Capítulo XVI: Fuerzas divinas y no divinas

El mundo, el temor y la esclavitud gozan de la más profunda intimidad. Quien piensa en Dios es, finalmente, amado por el mundo. Quien ama a Dios no tiene temor. Trasciende la esclavitud.

Quien piensa que el placer sensual y el gozo supremo son idénticos, está totalmente equivocado. La autocomplacencia y la Meta de la vida nunca podrán encontrarse y nunca se encontrarán.

Para ver a Dios hay que ser práctico, absolutamente práctico, tanto en el mundo de la realización, como en el mundo de la manifestación. Nadie puede ser más práctico que quien está dotado de cualidades espirituales. Su vida está guiada, protegida e iluminada por las fuerzas divinas.

El temor teme permanecer con quien tiene perfecta fe en Dios. Su corazón es pureza. Su mente es libertad. ¿Falsedad? No sabe lo que es. Utiliza su amor para amar a la humanidad. Solo espera amor a cambio si es esa la Voluntad de Dios. Ofrece su servicio al Supremo en la humanidad, habiendo destruido por completo la raíz de la expectativa, es más, del árbol de la tentación, con la afilada hacha de la luz de su sabiduría.

"El deleite de la devoción y el silencio de la meditación respiran constantemente en él.
  La violencia es demasiado débil para penetrar su fortaleza de pensamiento, palabra y obra.
  Purísima sinceridad tiene. Poderosísimo autosacrificio es.
  No ostenta corona humana alguna, sino una corona hecha por Dios y que el propio Dios aprecia. El nombre de esta corona divina es humildad."

Quien es devorado por las fuerzas no divinas, no tan solo no es espiritual, sino impráctico, en el más puro sentido de la palabra. Nunca puede estar solo, aunque lo desee. La vanidad, la ira, la ostentación y el ego le despiertan de su letargo y le obligan a bailar con ellos. Secreta, pero velozmente, aparece la ignorancia, se une a ellos en su baile y luego, alegre y triunfalmente, les enseña el baile de la destrucción.

Utiliza su ego para comprar el mundo, su ira para debilitarlo y castigarlo, su vanidad y ostentación para triunfar sobre él. Se ofrece conscientemente a la glorificación del placer sensual. Desgraciadamente, no es capaz de contar sus proyectos imaginarios, pues son incontables, innumerables. Lo que es absolutamente suyo y lo que él infaliblemente es, es su autoalabanza.

Les dice a la caridad y a la filantropía: «Mirad, os voy a enviar a las dos al mundo. Recordad, no os regalo al mundo. Traedme de él renombre y fama. ¡Regresad pronto!».

La caridad y la filantropía obedecen humildemente su mandato. Van corriendo hacia el mundo. Tocan el mundo. Alimentan el mundo. No olvidan traer para a su amo el renombre y la fama del mundo. El amo recibe su codiciado premio: renombre y fama. Pero, ¡ay!, para su total asombro, tras el renombre y la fama, viene la futilidad.

Su vida es el nexo entre el pecado y el infierno. ¿Qué es el pecado? El pecado es el sabor de la imperfecta ignorancia. ¿Qué es el infierno? El infierno es la despiadada tortura de los deseos insatisfechos y el afectuoso abrazo de la ignorancia completado.

Al principio, el buscador debe considerar por separado la ignorancia y el conocimiento. Más adelante, comprende que Eso existe tanto en la ignorancia como en el conocimiento. Encendamos nuestra llama de aspiración con la sabiduría espiritual del Isha Upanishad. «Avidyaya mrityum tirtha» «A través de la ignorancia, penetra más allá de la muerte, a través del conocimiento, disfruta de la Inmortalidad».

El capítulo se cierra con la palabra shastras (escrituras). Los shastras no deben ser ridiculizados. Los shastras son las consecuciones externas de las experiencias y realizaciones internas de los videntes de la Verdad. La meta suprema no es para quienes menosprecian las experiencias espirituales y las realizaciones de los videntes del venerable pasado. Cometen un inmenso error si creen, basados en sus impulsos vitales, que pueden practicar la meditación y aprender los secretos de la disciplina interna sin ayuda. La guía personal es imperativa.

Es fácil decir: «Sigo mi propio camino». Más fácil es engañarse a uno mismo. Aún más fácil es matar de hambre a la divinidad interna que quiere revelarse y manifestarse.

El Maestro ordena al estudiante:

"«Oh mi Arjuna, sigue los shastras»."

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971