El papel de la pureza en la vida espiritual

¡Pureza! ¡Pureza! ¡Pureza! Te amamos. Te queremos. Te necesitamos. ¡Permanece en nuestros pensamientos! ¡Permanece en nuestras acciones! ¡Permanece en el respirar de nuestra vida!

¿Cómo ser puros? Podemos ser puros mediante el autocontrol. Podemos controlar nuestros sentidos. Es increíblemente difícil, pero no imposible.

«Voy a controlar mis sentidos. Voy a conquistar mis pasiones». Este planteamiento no puede brindarnos lo que queremos realmente. El león hambriento que vive en nuestros sentidos y el tigre hambriento que vive en nuestras pasiones no nos van a abandonar por el mero hecho de repetir el pensamiento: «Voy a controlar mis sentidos y voy a conquistar mis pasiones». Este planteamiento no es válido.

Tampoco es aconsejable pensar siempre en nuestra impureza y cavilar sobre ella. Si meditamos en lo positivo —es decir, en la luz— entonces la luz descenderá sobre nosotros. Pero si pensamos constantemente en la noche y tenemos miedo a la noche, entramos inconscientemente en su dominio. En cualquier momento que pensamos en la noche, en la oscuridad en nuestro interior, entramos en el dominio de la noche. Pero si pensamos siempre en la luz, que es, al fin y al cabo, nuestra genuina alegría y salvación, estamos corriendo hacia nuestra Meta destinada.

Lo que debemos hacer es fijar nuestra mente en Dios. Para nuestra completa sorpresa, el león y el tigre de la impureza, ahora amansados, nos abandonarán por propio acuerdo cuando vean que nos hemos vuelto demasiado pobres para alimentarlos. Aunque, de hecho, no nos hemos empobrecido en lo más mínimo. Al contrario, nos hemos hecho infinitamente más fuertes y ricos, puesto que la Voluntad de Dios energiza nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón. Fijar nuestro cuerpo, mente y corazón en el Divino es el planteamiento correcto. Cuanto más cerca estamos de la Luz, más lejos estamos de la oscuridad.

La pureza no viene de una sola vez. Requiere tiempo. Debemos ahondar profundo en nuestro interior y abandonarnos con fe implícita en la contemplación de Dios. Entonces, no necesitamos acudir a la pureza; ella vendrá a nosotros. Y no vendrá sola, traerá consigo alegría perdurable. Esta alegría divina es el único propósito de nuestra vida. Dios Se revela plenamente y Se manifiesta sin reservas únicamente cuando tenemos esta alegría interna.

El mundo nos da los deseos. Dios nos da las plegarias. El mundo nos da las ataduras. Dios nos da la liberación: liberación de las limitaciones, liberación de la ignorancia.

Nosotros somos los jugadores. Podemos jugar al fútbol o al cricket; somos libres de elegir. Del mismo modo, nosotros podemos elegir jugar con la pureza o con la impureza. El jugador es el dueño del juego, y no al revés.

No dejemos que nada nos perturbe. Dejemos que la impureza de nuestro cuerpo nos recuerde a la espontánea pureza de nuestro corazón. Dejemos que nuestros finitos pensamientos externos nos recuerden a nuestra infinita voluntad interna. Dejemos que las fecundas imperfecciones de nuestra mente nos recuerden a la ilimitada perfección de nuestra alma.

El mundo de hoy día está lleno de impureza. Parece que la pureza sea una divisa de otro mundo. Es difícil obtener esta pureza, pero una vez que la tenemos, la paz es nuestra, el éxito es nuestro. Enfrentémonos al mundo. Tomemos la vida como viene. Nuestro Piloto Interno está constantemente vigilante. Las corrientes ocultas de nuestra vida interna y espiritual fluirán siempre inadvertidas, sin obstrucción y sin temor, una vez que la pureza sea nuestra.