Capítulo II: El conocimiento

Este capítulo se titula sankhya-yoga —«El Yoga del Conocimiento»—. Los argumentos de Arjuna en contra de la guerra eran muy plausibles para nuestra comprensión humana. Sri Krishna leyó el corazón de Arjuna. La confusión se amotinaba en su mente. El acobardado sentimiento en su sangre de kshatriya, lo tomó como su amor a la humanidad. Pero Arjuna nunca careció de sinceridad. Su boca expresó lo que su corazón sentía. Por desgracia, su sinceridad albergaba, inconscientemente, ignorancia. Krishna deseaba iluminar a Arjuna. «Oh Arjuna, en tu discurso eres un filósofo, pero no en tu proceder. Un verdadero filósofo no llora ni por los vivos, ni por los muertos. Pero tú, Arjuna, te estás afligiendo y lamentando. Dime, ¿por qué lamentas la muerte previsible de estos hombres? Tú has existido, yo he existido, ellos también. Nunca dejaremos de existir».

Acabamos de mencionar la filosofía de Arjuna. A decir verdad, nosotros hubiéramos experimentado lo mismo en tal encrucijada. La verdadera filosofía es realmente difícil de estudiar, más difícil de aprender y aún mucho más difícil de vivir.

La palabra filosofía, en sánscrito, es darshan, que significa «ver, tener visión». El significativo comentario de Sri Ramakrishna dice: «En el pasado, la gente acostumbraba a tener visiones (darshan_); ¡ahora la gente estudia _darshan (filosofía)!».

Igualmente significativo es el mensaje del Antiguo Testamento: «Tus ancianos tendrán sueños, tus jóvenes tendrán visiones».

Por primera vez, Arjuna aprendió de Sri Krishna que su creencia humana respecto a la vida y a la muerte no se basada en la verdad. Sintió que se hallaba distraído por ilusiones. Rogó a Sri Krishna que le iluminara. «Soy tu humilde discípulo. Enséñame, dime qué es lo mejor para mí». Por primera vez, la palabra discípulo brotó de los labios de Arjuna.

Hasta entonces, Sri Krishna había sido su amigo y compañero. El discípulo aprendió que: «La Realidad que llena el universo es la Vida inmortal. El cuerpo es perecedero, el alma —lo real en el hombre, o el hombre real— es imperecedera, inmortal. El alma ni mata, ni puede ser matada. Más allá del nacimiento y la muerte, el alma es inalterable y eterna. El conocedor de esta verdad ni mata ni provoca matanza».

Arjuna tenía que luchar la batalla de la vida y no la llamada Batalla de Kurukshetra. Tenía fortaleza. Necesitaba sabiduría. Tenía la conciencia crepuscular de la mente física. Necesitaba la conciencia, radiante como el sol, de la divinidad del alma.

Sri Krishna empleó los términos nacimiento, vida y muerte.

Sri Chinmoy, Comentario del Bhagavad Gita: el Canto del Alma trascendental, Rudolf Steiner Publications, Blauvelt, New York, 1971