Ser divinamente grande

Ser divinamente grande es servir. Ser supremamente bueno es amar. Ser eternamente perfecto es clamar internamente sin descanso. Estar satisfecho a la Manera propia de Dios es devenir, consciente y constantemente, en un corazón rebosante de gratitud.

Lo humano en mí desea la grandeza. Lo divino en mí anhela la bondad. El Dios aspirante y ascendente en mí añora la perfección. El Dios amante y manifestante en mí implora la satisfacción.

Deseo llegar a ser un amigo muy íntimo y vitalicio de la grandeza, la bondad, la perfección y la satisfacción, pues a través de ellas, mi Amado Supremo sonreirá Su Sonrisa eterna y bailará Su Danza inmortal en mí y para mí. Que nuestra amistad no sólo complazca a lo humano y a lo divino en nosotros, sino que también complazca y colme a nuestro Amado Supremo en lo profundo de nosotros.

12:35
18 de julio, 1977
Centro Sri Chinmoy
Jamaica, New York