VI. La reencarnación: el gran peregrinaje

¿Cuál es el propósito de la reencarnación?

Sri Chinmoy: En el transcurso de una vida en la tierra, no podemos hacerlo todo. Si permanecemos en el mundo del deseo, nunca seremos capaces de colmarnos. De pequeños teníamos millones de deseos; incluso cuando llegamos a los setenta vemos que un deseo en particular no ha sido satisfecho y nos sentimos desgraciados. Cuantos más deseos satisfacemos, más deseos tenemos. Queremos una casa, luego dos casas; un coche, luego dos coches, etcétera. No hay límite para este proceso. Una vez que nuestros deseos son colmados, vemos que todavía nos sentimos insatisfechos y entonces nos volvemos víctimas de otros deseos o de deseos mayores.

Pero, actualmente, Dios es lo más querido para nosotros. ¿Creéis que Dios nos va a permitir permanecer insatisfechos? ¡No! El propósito mismo de Dios es colmar a cada individuo y a Sí mismo a través de nosotros. Nos hará regresar una y otra vez a la tierra para realizar nuestros deseos. Si alguien desea ávidamente llegar a ser millonario en esta encarnación, y al término de su viaje ve que no lo ha conseguido, si su deseo es verdaderamente intenso, tendrá que seguir regresando hasta lograrlo. Pero, al hacerse millonario, se dará cuenta de que sigue siendo un mendigo en cierto sentido, porque no tendrá paz mental. Sin embargo, si entra en el mundo de la aspiración, tal vez no tenga dinero, pero tendrá paz mental, y ésta es la verdadera riqueza.

Si vamos a través de los deseos, veremos que éstos forman una procesión sin fin. Pero si vamos a través de la aspiración, podremos observar el todo, fundirnos en el todo y, por último, convertirnos en el todo. Sabemos que si podemos realizar a Dios, encontraremos todo en Él, porque todo existe en Dios. De este modo, abandonamos finalmente el mundo del deseo y entramos en el mundo de la aspiración. Allí, reducimos nuestros deseos y pensamos más en la Paz, la Dicha y el Amor divino. Obtener un poco de Paz, una gota de néctar, puede llevar años y años. Pero una persona espiritual está dispuesta a esperar indefinidamente la Hora de Dios para colmar su aspiración. Y su aspiración de lograr esta Paz, Luz y Dicha no será en vano.

Ahora bien, si nuestro objetivo es fundirnos con lo Más Elevado, con lo Infinito, lo Eterno, lo Inmortal, naturalmente, el breve período de una vida no es suficiente. Por otra parte, Dios no nos permitirá quedar insatisfechos. En nuestra próxima encarnación proseguiremos nuestro viaje. Somos viajeros eternos, debemos continuar, continuar hasta alcanzar nuestra Meta. La Perfección es el objetivo de cada aspirante. Intentamos perfeccionamos en un mundo imperfecto. Y esta Perfección última nunca podemos obtenerla en una sola vida.

A través de la aspiración y la evolución, el alma desarrolla la plena posibilidad de realizar lo Altísimo y satisfacer al Divino. En primer lugar, el físico, lo humano en nosotros, debe aspirar a unirse con el alma, lo Divino en nosotros. Actualmente, el cuerpo no sigue los mandatos del alma. Es decir, la mente física se rebela. Las operaciones de la mente encubren el propósito divino del alma, y ésta no puede pasar a primer plano. En el estadio actual de la evolución, la mayoría de las personas no es consciente o ignora los deseos y las necesidades del alma. Tienen deseos, ansiedad por triunfar, tensiones y excitación. Todo esto se deriva del vital o del ego, mientras que todo lo que es hecho con la conciencia del alma está siempre lleno de alegría. A veces, oímos los dictados del alma o el mensaje de nuestra conciencia y, aún así, no hacemos o decimos lo correcto. No, la mente física es débil; somos débiles. No obstante, si empezamos a aspirar con la mente, y luego vamos más allá de ella hacia el alma, podremos fácilmente oír sus dictados y obedecerlos.

Llegará un día en que el alma se halle en posición de ejercer sus cualidades divinas y hacer sentir al cuerpo, a la mente y al corazón que necesitan descubrirse a sí mismos. El físico y el vital querrán escuchar conscientemente al alma y ser instruidos y guiados por ella. Entonces, aquí, en lo físico, tendremos una naturaleza inmortalizada, una vida inmortal, porque el alma estará total e inseparablemente unida al Divino en la tierra. Será el momento de ofrecer al mundo entero nuestra riqueza interior y manifestar las potencialidades de nuestra alma.

Muy a menudo sucede que la realización tiene lugar en una encarnación, pero para la manifestación el alma debe descender repetidas veces a la tierra. Mientras no revelemos y manifestemos la altísima Divinidad que hay en nosotros, nuestro juego no habrá terminado. No hemos finalizado nuestro papel en el Drama cósmico; por ello debemos regresar al mundo una y otra vez. Pero en el transcurso de la evolución, en una de sus encarnaciones, el alma realizará y manifestará plenamente al Divino en el físico y a través del físico.