3 - MUERTE Y REENCARNACIÓN

¿Es la muerte el final?

La muerte no es el final. La muerte nunca puede ser el final. La muerte es el camino. La vida es el viajero. El alma es el guía.

Cuando el viajero está cansado y exhausto, el guía le dice que se tome un corto o un largo descanso, y después la travesía del viajero comienza otra vez.

En la vida común, cuando una persona no aspirante se recrea en el cieno de la ignorancia, esa es la victoria real de la muerte. En la vida espiritual, cuando un aspirante no implora una luz, una dicha y un poder superiores, ese es el nacimiento de su muerte.

¿Qué podemos aprender de la vida interna, la vida que desea la extinción de la muerte? La vida interna nos dice que la vida es divinamente preciosa, que el tiempo es fructíferamente precioso. La vida sin la aspiración del tiempo carece de significado. El tiempo sin la aspiración de la vida es inútil.

Nuestra mente piensa en la muerte. Nuestro corazón piensa en la vida. Nuestra alma piensa en la inmortalidad. La mente y la muerte pueden ser trascendidas. El corazón y la vida pueden ser expandidos. El alma y la inmortalidad pueden ser colmadas.

¿Qué es la muerte, al fin y al cabo? La muerte es un niño dormido. ¿Y qué es la vida? La vida es un niño que está jugando, cantando y danzando en todo momento ante el Padre. La muerte es el niño dormido dentro del corazón del Piloto Interno. La vida es inspiración. La vida es aspiración. La vida es realización. La vida no es la mente razonadora. La vida no es la mente intelectual. La vida no es un juego de frustración. No, la vida es el mensaje de la divinidad en la tierra. La vida es el canal consciente de Dios para colmar la divinidad en la humanidad sobre la tierra.

Llegará un momento en que el descanso no será necesario en absoluto. Solo la Vida reinará suprema —la Vida del Más Allá—. Esta Vida no es, ni puede ser, el monopolio de un individuo. Cada ser humano ha de ser inundado por esta Vida del Más Allá en continua trascendencia, porque es en esta Vida Divina donde Dios Se manifestará sin reservas —aquí, sobre la tierra—.