El sol-sabiduría de la verdad védica7
Cuando estudiamos los Vedas, deberíamos ser conscientes de dos cosas diferentes: las interpretaciones esotéricas de los Vedas hechas por Maestros espirituales iluminados, y la conclusiones mentales hechas por académicos e historiadores. Cada interpretación esotérica de un Maestro está basada en una visión intuitiva directa de la Verdad, mientras que cada conclusión mental de un académico o historiador está basada en el análisis mental no-iluminado y la investigación dudosa, incierta.Los videntes del pasado remoto vieron la Verdad y revelaron la Verdad. Buscadores de todas las épocas sienten la Verdad y usan la Verdad. Pero la mayoría de los académicos no se interesan por la realización de la Verdad; sólo se interesan por la manifestación de la Verdad. Se interesan más en la forma que en el espíritu de los Vedas. La mayoría de los historiadores sitúan las verdades menores mencionadas en los Vedas, aquéllas relativas al sistema de castas y a las fórmulas mágicas, en la vanguardia de sus discusiones, y prestan poca atención a la Verdad más elevada, al conocimiento del Brahman. No tienen tiempo para conocer fervorosa y devotamente los mensajes energizadores de la vida y colmadores de la vida que los Vedas contienen en realidad. Los mensajes de los Vedas, donadores de vida y reveladores de la vida, no parecen interesarles. El nacimiento de los Vedas, el crecimiento externo de los Vedas, y el declive de la influencia védica en India son más que suficiente para satisfacerles.
Los Vedas están hechos para los amantes del Tiempo eterno, no para los amantes del fugaz tiempo terrenal. Los Vedas están hechos para los que aman a Dios, la Verdad, y no para los que aman meramente el cuerpo de la oscura historia, que encarna la vida de la complicación y la confusión.
El profesor Max Müller indudablemente amaba la India. Escribió considerablemente acerca de las escrituras indias. Pero los que sienten que el amor de Max Müller por la India tenía un motivo secreto, están perfectamente en lo cierto. En sumo secreto, en los rincones más íntimos de su corazón, parece que quería convertir a la India –la mente india y el corazón indio– al cristianismo. Por ejemplo, en 1868 escribió al Secretario de Estado para la India, el Duque de Argyl, lo siguiente:
Si Max Müller no hubiera estudiado los Upanishads, si no hubiera sido iluminado por la luz de los Upanishads, no habría sido aclamado por el mundo entero. Su nombre habría permanecido desconocido en la literatura mundial. Si es verdad que él trajo los Upanishads al mundo en su extensión, es igualmente verdad que el toque de la luz upanishádica le trajo la fama.
Los Vedas y los himnos védicos son inseparables. Cada himno es una invocación a un dios o una deidad en particular. Cada himno es un descubrimiento de un kavi, un rishi o un vipra –un poeta, un vidente o un sabio védico. Cada descubrimiento védico es un don de Dios. Cada don es un destello de Luz. Cada destello de Luz es un logro de Dios en el hombre y un logro del hombre en Dios. El logro último del hombre es la transformación de la naturaleza humana. El logro último de Dios es la perfección de la conciencia terrestre.
La vida es una idea;
la vida es un ideal.
La vida tiene un alma;
la vida tiene una meta.
La idea védica de la vida es la idea de la Verdad. El ideal védico de la vida es el ideal de la Dicha. El alma védica es el alma de la multiplicidad en la unidad. La meta védica es la meta de la unificación de la anchura de la tierra y la abundancia del Cielo.
India tuvo a los videntes védicos de la Verdad. India tiene buscadores de la Verdad. La tarea suprema de los videntes fue la de introducir a los dioses y deidades cósmicas en la conciencia terrestre. Ejecutaron su tarea. Ahora, es tarea de los buscadores la de mantener a los dioses y las deidades aquí en la tierra y ayudarles en su juego cósmico. El Supremo vio Sus potenciales y posibilidades infinitas en los videntes. El Supremo ve Su Realidad manifestadora y su Perfección colmadora en los buscadores.
TV 7-es. Bryn Mawr College, Bryn Mawr, Pennsilvania, 29 noviembre 1972↩