6.4 - Disciplina espiritual

La práctica espiritual

Cualquier método de disciplina espiritual tendrá dos alas inevitables e inseparables: la absoluta paciencia y la firme resolución.

Un progresivo autofrecimiento y una absoluta confianza en Dios pueden desafiar fácilmente a la fuerza de la imposibilidad en el propio viaje espiritual.

Da únicamente tres pasos adelante y has ganado a Dios. Ahora bien, ¿cuáles son los tres pasos? El primer paso es la aspiración. El segundo paso es el autofrecimiento. El tercer paso es la confianza en lo Divino en uno mismo.

En las primeras etapas de la práctica espiritual, abandonarlo todo al Divino y pensar que el esfuerzo personal es innecesario, es como querer bailar antes de poder caminar.

Tapasya (la disciplina intensa o austera) le dice al aspirante: «Haré que veas a Dios». La entrega le dice al aspirante: «Haré que Dios te vea».

La fidelidad es la única llave que tanto tapasya como la entrega poseen para abrir la Puerta de Dios.

En el análisis final, nunca puede hacerse distinción alguna entre tapasya y entrega. La entrega, cuando es completa y efectiva, es el resultado de la más ardua tapasya, y de ninguna otra cosa.

Cuanto más completa la entrega del aspirante, más brillante la sonrisa de su ser psíquico.

La entrega está afectuosamente influenciada por el ser psíquico. El conocimiento está audazmente influenciado por la voluntad.

La entrega es la red más adecuada para atrapar al Divino. Es a la vez poder y sabiduría en acción.

La obediencia espontánea es la cáscara. La entrega consciente es el grano de arroz.

La entrega exigente le dice a Dios: «Padre, Te estoy mirando. Complácete en mirarme. Mirémonos el uno al otro». La entrega devota le dice a Dios: «Padre, no necesito mirarte. Con que Tú me míres, ya será suficiente».

Hay tres maneras de colmar la necesidad del alma: bien el aspirante da un paso adelante para ver al Divino o bien el Divino da un paso adelante para hacer que el aspirante Le vea; o ambos, el aspirante y el Divino avanzan simultáneamente un paso hacia el otro.

Cuando el aspirante priva duramente de alimento a su mente inquisitiva y alimenta suntuosamente su entrega, Dios dice: «Ha llegado el momento. Ya vengo».

La entrega nunca puede ser el logro de un día. Del mismo modo que la realización, cuando es alcanzada, no es milagro de un día.

Aunque la regularidad en la práctica espiritual pueda parecer mecánica, es una constante bendición de arriba e indica el desarrollo de cierta fortaleza interior.

Ver a Dios únicamente durante tu entrega en la meditación es declarar que Su ausencia de ti es mayor que Su presencia.

La verdadera meditación tiene acceso libre al ser interior. La verdadera consagración de uno mismo tiene acceso libre a la conciencia y la actitud correctas.

Cuando la mente y el vital cierran sus ojos para siempre, la entrega, la fortaleza interna, abre sus ojos para siempre.

La disciplina del cuerpo es el control del sexo.
La disciplina del vital es el dinámico control de la agresión.
La disciplina de la mente es el control del pensamiento.
La disciplina del corazón es el control de la emoción.
La disciplina del hombre y el orgullo divino de su alma van juntos.