maestro o decir que es inferior. Tenemos que saber lo que Dios quiere de nosotros. Si Dios quiere que yo escriba, Él me dará la capacidad. Si Dios no quiere que tú escribas, no te dará la capacidad. En ninguno de los casos podemos criticar. Pero desgraciadamente, nuestra India tradicional ha sido muy, muy estrecha de miras en esta cuestión.From:Sri Chinmoy,Las cumbres de la conciencia divina: Samadhi y Siddhi, Agni Press, 1974
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