Pregunta: ¿Existe una conexión o puente entre el mundo interno y el mundo externo?

Sri Chinmoy: Sí, hay una conexión entre el mundo interno y el mundo externo. Lo que sucede es que de hecho no estamos prestando atención al mundo interno. La mayor parte del tiempo estamos en la superficie; veinticuatro horas al día estamos en movimiento, conversando, gritando, viviendo en el ajetreo y el bullicio del mundo externo. No nos procuramos cinco minutos para meditar o concentrarnos en nuestro mundo interno y real.

Un buscador espiritual genuino siente que solo cuando el mundo interno es alimentado, puede el mundo externo tener su verdadero significado. El cuerpo es el mundo externo. Tres veces al día sin falta alimentamos el cuerpo; lo hemos estado haciendo y lo seguiremos haciendo hasta nuestro último respiro. Pero al mismo tiempo, en lo profundo de nosotros hay un niño divino llamado alma, y para alimentar a este niño no conseguimos tiempo. Mientras que el alma —que es el representante consciente de Dios en nosotros— no sea colmada, no podremos nunca estar colmados en nuestra vida externa.

Ahora bien, ¿cómo creamos el enlace de conexión entre los dos mundos? Podemos unirlos fácil y conscientemente si conocemos el divino arte de la concentración, el divino arte de la meditación y el divino arte de la contemplación. Para nuestra gran sorpresa, veremos que el mundo externo, ahora lleno de complejidad y falto de armonía, se vuelve inevitablemente armonioso, sencillo, honesto y genuino. La vida interna tiene la capacidad de simplificar las complejidades de la vida externa. El mundo interno y el mundo externo deben ir juntos; de lo contrario, ¿qué sucederá? Que la vida interna tendrá que esperar milenios para ofrecer la Verdad de Dios al mundo en general y la vida externa permanecerá como un árido desierto durante milenios.

Hay sin duda alguna una conexión entre estos dos mundos; tenemos que sentir esta conexión conscientemente, y finalmente tocarla y fortalecerla con la determinación de nuestra alma y con el servicio dedicado y la buena voluntad de nuestro cuerpo. Ahora mismo el cuerpo hace caso a la mente. Cuando la mente dice: «Ve por ahí», el cuerpo va. Pero cuando la mente dice: «¡No, no, no! Ese es el camino equivocado. Sigue esta otra dirección», el cuerpo la sigue. De este modo el cuerpo está atrapado por limitaciones. Pero mucho más allá del dominio de la mente se encuentra el alma. El alma está rebosante de luz. Si tratamos conscientemente de tener acceso al ser interno, al alma, entonces la luz del alma emergerá de manera natural y nos ayudará en todo momento a tratar con la tenebrosa oscuridad en nosotros y alrededor nuestro. Veremos finalmente que hemos transformado esta oscuridad en luz o que nos hemos alejado a millones de kilómetros de la oscuridad y estamos bañándonos en el mar de Luz infinita.

Así pues, si el cuerpo físico escucha al alma —y no a la mente dubitativa, suspicaz, sofisticada, compleja, destructiva y no-aspirante—, en cada momento la conexión entre los dos mundos será fortalecida y el uno completará al otro. Es decir, el mundo interno tendrá al mundo externo como carruaje y el mundo externo tendrá al mundo interno como cochero. Un carruaje sin cochero es inútil, puesto que sin un cochero el carruaje no pude moverse. Así mismo, si hay un cochero sin un carruaje, también es inútil. Ambos son, por tanto, necesarios e igualmente importantes. Del mismo modo, ambas vidas, la externa y la interna, tienen la misma importancia.