Pregunta: ¿Podría hablar sobre el papel que desempeña el deseo en el movimiento hacia la realización de Dios?
Sri Chinmoy: En nuestra experiencia cotidiana, a menudo sentimos que el deseo es una cosa y Dios es otra. El deseo, decimos, es malo en la vida espiritual, porque cuando deseamos algo, sentimos que es el objeto mismo lo que deseamos. Es cierto que solo mediante la aspiración podemos realizar a Dios, pero hemos de saber que Dios reside en nuestro deseo al igual que en nuestra aspiración. Cuando llegamos a comprender que el deseo también tiene su existencia en Dios, logramos nuestra primera iluminación.Nuestra travesía terrenal comienza con el deseo, y en la vida ordinaria no podemos vivir sin ello. Pero si sentimos que no estamos listos para la vida espiritual simplemente porque estamos repletos de deseos, entonces quisiera decir que nunca estaremos listos para la vida espiritual. Tenemos que comenzar nuestra travesía espiritual aquí y ahora, incluso mientras estamos caminando por el sendero del deseo.
Consideremos el deseo como un objeto y tratemos de sentir el Hálito de Dios en su interior. Lenta e inequívocamente el Hálito de Dios emergerá y transformará nuestro deseo en aspiración. Entonces, si aplicamos este proceso también a la aspiración, llegaremos a sentir que nuestra aspiración y nuestra existencia terrenal nunca pueden estar separadas.
Hay dos tipos de personas en la tierra que carecen de deseos: los que son almas liberadas y los que tienen un alma embotada, inerte, sin vida. Las almas liberadas se han emancipado de las ataduras, limitaciones e imperfecciones. Han llegado a quedar libres de ignorancia y han llegado a ser uno con sus almas en la iluminación trascendental. Por otra parte, algunos seres humanos no quieren nada de la vida. Tan solo se regocijan en los placeres de la ociosidad y el letargo; no tienen aspiración a nada. De manera que nunca, nunca tendrán iluminación.
En cierta ocasión, un joven preguntó al gran héroe espiritual Swami Vivekananda cómo podía realizar a Dios. Vivekananda le dijo: «A partir de ahora, comienza a decir mentiras». El joven dijo: «¿Quieres que diga mentiras? ¿Cómo voy a realizar a Dios entonces? Eso va en contra de los principios espirituales». Pero Vivekananda le dijo: «Lo sé mejor que tú. Sé cuál es tu nivel. No te mueves ni una pulgada; eres inútil, estás prácticamente muerto para la vida ordinaria, y no hablemos de la vida espiritual. Si empiezas a decir mentiras, la gente te pinchará y te golpeará, y entonces ejercerás tu propia personalidad. Primero has de desarrollar tu propia individualidad y personalidad. Entonces llegará el día en que tendrás que rendir tu individualidad y personalidad a la Sabiduría divina, la Luz y la Dicha infinita. Pero primero tienes que comenzar tu viaje».
Hay otra historia de un hombre que acudió a Swami Vivekananda y le preguntó sobre la realización de Dios. Vivekananda le dijo: «Ve y juega al fútbol. Podrás realizar a Dios antes si juegas al fútbol que si estudias el Bhagavad Gita». Para realizar a Dios se requiere fuerza. No tiene porque ser la fuerza de un boxeador o un levantador de pesos, pero la cantidad de fuerza requerida para la vida cotidiana normal es absolutamente necesaria.
Hay algunas personas desequilibradas que sienten que realizarán a Dios caminando por las calles como vagabundos o torturando su cuerpo y permaneciendo débiles. Consideran su debilidad física como la precursora de su realización de Dios. El gran Señor Buda probó el camino de la automortificación, pero llegó a la conclusión de que el camino del medio, sin extremos, es el mejor. Tenemos que ser normales; tenemos que ser saludables en nuestra vida cotidiana. La aspiración no es una cosa y nuestro cuerpo físico otra. ¡No! La aspiración de nuestro corazón y nuestro cuerpo físico van juntas; la aspiración física y la aspiración psíquica pueden y deben discurrir juntas.