La meta-perfección

La perfección es la realización colmadora y la manifestación colmada del buscador. Todo lo demás ha amanecido en la tierra excepto la perfección, la Perfección perfecta.

La Perfección es el árbol.
La Perfección perfecta es el fruto.

La especulación del hombre acerca de la perfección es su ignorancia. La concentración del hombre en la perfección es su conocimiento. La meditación del hombre en la perfección es su sabiduría. La contemplación del hombre de la perfección es su ojo interno iluminador del mundo y transformador del mundo.

El Mensaje de Dios es Perfección.
El mensaje del hombre es tentación.

El Mensaje de Dios es Perfección.
El mensaje del hombre es frustración.

El Mensaje de Dios es Perfección.
El mensaje del hombre es destrucción.

La Meta de Perfección y la libertad del alma van juntas. Quien alcanza el estado de libertad del alma ha conquistado su vida externa y ha inmortalizado su vida interna. Es el instrumento escogido de Dios. Es el canal directo de Dios. Es el representante de Dios aquí en la tierra.

Llora e intenta. Cuando lloramos por ver la Luz trascendental y cuando intentamos perfeccionar nuestra naturaleza externa, nuestra perfección deja de ser una meta lejana. La perfección es nuestra. Ejerce y controla. Cuando ejercemos lo divino en nosotros y controlamos lo animal en nosotros, la perfección comienza a amanecer en nuestro interior. La flor de la perfección se abre.

Ve y sé. Cuando tratamos de ver la verdad con el Ojo de Dios, no con nuestros propios ojos, y cuando tratamos conscientemente de ser el instrumento entregado de Dios, enseguida aparece la perfección. El Todo Dorado de perfección llama a nuestros corazones aspirantes.

Cuando empleamos el término «Cielo», sentimos que el Cielo es todo Luz, Deleite y Perfección. Pero ¿dónde está ese Cielo? Está en lo profundo de nosotros, en lo más recóndito de nuestros corazones. El Cielo alto, el Cielo más alto y el Cielo altísimo, están todos en nuestro interior. Cuando ofrecemos nuestros pensamientos fervorosos a nuestros hermanos y hermanas, vivimos en el Cielo alto.

Cuando ofrecemos los resultados de nuestras acciones fervorosas a la humanidad, vivimos en el Cielo más alto.

Finalmente, cuando ofrecemos nuestra existencia fervorosa a la humanidad en su conjunto, sin reservas ni condiciones, vivimos en el Cielo altísimo.

Tenemos que comenzar nuestro viaje con la inspiración. Tenemos que sentir cada día en lo profundo de nosotros, en todas nuestras actividades, la necesidad de la inspiración. Sin la inspiración no puede haber un logro adecuado. Luego, tenemos que dar un paso más: después de la inspiración tenemos que sentir la necesidad vital de la aspiración. Tenemos que aspirar a alcanzar el Todo Dorado, a ver la Ribera Dorada del Más Allá, el Más Allá que no deja de trascenderse. Esto es lo que esperamos de la aspiración, la llama ascendente en nuestro interior.

Pero la aspiración tampoco es suficiente. Tenemos que meditar. La aspiración necesita meditación. Cuando meditamos tenemos que sentir que estamos entrando en la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad. Estos no son términos vagos sino nuestras posesiones verdaderas. Algún día todos entraremos en nuestras divinas posesiones: la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad. Este es nuestro derecho de nacimiento.

Entonces, cuando llegamos a un estado avanzado en nuestra meditación, cuando la meditación comienza a ofrecernos sus frutos, entramos en el reino de la realización. Realizamos la Verdad más elevada en este cuerpo, aquí en la tierra. No tenemos que irnos a otro sitio para realizar a Dios; no tenemos que entrar a una cueva del Himalaya o sentarnos en una montaña nevada a fin de realizar a Dios. No. Aquí en la tierra tenemos que realizar la Verdad más elevada.

Pero incluso la realización no es suficiente. Después de lograrla, tenemos que revelar nuestra realización. Si no revelamos nuestra realización, actuamos como un avaro, acaparando nuestro tesoro. Eso no es correcto. Tenemos que ofrecer nuestra realización en forma de revelación a la humanidad.

Sin embargo, la revelación tampoco es suficiente. Tenemos que entrar en el ámbito de la manifestación. Si no manifestamos aquí en la tierra lo que hemos realizado, si la Madre Tierra no recibe el fruto de nuestra realización y no lo tiene para siempre, nunca podemos estar verdaderamente colmados. Aquí en la tierra ha de tener lugar la manifestación de la realización; y cuando la manifestación tiene lugar, la perfección está destinada a aparecer. La Perfección perfecta no es otra cosa que la manifestación absoluta de la Voluntad Trascendental de Dios sobre la Tierra. Todos nosotros somos buscadores de la Verdad infinita. Nuestro deber ineludible es ascender alto, más alto, altísimo. Cada ser humano ha venido al mundo con el mensaje de la perfección. Ningún ser humano en la tierra permanecerá sin realizar. Ningún ser humano en la tierra permanecerá insatisfecho. Ningún ser humano en la tierra permanecerá imperfecto.

Realización, plenitud y perfección son tres hermanas. La realización es la menor, la plenitud es la mediana y la Perfección perfecta es la mayor de la familia. Estas tres hermanas deben ir juntas. Tienen que andar el camino de la aspiración. Tienen que nadar en el mar de la meditación. Tienen que volar en el cielo de la contemplación.

La realización de Dios, la revelación de Dios y la manifestación de Dios pueden ocurrir únicamente cuando el hombre siente que tiene que trascenderse a sí mismo. Su meta de hoy no es la Meta última. La meta de hoy ha de ser trascendida mañana. Si nos trascendemos a nosotros mismos en todo momento, en lo profundo de nosotros hallaremos y manifestaremos el mensaje de la perfección.