Mi orgullo humano y mi orgullo divino

Mi orgullo humano siente que puedo hacerlo todo. Mi orgullo divino, el orgullo que se ha rendido a la Voluntad de Dios, sabe que puedo hacer todas las cosas únicamente cuando estoy inspirado, guiado y modelado por el Supremo.

Mi orgullo humano quiere que el mundo me comprenda —mi amor, mi ayuda, mi sacrificio. Mi orgullo divino, que es el sentimiento de unidad con todos en Dios, no desea que el mundo comprenda mis actividades desinteresadas. Siente que si Dios me comprende y conoce mis motivos, no puede haber una recompensa mayor.

Mi orgullo humano bebe el agua caliente de la vida —los sufrimientos, las luchas y las dudas— sin cuchara. El resultado es que me quemo seriamente la lengua. Mi orgullo divino bebe la misma agua caliente, incluso en cantidad infinitamente mayor, pero usa una cuchara para beberla. Así no sufro. Y esta cuchara es la cuchara de la Liberación, liberada de los grilletes de la ignorancia.

Mi orgullo humano tiene miedo a decir, y vergüenza de hacer muchas cosas. Mi orgullo divino no tiene miedo a decir nada ni se avergüenza de hacer nada, pues sabe que Dios es al mismo tiempo el Hacedor y la Acción. Pregunta: «¿De quién voy a tener miedo, de qué voy a estar avergonzado?».

Mi orgullo humano aplasta a la humanidad con el poder adquirido por el ser humano. Mi orgullo divino libera a la humanidad con el Poder otorgado por Dios.

Cuando digo que Dios me pertenece y que puedo utilizarlo a mi antojo, albergo mi orgullo humano. Pero cuando digo que soy de Dios y que mi existencia misma está a Su instancia y a Sus Pies, atesoro el orgullo divino.

El mundo material le dice a mi orgullo humano: «Triunfaremos, o fracasaremos y pereceremos». El mundo espiritual le dice a mi orgullo divino: «Juntos nos esforzaremos, juntos triunfaremos».