Tiempo terrenal y tiempo eterno

Universidad de Long Island, Brooklyn, New York
10 de abril de 1970

¿Cómo utilizo mi tiempo? Utilizo mi tiempo sirviendo a los buscadores sinceros. ¿Cuándo utilizo mi tiempo? Utilizo mi tiempo cuando Dios ordena mi servicio y cuando el hombre, el aspirante, necesita mi luz. Hay dos cosas: el tiempo y la vida. El tiempo es para la vida y la vida es para el tiempo. En la vida vemos a Dios. En el tiempo, a través del tiempo, devenimos conscientemente uno con Dios.

Einstein, el científico mundialmente reconocido, dijo algo muy notable: «Cuando nos sentamos durante dos horas con una muchacha agradable, nos parece que sólo ha sido un minuto. Cuando nos sentamos un minuto sobre una estufa caliente, pensamos que han sido dos horas. Y eso es la relatividad.»

En el mundo espiritual tenemos una experiencia similar. Cuando acudimos a un Maestro espiritual auténtico y bebemos profundamente de su Paz, Luz y Deleite divino durante dos horas, sentimos que tan sólo hemos estado un minuto fugaz con él. Y cuando nos sentamos tan sólo por un momento efímero en el fuego de la salvaje ignorancia, sentimos que es una hora interminable. Esta es la realidad de un fervoroso aspirante.

Bacon también dijo algo muy significativo: «Elegir el tiempo es ahorrar tiempo». Ahora, ¿por qué elegimos el tiempo y cómo elegimos el tiempo? Podemos elegir el tiempo amando el tiempo. ¿Cómo podemos amar el tiempo? Podemos amar el tiempo meditando constantemente en la promesa de nuestra vida a Dios. ¿Cuál es la promesa de nuestra vida a Dios? Hacer la Luz divina de Dios crecer y resplandecer en nuestra vida humana.

¿Qué ocurre cuando ahorramos tiempo? La oportunidad llama a la puerta de la posibilidad, y la posibilidad llama a la puerta de la inevitabilidad. La posibilidad le dice a la oportunidad mientras abre la puerta: «Hija mía, eres sabia». La inevitabilidad le dice a la posibilidad mientras abre la puerta: «Hija mía, has dejado de ser tu alma buscadora. Hoy te has convertido en tu Meta colmadora».

«Soy el poderoso Tiempo devorador del mundo.» Este mensaje es del Bhagavad Gita, el Canto Celestial cantado por el Señor Krishna. En realidad, ¿qué es devorado y destruido? La ignorancia, la limitación, la esclavitud, la imperfección y la muerte. Sri Krishna ya le ha dicho al aspirante humano, Arjuna, por qué ha aparecido en la Tierra: «Siempre que la rectitud decae y la iniquidad predomina, Yo Me encarno, oh Arjuna. Para proteger al bueno, para destruir al malvado y para establecer el dharma (código interno de la vida), Yo aparezco de época en época.»

Muy a menudo en nuestra experiencia humana cotidiana sentimos que el tiempo nos destruye. Herbert Spencer, en nombre de la sufriente humanidad dijo: «El tiempo es eso que el hombre siempre intenta matar, pero que termina matándolo a él». El tiempo en última instancia nos mata, nos devora. Nuestras esperanzas se truncan, nuestros deseos se frustran. Cuando está basada en la insinceridad, la duda, las preocupaciones y las ansiedades, nuestra aspiración desafortunadamente fracasa en dar frutos.

El tiempo terrenal y el tiempo eterno. En nuestra vida cotidiana empleamos el tiempo terrenal. Este tiempo mide todas nuestras actividades y puede ser medido —años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. Podemos partir el tiempo terrenal en fragmentos. Podemos elegir el tiempo, podemos llegar a tiempo. A las seis en punto nos levantaremos. A las ocho en punto iremos a la oficina. A las once de la noche nos iremos a dormir. El tiempo está registrando las actividades de nuestra vida.

Pero el tiempo eterno es totalmente distinto. Es como un río fluyendo hasta el mar, fundiéndose en el mar, y finalmente volviéndose uno con el mar. En virtud de su unidad, se convierte en la vastedad ilimitada. Aquí lo finito entra en lo Infinito y se pierde.

