Pregunta: Ayer, cuando meditaba, recibí un mensaje del silencio que decía: «Amaos unos a otros». Cuando recibimos este tipo de mensajes en nuestra meditación, ¿debemos meditar en ello y asumirlo para nosotros mismos?

Sri Chinmoy: Cuando obtenemos un mensaje en nuestra mente durante la meditación, debemos saber si se halla en la mente inferior, la mente física —la mente inquieta, agresiva, destructiva y dudosa— o en la mente calmada, la mente vacía, la mente silenciosa. Cuando recibimos un mensaje en la mente silenciosa, debemos aceptarlo y sentir que es la piedra fundamental sobre la que podemos construir el Palacio de la Verdad, el Amor, la Divinidad y la Realidad. Este mensaje se origina realmente en el alma o en el corazón y luego entra en la mente. Cuando la mente está absolutamente quieta, calmada y pacífica, podemos oír ese mensaje.

Supón que estás meditando y después de unos minutos entra en tu mente un pensamiento o una idea; digamos que es sobre el sacrificio; que harás algún sacrificio por un amigo o por una buena causa. En ese momento eso no es simplemente una idea, es un ideal. Cuando aceptes una idea como propia, dejará de ser una idea para convertirse en un ideal.

En cualquier momento que un pensamiento divino entre en tu mente, trata de expandirlo. Cuando un pensamiento no-divino venga a tu mente, recházalo, o bien, si tienes suficiente fortaleza interna, transfórmalo. Si alguien ha llamado a tu puerta y sabes que tienes la fuerza suficiente para hacer que se comporte correctamente una vez que haya entrado, puedes abrir la puerta y dejarle pasar. Pero si no tienes el poder para obligarle a comportarse, sería sabio por tu parte que mantuvieras la puerta cerrada. Déjala cerrada un día o un mes o un año. Cuando ganes más fuerza, acepta entonces el desafío y abre la puerta. Porque si estos pensamientos erróneos no son conquistados, volverán a molestarte una vez y otra vez. Primero rechaza; después acepta y transforma; finalmente trasciende por completo.

Tenemos que ser como un alfarero divino con el sucio barro de nuestros pensamientos. Si el alfarero no se atreve a tocar el barro, o si se niega a hacerlo, este seguirá siendo barro y el alfarero no podrá ofrecer nada al mundo. Pero el alfarero no tiene miedo; toma el barro y lo moldea a su manera hasta convertirlo en algo bello y útil. Es nuestro deber ineludible transformar los pensamientos no-divinos. ¿Pero, cuándo? Cuando estemos en condiciones de hacerlo sin riesgo. Si no soy alfarero, ¿qué puedo hacer con un trozo de barro? Si me pongo a tocarlo, tan solo voy a ensuciarme.

En la vida espiritual, un meditador principiante no debería permitir a ningún pensamiento entrar en su mente. Le gustaría dejar pasar a sus amigos, pero no sabe quiénes son sus amigos. Y aun sabiendo quienes son sus amigos, cuando abra la puerta para ellos, quizá se encuentre con que sus enemigos están justo delante de ellos, y antes de que los amigos puedan cruzar el umbral, sus enemigos se han instalado ya en la habitación. Una vez que los enemigos entran, es muy difícil ahuyentarlos; para ello necesitamos la fortaleza de una sólida disciplina espiritual.

Llegará el día, como en tu caso, en que puedes construir tus ideas divinas. Construye tu vida de amor sobre este pensamiento que vino a ti. El amor es absolutamente necesario en la vida espiritual; este es el amor que nos permite ver que todos los seres humanos son Dios. Si amamos a Dios verdaderamente, amamos a todo el género humano también. No podemos separar el Amor divino del hombre y de Dios. El hombre y Dios son como un árbol. Si vas al hombre, el pie del árbol, con tu Amor divino, desde allí es muy fácil subir hasta Dios, la copa del árbol.