Pregunta: ¿Cómo podemos integrar la mente y el corazón?

Sri Chinmoy: Hay dos maneras. Una es que el corazón entre en la mente. La otra es que la mente entre en el corazón. Consideremos al corazón como la madre y a la mente como el niño. O bien el niño tiene que ir a la madre, que está calmada, tranquila y llena de amor, o bien la madre tiene que ir al niño, que ahora mismo está inseguro, dubitativo e inquieto. Cuando la madre va al niño, en ese momento el niño —que es la mente— tiene que sentir que la madre —el corazón— ha venido con buenas intenciones: para calmar la mente, para liberarla, para colmarla de una manera divina. Si la mente dubitativa e inquieta siente que el corazón ha venido a molestarla, y que su inquietud es algo muy bueno que ella quiere conservar, entonces está perdida. Si el niño es inquieto, dubitativo, desconfiado, y aprecia todas estas cualidades no divinas y siente que son sus mejores cualidades, ¿qué puede hacer la pobre madre entonces? El corazón tendrá la buena intención de transformar la duda de la mente en fe, y sus otras cualidades no divinas en cualidades divinas. Pero la mente tiene que estar preparada; ha de sentir que el corazón ha venido con la idea de cambiarla para mejor. De la otra manera, después de que el niño ha pasado por todo lo negativo y destructivo —el miedo, la duda, la sospecha, los celos, la impureza— llega a un punto en el que siente que ya es hora de acudir a alguien que pueda darle algo mejor. ¿Quién es ese alguien? La madre, el corazón. La madre está más que deseosa de iluminar a su propio hijo. Si la mente aspira, sentirá inmediatamente que el corazón es la madre, la verdadera madre. Y el corazón siempre sentirá que la mente es un niño que necesita instrucción. Ambos métodos son eficaces. Si la mente está dispuesta a aprender del corazón, el corazón siempre está deseoso de enseñarle. La madre está dispuesta a ayudar al niño, a servirlo las veinticuatro horas del día. Es el niño quien a veces se irrita, se vuelve desobediente u obstinado, quien siente que lo sabe todo y que no tiene nada que aprender de nadie más. Pero la mente debe aprender de alguien más. Incluso la madre, el corazón, obtiene conocimiento de alguien más: del alma, que es todo luz. Llamemos al alma la abuela. De la abuela aprende la madre, y de la madre aprende el niño. El alma enseña al corazón y el corazón enseña a la mente. Si podemos ver la relación entre el corazón y la mente como la relación de una madre con su hijo, esa es la mejor manera de integrar los dos.