El árbol genealógico

Santanu tuvo dos esposas: Ganga y Satyavati. Bhishma nació de la unión de Santanu y Ganga; Chitrangada y Vichitravirya de la unión de Santanu y Satyavati. Las dos esposas de Vichitravirya fueron Ambika y Ambalika. Dhritarashtra fue el hijo de Ambika y Vichitravirya; Pandu, el de Ambalika y Vichitravirya. Los cien hijos de Dhritarashtra fueron los Kauravas; los cinco hijos de Pandu, los Pandavas.

Yudhisthira era el heredero legítimo del reino. Su padre, Pandu, había reinado numerosos años, dando la mayor satisfacción a sus súbditos. Finalmente, Pandu se retiró. Se retiró al bosque. Debía sucederle su hijo mayor, Yudhisthira. Y lo hizo con devoción y éxito. Dhritarashtra era el hermanastro mayor de Pandu. Dios le había negado la vista. Curiosamente, el afecto por sus cien hijos cegó también su corazón. Siendo ciego, naturalmente no estaba cualificado para heredar el trono. El hijo mayor de Dhritarashtra era Duryodhana. Le seguían noventa y nueve hermanos. A Yudhisthira, el hijo mayor de Pandu, le seguían solo cuatro hermanos más. Yudhisthira era el orgullo de la Verdad. Duryodhana era el orgullo de la Falsedad. Dios sonreía a través de los iluminados corazones de los cinco hijos de Pandu. El diablo sonreía a través de las mentes sin luz de los cien hijos de Dhritarashtra. El diablo a menudo consiguió abrazar al padre ciego también.

El padre invidente hizo repetidas peticiones, enérgicas y débiles, a Duryodhana, su hijo ciego moral, psíquica y espiritualmente, de que no fuese a la guerra. Vidura, el corazón puro, tío de Duryodhana, fracasó en iluminar la impenetrable mente de Duryodhana. Sanjaya, el prudente auriga de su padre, igualmente fracasó. Tampoco tuvo éxito Bhishma, el mayor y más sabio. Duryodhana sintió que su propio entendimiento era superior. Finalmente, Sri Krishna, el Señor del universo, intentó con sumo fervor evitar la dañina y cruel batalla. Pero la noche de ignorancia en Duryodhana no quiso rendirse de ninguna manera al sol de conocimiento en Sri Krishna.

Setecientos versos hay en el Gita. Cerca de seiscientos son los conmovedores enunciados de los divinos labios del Señor Krishna, y el resto son del implorante, aspirante Arjuna, del clarividente y clariaudiente Sanjaya, y del inquisitivo Dhritarashtra.

El sabio Vyasa inquirió a Dhritarashtra si deseaba ver los hechos y tener conocimiento directo de la batalla, desde el nacimiento hasta la muerte de la misma. El sabio se hallaba más que dispuesto a concederle la visión al ciego. Pero Dhritarashtra no quiso que sus ojos —los ojos que le habían fallado toda la vida— le obedecieran en esta hora terriblemente fatídica para su conciencia y para la vida de su reino, especialmente cuando sus propios hijos se encaminaban a la destrucción. Declinó la amable y generosa oferta del sabio. Su corazón era torturado sin piedad por el peligro inminente de sus parientes. Sin embargo, pidió al sabio conceder ese don a otra persona, de quien él pudiera obtener informes precisos de la batalla. Vyasa consintió. Confirió a Sanjaya el milagroso poder psíquico de la visión para ver los incidentes que estaban sucediendo a una distancia sorprendentemente grande. ¿Es el Gita una mera palabra? No. ¿Un discurso? No. ¿Un concepto? No. ¿Un modo de concentración? No. ¿Una forma de meditación? No. ¿Qué es, entonces? Es La Realización. El Gita es el Corazón de Dios y el aliento del hombre, la Afirmación de Dios y la promesa del hombre.

La inspiración del hinduismo es el interés-alma del Gita. La aspiración del hinduismo es el amanecer-bendición del Gita. La emancipación del hinduismo es la luz-compasión del Gita. Pero decretar que el Gita es monopolio único del hinduismo es absurdo. El Gita es propiedad común de la humanidad.

Occidente dice que tiene algo especial que ofrecer a Oriente: El Nuevo Testamento. Oriente acepta la oferta con profunda gratitud y ofrece a cambio su mayor orgullo: el Bhagavad Gita.

El Gita es único. Es la Escritura de las escrituras. ¿Por qué? Porque ha enseñado al mundo que la emoción pura, la devoción genuina puede fácilmente correr a la par que la filosofía sólida, el desapego dinámico.

Hay dieciocho capítulos en el Gita. Cada capítulo revela una enseñanza específica sobre una forma particular de yoga. Yoga es el lenguaje secreto entre el hombre y Dios. Yoga significa ‘unión’, la unión de lo finito con lo Infinito, la unión de la forma con lo Informe. El yoga revela el secreto supremo: el hombre es el Dios de mañana y Dios es el hombre de hoy. El yoga debe practicarse por amor a la Verdad. De lo contrario, el buscador se verá profundamente decepcionado. Igualmente, la Realización de Dios del hombre es por amor a Dios. De lo contrario, una indecible frustración será la inevitable recompensa del hombre.

El Gita nació en el año 600 a. de C. Su autoría se atribuye al sabio Veda Vyasa. Con una significativa pregunta de Dhritarashtra, comienza el Gita su viaje. Toda la narrativa del Bhagavad Gita es la respuesta de Sanjaya a esa única pregunta de Dhritarashtra. Sri Krishna habló. Mucho. Divinamente, desde el alma. Arjuna habló. Poco. Humanamente, desde el corazón. Dhritarashtra era el oyente. Sanjaya, el clarividente y clariaudiente mensajero de lo divino y lo humano. En muy raras ocasiones, Sanjaya aportó también sus propias y reflexivas observaciones.

Para el cuerpo de Arjuna, Sri Krishna era el pariente, para su corazón, la unión, para su alma, la liberación. Como Dios, iluminó a Arjuna con la Verdad Absoluta; como humano compasivo, iluminó a su amigo terrenal con verdades relativas.

Los filósofos entran en una lamentable controversia. Algunos se preguntan cómo tal discurso filosófico pudo darse al comienzo de una guerra. ¿Cómo era posible? Hay otros que sostienen con firmeza que este trascendental discurso no solo era posible, sino inevitable en esa hora, ya que era la ocasión divinamente apropiada para el aspirante hindú de descubrir el significado interno de la guerra y vivir conforme a los dictámenes de su alma, en vez de seguir el pobre y apagado conocimiento de la moralidad.

El Gita es el compendio de los Vedas. Es espontáneo. Está en una forma a la vez divinizada y humanizada. Es también la purísima leche extraída de las ubres de los más iluminadores Upanishad, para alimentar y nutrir el alma humana. El Gita demanda la aceptación de la vida por el hombre, y revela el modo de lograr la victoria del ser superior sobre el inferior por medio del arte espiritual de la transformación: física, vital, mental, psíquica y espiritual.

El Gita encarna la sabiduría del alma, el amor del corazón, el conocimiento de la mente, el dinamismo del ser vital y la acción del cuerpo.

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971