La muerte y el alma

Tengo dos habitaciones: el cuarto de estar y el dormitorio. En mi cuarto de estar trabajo y converso con las personas; aquí las personas tienen que verme y yo he de tratar con ellas. A esa habitación la llamo vida. En la otra habitación, donde duermo, no necesito trabajar ni hablar con nadie, puesto que allí voy a descansar durante un tiempo más o menos largo. Allí la vida, en el sentido común del término, no necesita mostrarse. Por tanto, a esa habitación la llamo muerte. No hace falta decir que esa habitación también es mía.

Temes a la muerte porque sientes que la muerte no es tuya, mientras que la vida sí lo es. Piensas que la vida es el hogar, que es familiar, mientras que la muerte es una tierra extraña, totalmente desconocida. Pero no es cierto; tanto la vida como la muerte, están en ti.

En nuestra vida interna o espiritual, llamamos «muertas» a aquellas almas que no están aspirando o progresando en absoluto. ¿Qué necesita la persona que quiere aspirar y progresar? Conciencia. Uno ha de ser consciente, plenamente consciente de la mente, del vital y del físico, y volverse hacia el interior con el propósito de sentir, ver y crecer en el deleite siempre energizante y transformador del alma.

La muerte es inevitable porque nuestro cuerpo actual es imperfecto. Rehúsa crecer divinamente e interminablemente. No se abre a la Vida eterna. Pero no vamos a sufrir siempre esta limitación, el cuerpo llegará a ser más consciente; el cuerpo mismo aspirará a que descienda más y más Luz, Dicha, Paz y Poder en su existencia interna y externa, y finalmente llegará a la perfección. En ese momento, la muerte no será inevitable. En verdad, la muerte misma morirá.

Por ahora, el cuerpo muere y el alma se toma un descanso. Pero el alma no se olvida de llevar consigo la esencia de las vivencias que adquirió mientras estaba en la tierra de los vivos. Mientras se toma un descanso, asimila la esencia de su pasado; cuando termina la asimilación, empieza a prepararse para un nuevo viaje. Entonces comienza a elegir su nuevo nacimiento, nuevo entorno, nuevas circunstancias, nueva personalidad y nueva misión. Después, el alma va al Supremo para obtener Su aprobación divina y descender de nuevo al mundo físico.

El nacimiento y la muerte son inseparables. El nacimiento precede a la muerte; la muerte sucede al nacimiento. Lo que necesitamos para conectar ambos, el nacimiento y la muerte, es la Vida. Curiosamente, esta Vida ya existía antes de nuestro nacimiento, existe entre nuestro nacimiento y nuestra muerte, y existirá después de la muerte, alargando sus brazos extendidos hacia la Eternidad, la Infinitud y la Inmortalidad.

Un buscador avanzado ve y siente que en cada momento está viviendo un nuevo nacimiento y una nueva muerte, a medida que su alma se mueve de una momentánea experiencia a la otra. La Vida eterna de Dios permeará nuestra existencia humana, cuando el cuerpo, el vital y la mente vivan en el alma y experimenten, o mejor dicho, se conviertan en la experiencia permanente del Supremo, únicamente entonces.