Capítulo I: La aflicción de Arjuna

El Gita comienza con las palabras Dharmakshetre Kurukshetre. «En el santificado campo de Kurukshetra»… Esta es la traducción literal. Kshetra significa campo. Dharma es una palabra espiritual, extremadamente fértil en significado. Significa la regla interna de la vida; la ley moral, religiosa y espiritual; viva fe en la existencia de Dios y en la existencia propia; deber del alma, especialmente ordenado por las escrituras; observancia devota de cualquier casta o secta; voluntad de acogerse a los dictados del alma.

La raíz sánscrita de la palabra dharma es dhri, sostener. ¿Quién nos sostiene? Dios. ¿Qué nos sostiene? La Verdad. El dharma prevalece. Si no siempre, finalmente debe prevalecer, pues en el dharma está el respirar mismo de Dios.

Duryodhana fue a ver a Gandhari, su madre, en vísperas de la guerra, para recibir su bendición. De tal madre, tal hijo. He aquí una verdadera excepción. Ella bendijo a Duryodhana diciendo: «La victoria estará allí donde esté dharma».​ Ello significaba que Yudhisthira, el hijo del dharma, ganaría la guerra. ¡Ella poseía un corazón sumamente abnegado! Algo más. El mundo de hoy conmemora su singular dharma en su incomparable aceptación del destino de su esposo. Dios no le concedió visión a Dhritarashtra. Y Gandhari demostró su absoluta unidad con su marido ciego vendándose sus propios ojos. Abrazó la ceguera, un sacrificio digno de ser recordado y admirado por la humanidad. No veía el mundo exterior. Las más exquisitas bendiciones del mundo interior llovieron sobre Gandhari.

El dharma de nuestro cuerpo es el servicio, el dharma de nuestra mente es la iluminación, el dharma de nuestro corazón es la unidad y el dharma de nuestra alma es la liberación.

La gente tiende a afirmar que dharma significa religión. Si así es, ¿cuántas religiones hay? Solo una. Ciertamente no dos, ni mucho menos tres. ¿Y qué quiere decir religión? Quiere decir el descubrimiento del hombre y el descubrimiento de Dios, que son uno e idénticos.

Enfoquemos ahora nuestra atención en la palabra dharmakshetra (el campo del dharma_), ¿Por qué se le llama _dharmakshetra a Kurukshetra? Un campo de batalla puede ser cualquier cosa menos dharmakshetra. No. La batalla tuvo lugar en Kurukshetra, donde se practicaban incontables sacrificios religiosos. Y, además, Kurukshetra estaba situado entre dos ríos sagrados: el Yamuna y el Sarasvati, en la parte noroeste de la India. Un río es sagrado a perpetuidad. Un río alberga agua. Agua significa conciencia en el campo de la espiritualidad. Y esta conciencia es siempre pura, sin aleaciones, santificadora y vivificante. Ello nos hace comprender por qué Kurukshetra se llamó dharmakshetra y no de otra manera.

Considerar el primer capítulo una introducción y prestarle muy poca importancia, según hacen algunos eruditos, intérpretes y lectores, no es, en rigor, un acto de sabiduría. El primer capítulo tiene un significado especial propio. Trata del dolor de Arjuna, de su conflicto interno. Arjuna se hallaba dolorosamente dividido entre dos ideas igualmente formidables: debía ir a la guerra o no debía ir. Curiosamente, la madre de Arjuna, Kunti Devi, oraba al Señor Krishna para que la bendijera con una aflicción perpetua. ¿Por qué? Kunti Devi comprendió que si el dolor la abandonaba para siempre, seguramente ya no tendría la necesidad de invocar a Sri Krishna. Su mundo quería siempre pena, sufrimiento y tribulación, de modo que su corazón pudiese atesorar constantemente la todo-compasiva Presencia del Señor. En cierto modo, podemos recordar en el mismo estilo al Endimión de Keats: «…pero alegremente, alegremente ella \[la pena] me ama de verdad; es muy fiel a mí, y muy amable». En realidad, desde el más elevado punto de vista espiritual, no podemos aceptar la sabiduría de Kunti Devi. Sin embargo, sirvió a su propósito de forma muy efectiva. Una persona espiritual no debe abrazar el sufrimiento con la esperanza de conseguir la Merced de Dios. Tiene que aspirar. Su aspiración ha de revelar la presencia de Dios dentro de ella —el Amor, la Paz, la Bienaventuranza y el Poder de Dios—. Ella considera el sufrimiento como una experiencia en su vida. También sabe que es Dios quien tiene esa experiencia en y a través de ella.

El sufrimiento purifica nuestro corazón emocional, pero la Luz divina ejecuta esta tarea con un éxito infinitamente incomparable. Sin embargo, no debemos temer la llegada del sufrimiento a nuestra vida. En absoluto. El sufrimiento debe ser transformado en dicha imperecedera. ¿Cómo? Uniendo la aspiración ascendente de nuestro corazón con la inagotable Compasión de Dios. ¿Por qué? Porque Dios es todo-dicha, y lo que nosotros humanos queremos es ver, sentir, realizar y, finalmente, llegar a ser Dios, el lleno de Dicha.

