El Príncipe

"Cuando «Acudo al Buddha por refugio», Él me bendice.
  Cuando «Acudo a la Ley Interna por refugio», Él me ilumina.
  Cuando «Acudo a la Orden por refugio», Él me utiliza."

Siddhartha lo hizo. Abandonó su vida familiar y entró en el estado de mendicante. El Supremo lo hizo. Puso al Buda en el corazón ferviente de la humanidad, en el regazo del amor universal.

Vio y rechazó la tentación. Sintió y vivió la austeridad. Realizó y ofreció el Camino Medio.

El Omnipotente hizo dos cosas. A través de Siddhartha Gautama, reveló el ideal de perfección en un ser humano. A través del Buda, reveló Su Iluminación y Compasión en un Ser divino.

El Buda desechó la casta. Él enseñó. Los caídos aprendieron de Él el valor del respeto a uno mismo. Los inflexibles aprendieron de Él la necesidad de la humildad.

Nirvana es un poder milagroso. Negativamente complace a las almas que quieren «extinción». Positivamente complace a las almas que anhelan la Dicha última y trascendental.

El Buda no se opuso a la religión hindú. Él se opuso a las perversiones y corrupciones hindúes. Nunca estuvo avergonzado de la religión hindú. Pero estaba completamente avergonzado de algunas de sus formas y métodos.

El Buda no tuvo Dios. Pero tuvo la Divinidad en su más plena medida.

"Con Su Corazón, el Insondable fue al Buda.
  Con Su Mente, el Incognoscible fue al Buda.
  Con Su Deleite, el Trascendental fue al Buda."

El hinduismo es el árbol. El budismo es su rama más grande. El hijo descubrió que su madre no era perfecta y decidió vivir sin su ayuda.

El budismo dio nacimiento a dos escuelas de pensamiento: Hinayana y Mahayana. Hinayana o Theravada confía en la autodependencia. Mahayana confía en la Gracia.

Hinayana anhela la salvación individual. Mahayana anhela la salvación colectiva.

Hinayana siente que sólo los monjes están facultados para rezar por la Verdad última. Mahayana siente que no sólo los monjes sino también los laicos están facultados para rezar por la Verdad última.

La meditación da la iluminación, siente un Hinayanista. La meditación, la oración y la invocación, todo ello da la iluminación, siente un Mahayanista.

Un Hinayanista se sienta a los pies de la enseñanza de Buda, siguiendo el consejo de que uno mismo debe resolver su propia salvación.

Un Mahayanista se sienta a los pies de la personalidad terrenal de Buda, siguiendo el consejo de que uno no debería atravesar el Portal de la Dicha trascendental hasta que todas y cada una de las almas hayan sido liberadas.

Cierto, el Budismo ya no está vivo en su tierra de nacimiento. Pero la Madre India está plenamente orgullosa de su Príncipe y siempre atesora a su Maestro iluminador del mundo. Su afectuoso sentimiento es: mi Buda es un hijo rebelde. Mi Buda es un gran contribuidor. Mi Buda es un gran reformador.

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971