Perfección espiritual

Para perfeccionar nuestra vida humana, lo que mas necesitamos, con diferencia, es el deleite de nuestra alma. Cuando vivimos en el físico, las innumerables nubes del deseo son naturales, necesarias e inevitables. Cuando vivimos en el alma, las llamas siempre ascendentes de la aspiración son naturales, necesarias e inevitables.

Cuando vivimos en el alma, cultivamos a Dios espontáneamente. Su Paz, Su Dicha y Su Poder devienen nuestros, absolutamente nuestros. Crecemos en nuestra perfección espiritual. Esta perfección es al mismo tiempo nuestra herencia divina en un cuerpo humano y nuestro derecho innato sobrenatural en el suelo terrenal.

Lo humano en nosotros debe vivir bajo las alas protectoras del alma. Lo divino en nosotros debe remontarse al Más Allá con las alas voladoras del alma. Lo humano en nosotros, tarde o temprano, debe necesitar la transformación. Lo divino en nosotros, tarde o temprano, debe necesitar la manifestación.

La perfección es lo que heredado de Dios en mi vida interna. La transformación es lo que he heredado de Dios en mi vida externa.

¿Qué es la perfección? La perfección es la realización. La perfección es la manifestación. La perfección en el mundo interno significa realización. La perfección en el mundo externo significa manifestación. Un buscador es una fusión de individualidad y personalidad. Cuando un buscador lleva su desinteresada individualidad hacia la visión más elevada de la Realidad, y ofrece su todo-amorosa personalidad al Absoluto Más Allá, alcanza la perfección en el mundo de la Eternidad de lo Infinito. Algunos dicen que la perfección no existe ni en el Cielo ni en la tierra. Yo no puedo estar de acuerdo con ellos. La perfección existe tanto en el Cielo como en la tierra. El llanto mismo de la tierra es perfección. La sonrisa misma del Cielo es perfección. El llanto fervoroso de la tierra y la sonrisa resplandeciente del Cielo deben ir juntos. Solo entonces aparecerá la satisfacción en el Rostro de Dios. Cuando la tierra implora, no debemos pensar que la tierra es inferior al Cielo; cuando el Cielo sonríe, no debemos pensar que el Cielo es superior a la tierra. No, no es así. Es Dios, el hombre en crecimiento, quien implora en y a través de la tierra para realizar todo lo que finalmente puede ser. Y es nuevamente Dios, el hombre colmado, quien sonríe en y a través del Cielo al realizar lo que ya es. La perfección completa y total se producirá únicamente cuando sintamos que nuestra perfección no es tal si el resto de la humanidad permanece imperfecta. Si nos decimos hijos de Dios, los demás también son hijos de Dios. Puede que estén viajando algunos kilómetros por detrás de nosotros, o quizá estén profundamente dormidos; pero deben alcanzar la Meta antes que la Perfección perfecta pueda alborear sobre la tierra. Trataremos de conquistar nuestro miedo, nuestra duda, nuestra envidia y otras fuerzas negativas. Pero cuando profundicemos, después de haber alcanzado lo que queremos para nosotros mismos, sentiremos que solo nuestro ser limitado ha quedado satisfecho. Nuestro ser más amplio, que es toda la humanidad, está lejos, lejos de la perfección. Así pues, trataremos de eliminar el miedo, la duda, la ansiedad, las preocupaciones y las otras fuerzas no-divinas de la humanidad. En nuestro camino sentimos que la perfección tiene que ser total e integral. Sabemos que tenemos imperfección en nuestra naturaleza, y al mismo tiempo tenemos perfección limitada. Si ahora mismo reina la imperfección, tenemos que afrontarla y transformarla en perfección. Mediante nuestra oración, meditación, concentración y contemplación conscientes, la imperfección del pasado puede ser perfeccionada, y la oscuridad de ayer puede ser transformada en Luz.