Pregunta: ¿Es posible que la mente física trate de velar la gratitud del corazón?

Sri Chinmoy: No sólo es posible, sino que sucede casi constantemente. La mente física oculta la gratitud del corazón casi todos los días y, en algunos casos, las veinticuatro horas del día. Los ateos no creen en Dios, aunque Dios les ha dado un alma, les ha dado la vida, les ha dado oportunidad, y todavía está cuidando de ellos y ofreciéndoles Compasión e Interés. Pero para ellos no hay Dios. Con su desarrollo y sofisticación mental, la duda y otras cualidades no divinas han entrado en ellos. Para las personas ricas, a menudo tampoco hay Dios, aunque Dios las ha bendecido con Su Munificencia. Para ellas, el dinero es su Dios. Eso es todo a lo que aspiran. Estas personas también tienen un corazón, pero la gratitud de ese corazón está velada por la mente física. La mente física está constantemente clamando por la posesión, y no por la liberación. Pero el corazón siempre tiene el sentimiento de unidad. En el corazón, tú y yo tenemos el mismo estatus. Yo no soy superior a ti en ningún sentido, tú no eres superior a mí en ningún sentido. Pero cuando vivimos en la mente física, inmediatamente estamos separados. O bien soy superior o soy inferior; no podemos ser uno. La mente física, que está llena de imperfección, limitación y ataduras, intentará siempre separarnos de nuestra realidad. Nuestra realidad es el alma y esa alma está dentro del corazón. A nuestra mente física tenemos que atraparla y controlarla como a un ladrón. Tenemos que atrapar a la mente con nuestra intensa aspiración y tenemos que controlarla con nuestra fuerza de voluntad. Y finalmente tenemos que iluminarla con la luz de nuestra alma. Podemos revelar la gratitud del corazón en el momento en que logramos poner de manifiesto nuestra alma, que está llena de luz divina. Y para poner de manifiesto al alma tenemos que sentir que toda nuestra existencia está en el corazón mismo. Tenemos que sentir que toda nuestra concentración está dentro del corazón, no en la parte superior de la cabeza o en la frente o en cualquier otra parte. Cuando enfocamos nuestra atención en el corazón, tenemos que sentir que hay una chispa divina, un niño bellísimo y luminoso que intenta emerger a la superficie. Como el sol en el cielo, muchas veces se ve eclipsado por las nubes. Pero cuando el sol finalmente aparece, la oscuridad se desvanece por completo. Si podemos centrar nuestra atención en el corazón, lenta pero constantemente veremos cómo el sol interior —que es infinitamente más brillante, más poderoso, más luminoso que el sol físico— sale a la superficie e ilumina nuestra conciencia exterior. En ese momento, la mente física será transformada por la Luz infinita que hay en nuestro interior. Entonces, en lugar de interponerse en el camino, la mente misma se convertirá en un instrumento consciente del corazón y del alma.