Los principales guerreros se veían ya en ambos bandos. Algunos estaban ansiosos por combatir, a fin de desplegar su poderoso valor, mientras que otros guerreros incomparables, como Bhishma, Drona y Kripa, luchaban por obligación moral. En el mismo campo de batalla, justo antes de comenzar esta, Yudhisthira caminó descalzo hacia el ejército contrario, donde se hallaban Bhishma, Drona y otros, para recibir sus bendiciones. Bhishma, mientras bendecía a Yudhisthira, desde lo más profundo de su corazón, dijo, «Hijo, mi cuerpo luchará; pero mi corazón estará contigo y con tus hermanos. A vosotros está destinada la victoria». Drona exclamó, mientras bendecía a Yudhisthira, «Soy víctima del deber. Aunque luche a favor de los Kauravas, vuestra será la victoria. Así lo afirma mi corazón brahmín».​

Terminadas las bendiciones, Yudhisthira regresó. Resonaron innumerables trompetas, conchas, tambores de guerra y clarines. Los elefantes bramaron, los caballos relincharon. Se desató la más feroz tempestad. Las flechas volaron por el aire como meteoros.

El dulce afecto del pasado quedó olvidado. Los lazos de la sangre se rompieron. La muerte cantaba su canción mortal. En este punto, podemos recordar La carga de la brigada ligera de Tennyson:

Cañones a la derecha,
cañones a la izquierda,
cañones frente a ellos
descargaban y tronaban;

Abrumados con balas y metralla,
audaz y hábilmente cabalgaron,
hacia las fauces de la Muerte.

Sin duda, aún no había sido inventado el cañón en la época remota del Mahabharata; pero el escenario de muerte era el mismo, con flechas, espadas, mazas y proyectiles. Huelga decir que tenemos que identificamos con las flechas, mazas y rugidos leoninos de los héroes de Kurukshetra, y no con los grandiosos logros bélicos de hoy día. El gozo de conocer los logros del venerable pasado es, a la vez, irresistible e insondable.

Arjuna exclamó: «Por favor, Oh Krishna, sitúa mi carro entre las dos formaciones de batalla, para que pueda ver a quienes están sedientos de guerra». Revisó el escenario de la batalla. ¡Ay!, entre los mortales contrincantes, vio a aquellas almas humanas a las que había tenido siempre por amadas y allegadas. Abrumado con tenebrosa aflicción, Arjuna, por primera vez en su vida de incomparable heroísmo, dio inconcebible expresión a la pusilanimidad. «Mi cuerpo tiembla, mi boca está reseca, mis piernas ceden, el temor tortura todo mi ser, mi cabello se eriza, el arco cae de mi mano y mi mente se agita. Incluso me cuesta permanecer de pie». Krishna: no ambiciono vencer a mis presentes adversarios. Ellos fueron mi familia. Aún lo son. No busco conquistar un reino ni llevar una vida cómoda. Déjalos atacar; así lo quieren y así lo harán. Pero yo no lanzaré mi arma sobre ellos, ni siquiera por la soberanía suprema sobre los tres mundos, y mucho menos por la tierra».

Arjuna atacó a Sri Krishna con un argumento moral tras otro. Se proponía abandonar para siempre sus armas de guerra. Comenzó su exposición con la correcta previsión de la matanza de los suyos, la horrenda calamidad de la destrucción familiar. Enfatizó que, habiendo perdido la virtud, la familia quedaría firmemente atrapada en las garras del vicio. Todo como consecuencia de la carencia de ley. Cuando predomina la anarquía, las mujeres de la familia se corrompen; corrompidas las mujeres, surge la confusión de castas.

Un comentario sobre la confusión de castas. La India es aún ridiculizada sin piedad por aferrarse al sistema de castas. De hecho, la casta es la unidad en la diversidad. Cada casta es como un miembro del cuerpo. Las cuatro castas son: brahmín (el sacerdote), kshatriya (el guerrero), vaishya (el agricultor) y sudra (el obrero). El origen de las castas procede de los Vedas. El brahmín es la boca del Purusha, el Supremo personificado. El rajanya (kshatriya_) es los dos brazos del _Purusha_; _vaishya sus dos muslos; sudra, sus dos pies.

Con relación a la destrucción de las castas, Arjuna le dice también al Señor Krishna que todo está conduciendo hacia el peligroso pecado. Desafortunadamente, en el mundo occidental la palabra pecado parece predominar en todos los órdenes de la vida. Es algo más fatal que la perdición. Para ellos, les ruego me excusen, el pecado es parte integral de la vida. En Oriente, y especialmente en la India, la palabra pecado ofrece un significado diferente. Significa imperfección, nada más y nada menos. La conciencia humana se está dirigiendo desde la imperfección a la perfección. Los videntes de los Upanishad no dieron importancia al pecado. Enseñaron al mundo la serenidad, la santidad, la integridad y la divinidad del hombre.

Regresemos a las palabras del pobre Arjuna: «Deja que los hijos armados de Dhritarashtra pongan fin a mi vida, mientras permanezco desarmado, sin ofrecer resistencia. ¡Prefiero, con toda sinceridad, mi muerte a nuestra victoria!».

¡Ved a Arjuna, el héroe supremo! Abandonando su arco y sus flechas, acongojado, palpitante y profundamente conmovido, se hunde en la parte posterior de su carroza.

«Luchar no es para Arjuna. Krishna, no lucharé».

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971