Mi humildad

Dios es mi superior, mi único superior. Soy humilde ante Él. Este es mi deber supremo. Los hijos de Dios son mis semejantes. Soy humilde ante ellos. Esta es mi necesidad más grande. El orgullo es mi inferior. Soy humilde ante el orgullo. Esta es mi más cierta seguridad.

Mi humildad no es negación de mí mismo. Mi humildad afirma en silencio lo que verdaderamente tengo en mi mundo externo y lo que ciertamente soy en mi mundo interno.

Mi humildad no es mi abstinencia de amor a mí mismo. Me amo. Realmente me amo. Me amo porque en mí respira orgullosa la más alta Divinidad.

El engreimiento me dice que puedo fácilmente destruir el mundo. La auto-explotación me dice que el mundo está a mis pies. Mi humildad me dice que no tengo ni la capacidad ni el deseo de destruir el mundo. Mi humildad me dice que el mundo y yo tenemos la capacidad verdadera y el deseo sincero de clamar por la perfección perfecta. Además mi humildad me dice que el mundo no está a mis pies, ni mucho menos. Yo llevo al mundo devotamente hacia su realización de sí mismo. El mundo me lleva amorosa y abiertamente hacia mi manifestación de mí mismo.

Cuando soy todo humildad, ni subestimo ni sobrestimo mi vida. Lo que hago es juzgar mi vida con exactitud, de la manera que mi Señor Supremo juzga mi vida.

La dueña de mi alma es la Divinidad.
La dueña de mi corazón es la sinceridad.
La dueña de mi mente es la claridad.
La dueña de mi vital es la capacidad.
La dueña de mi cuerpo es la pureza.

Sri Chinmoy, Cantos del alma, Herder and Herder, 1971