«Oh Infinito, en el corazón de lo finito estás interpretando Tus propias melodías. En mí está Tu revelación y Tu manifestación. Por eso, éxtasis dentro, éxtasis fuera,» cantó el mas grande poeta de la India, Rabindranath Tagore.

Tiempo terrenal. El cuerpo utiliza este tiempo. La conciencia física utiliza este tiempo. Podemos emplear o desperdiciar este tiempo. Pero una vez que lo hemos empleado o desperdiciado, este tiempo está agotado. No podemos recuperarlo.

El alma utiliza el tiempo ilimitado. La Infinitud adquiere gran importancia en este tiempo. Y si somos uno conscientemente con el alma, podemos utilizar el tiempo ilimitado, el tiempo eterno. Podemos también desperdiciarlo si queremos. Pero afortunadamente nuestra alma no nos permitirá desperdiciar este tiempo. E incluso si lo hacemos, éste permanece ilimitado, eterno.

En el tiempo terrenal observamos una cosa: hoy tenemos dolor de cabeza, mañana el tiempo lo cura. Hoy sufrimos algunas dolencias, mañana estamos curados. El tiempo viene a nuestro rescate. De modo similar, nuestra alma ve una enfermedad en la atmósfera terrenal. El alma en sí no tiene enfermedades, está más allá de la enfermedad, más allá de la muerte. Pero, en la atmósfera terrenal, el alma ve la enfermedad más fatal de todas: la ignorancia, la ignorancia en el interior, la ignorancia en el exterior. El alma quiere poner fin a esta ignorancia. Siente que cada ser humano puede nadar a través del mar de la ignorancia y finalmente bucear en el mar de la plenitud infinita del alma. La hora tiene que llegar. Cuando lo hace, está en nuestras manos el cómo utilizarla.

El Señor Buda, enseñando a sus discípulos, estaba leyendo algo de un libro sagrado. Al cabo de un rato dijo: «Está cayendo la tarde», y cerró el libro. Sus discípulos comprendieron inmediatamente que era hora de meditar, así que entraron en meditación. Ese día en particular, dos recién llegados, un ladrón y una mujer de mala reputación, habían escuchado el discurso de Buda. El ladrón de inmediato decidió que para él era hora de ir a cometer un robo, así que abandonó el lugar. La mujer de mala reputación se dio cuenta de que para ella era hora de ir a esperar a sus amigos, y eso hizo. A la misma hora, un buscador de la Verdad Infinita entra en meditación, un ladrón hace lo que cree que es mejor para él y una mujer de mala reputación hace lo que siente que es mejor para ella.

También en nuestra vida espiritual, cuando llega la hora, tres tipos diferentes de buscadores desempeñan tres roles diferentes. Hay buscadores lamentables, buscadores capaces y buscadores admirables. Los buscadores lamentables son aquellos que acuden a un Maestro espiritual por curiosidad, porque ven que otros miles de buscadores se agrupan a su alrededor. Ellos tienen incontables problemas —familiares, financieros y de otros tipos— y esperan que en cuanto acudan al Maestro todos sus problemas quedarán resueltos.

Los buscadores capaces tienen fe en sí mismos y fe en Dios, al cincuenta por ciento. Sienten que Dios está complacido con ellos y vierte Sus mejores bendiciones sobre ellos justamente porque meditan. Sienten que su progreso se debe en parte a su esfuerzo personal y en parte a la Gracia de Dios.

Los buscadores admirables sienten que su realización tendrá lugar precisamente porque Dios ha vertido infinita Gracia sobre ellos. Sienten que sólo la Gracia de Dios los hará capaces de realizar la Verdad más alta. Su plegaria es esta: «Oh Dios, cólmate en nosotros y a través de nosotros. Si Tú quieres que sigamos sin realizar, desconocidos e imperfectos, estamos plenamente preparados. Si Tú quieres que realicemos la Verdad más alta, que entremos en la Infinitud, la Eternidad y la Inmortalidad, también estamos preparados para hacerlo. Nuestra única plegaria es complacerte, colmarte, en la manera en que Tú quieres ser complacido y colmado. Rechazamos toda elección personal. Es Tu Elección lo que queremos en nuestra vida. Tenemos un objetivo, una meta: colmarte a Tu propia Manera, a Tu propia Hora Dorada.»