A través de la meditación el alma se vuelve plenamente consciente de su evolución en su viaje eterno. En la meditación vemos que la forma evoluciona hacia lo sin forma, lo finito hacia lo Infinito, y vemos que lo sin forma evoluciona hacia la forma y lo Infinito hacia lo finito.
La meditación habla. Habla en silencio. La meditación revela. Revela al aspirante que materia y espíritu son uno, que cantidad y calidad son uno, que lo inmanente y lo trascendente son uno. Revela que la vida nunca puede ser la mera existencia de setenta u ochenta años entre el nacimiento y la muerte, sino que es, más bien, la Eternidad misma. Nuestro nacimiento es un incidente significativo en la propia existencia de Dios. Y así lo es también nuestra muerte. En nuestro nacimiento, la vida vive en el cuerpo; en nuestra muerte, la vida vive en el espíritu.
Meditación: individual y colectiva. Así como lo individual y lo colectivo son uno en esencia, también lo son la meditación individual y la colectiva. Todos somos hijos de Dios. Nuestro cuerpo dice que somos humanos. Nuestra alma dice que somos divinos.
No importa si somos humanos o divinos, somos uno, inevitablemente y eternamente. Somos las partes inseparables de la totalidad. Completamos la totalidad.
Vasto es el océano. Tu ves una parte. Él ve otra parte. Yo veo otra parte. Mas la extensión completa del océano está más allá de nuestro alcance. Nuestra visión es limitada. Pero la porción que ve cada uno de nosotros no está ni puede estar separada del océano entero.
¿Qué produce una orquesta? Produce una unidad sinfónica. Notas diferentes de distintos instrumentos forman la sinfonía. Igual que cada instrumento toca sus propias notas, cada individuo puede meditar a su propia manera. Pero finalmente todos llegarán a la misma meta y a la realización fundamental de la unidad. Y esta realización no es otra cosa que la liberación –liberación de la esclavitud, la ignorancia y la muerte.
Tat twam asi: “Eso eres Tú”. Este es en verdad el secreto que puede ser revelado en la meditación. Este “Tú” no es el hombre externo. Este “Tú” es nuestra alma, nuestra divinidad interna. La naturaleza no iluminada y no divina en nosotros intenta hacernos sentir que el cuerpo es todo. Nuestra naturaleza iluminada y divina nos hace sentir que nuestra alma, la cual no tiene ni principio ni fin, es todo. En verdad, es el alma el hálito de nuestra existencia, tanto en el Cielo como en la tierra.
El conocimiento de uno mismo y el Conocimiento universal no son cosas diferentes. Todo lo que hay en el universo deviene nuestro en el momento en que realizamos nuestro Ser. ¿Y qué es el universo? Es la expresión externa de nuestros logros internos. Nosotros somos nuestros propios Salvadores. Dentro de nosotros se halla nuestra salvación. Somos nosotros quienes tenemos que trabajar por nuestra salvación. Somos nosotros los constructores de nuestro propio destino. Culpar a los demás por las condiciones desfavorables de nuestras vidas, está por debajo de nuestra dignidad. Desgraciadamente, este acto de culpar a los demás es una de las enfermedades más antiguas del hombre. Adán culpó a Eva por su tentación. Pobre Eva, ¿qué podía hacer ella? Culpó también a otro. No, no debemos hacer eso. Si la acción es nuestra, la responsabilidad también es nuestra. Intentar escapar de las consecuencias de nuestras acciones es sencillamente absurdo. Pero estar libre de cometer equivocaciones es sabiduría; es verdadera iluminación. Las pruebas y aflicciones están dentro y fuera de nosotros. Nosotros simplemente tenemos que ignorarlas. Si este acto de ignorarlas no resulta efectivo, debemos afrontarlas. Si eso tampoco es suficiente, tenemos que conquistarlas aquí y ahora. El problema capital es cómo conquistar las pruebas y aflicciones. Podemos conquistarlas únicamente por nuestra constante aspiración y meditación. No hay sustituto, no hay alternativa.
De la meditación, cuando es profunda e intensa, obtenemos conocimiento espiritual y devoción pura, los cuales no sólo actúan a la vez sino también en armonía. El sendero del Bhakti, la devoción, y el sendero del Jnana, el conocimiento, nos conducen en última instancia a la misma meta. La devoción no es fe ciega. No se trata de una absurda adherencia a nuestro sentimiento interior; es un proceso incomparable de despliegue espiritual. El conocimiento no es algo árido; tampoco es un poder agresivo. El conocimiento es el alimento que energiza nuestra existencia terrenal y celestial. La devoción es Deleite. El conocimiento es Paz. Nuestro corazón necesita Deleite y nuestra mente necesita Paz, del mismo modo que Dios nos necesita para manifestarse y nosotros necesitamos a Dios para completarnos.
Meditación: individual y colectiva. Es fácil meditar individualmente. El aspirante es afortunado porque ninguna tercera persona se interpone entre él y la Gracia de Dios. Es fácil meditar colectivamente. Un estudiante naturalmente recibe alegría cuando está estudiando con otros en la clase. En este caso, el aspirante también es afortunado puesto que la sincera aspiración de los otros buscadores puede inspirarle.
Es cierto, hay dificultades en meditar individualmente, ya que la pereza puede atormentar al aspirante. Es cierto, hay dificultades en meditar colectivamente, porque hay todas las posibilidades de que la ignorancia y las debilidades de los demás puedan atacar inconscientemente al cuerpo, la mente y el corazón del aspirante.
Ya sea que meditemos individual o colectivamente, sólo hay una cosa que debemos hacer sin falta: tenemos que meditar conscientemente. Hacer un esfuerzo inconsciente es como si uno se fuerza a jugar al fútbol a pesar de su total desgana. Uno juega, pero no obtiene alegría. El esfuerzo consciente es como jugar al fútbol con el mayor gusto. Uno obtiene así verdadera alegría. De manera similar, la meditación consciente nos proporciona Deleite interno desde nuestra alma.
Por último, todo ser humano debe tener el espíritu de un héroe divino. Si se le abandona en el bosque más espeso, debe tener la fortaleza interior de meditar sin miedo; si se le pide que medite en Times Square, en medio de una multitud de personas, debe tener la fortaleza interior de meditar sin ser perturbado en lo más mínimo. Ya sea solo o con otros, el aspirante debe habitar en su meditación, imperturbable y sin temor.From:Sri Chinmoy,Yoga y vida espiritual. El viaje del alma de la India., Tower Publications, Inc., New York, 1971
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