Hinduismo
“Conócete a ti mismo”. Esto es lo que sostiene el hinduismo. Esta es la quintaesencia del hinduismo.En un mundo de nerviosas incertidumbres, en un mundo de oscura falsedad y ciega sinrazón, la religión es una de las pocas cosas que retienen su dignidad. Es la religión lo que hace aflorar la divinidad del hombre. Es la religión lo que puede inspirar al hombre a abordar el cruel presente, reafirmar su fortaleza interna y luchar por la Verdad y por la Hora de Dios.
Todos saben que la religión Hindú es una de las más antiguas del mundo. A diferencia de la mayoría de las religiones del mundo, la religión Hindú no tiene un fundador específico. Se basa originariamente en los pronunciamientos conmovedores del alma de los rishis, los videntes. Un vidente es alguien que prevé la Verdad y comulga con la Verdad. Si quieren definir el hinduismo, pueden hacerlo con la ayuda de una sola palabra: Amor. Este es un Amor que lo abraza todo y crece siempre. Un hindú fiel dirá: “puedo vivir sin aire, pero no sin Dios”. Pero al mismo tiempo, si un hindú dice que no cree en Dios en absoluto, todavía es un hindú. Él se siente un hindú y los demás no lo niegan. Es la elección personal la que reina suprema. Un hindú puede venerar a cientos de dioses o sólo a uno. Para él, Dios puede ser “personal” o puede ser “impersonal”. Mis jóvenes amigos, intentaré explicar lo que se quiere decir con “personal” e “impersonal”. Un avión está en el aeropuerto; ustedes lo pueden ver. Es algo concreto, material y tangible. Cuando el avión deja el suelo y ya no se le ve más, ustedes saben, no obstante, que está en algún lugar del cielo. Puede ser que esté yendo a Canadá o a Japón o a cualquier otro sitio. Pero ustedes saben que el avión está en otro nivel, operando y funcionando. Asimismo, el Dios “impersonal”, a quien tal vez no podemos ver en una forma tangible, podemos sentirlo en nuestra conciencia despierta, guiándonos y moldeándonos de manera invisible.
Hemos hablado acerca de la visión del hinduismo sobre Dios. Ahora centrémonos en lo que dice sobre la realización de Dios. La realización de Dios no es otra cosa que una ciencia espiritual que pone fin al sufrimiento, a la ignorancia y a la muerte. Pero tenemos que realizar a Dios por Su causa y no por la nuestra. Buscar a Dios por nuestra propia causa es alimentar en vano nuestros incesantes deseos. Pero buscar a Dios por amor a Dios es vivir en Su Conciencia Universal; es, en otras palabras, ser uno con Él de forma absoluta e inseparable.
La pregunta capital es si Dios está dentro de nosotros todo el tiempo, si viene a nuestro corazón durante largos períodos como invitado o si sólo viene y se va. Con un profundo sentimiento de gratitud, permítanme dirigir una llamada al alma inmortal de Emily Dickinson, cuya inspiración espiritual incita a un buscador a conocer lo que es precisamente Dios el Infinito. Dice ella:
“El Infinito ha sido asumido
como un huésped repentino,
Pero ¿cómo puede venir
ese prodigioso que nunca se fue?”
Al hinduismo se le llama la Religión Eterna. Busca la unión con Dios en todo aspecto conocido por el género humano. Quiere una unión plenamente satisfactoria del género humano con Dios, nada más y nada menos. Su esencia es la tolerancia; el hinduismo rehúsa considerar las religiones del mundo como entidades separadas. Albergando dentro de sí, como lo hace, a todas las religiones del mundo a su manera, se puede llamar al hinduismo, sin alejarse de la verdad, una singular Hermandad de Fes.
Para un hindú genuino, el amor a los demás es una parte orgánica de su amor a Dios. Jovial y significativamente, su alma anunciará y cantará con el espíritu intrépido de Walt Whitman:
“Me celebro y canto mi ser,
y lo que yo asumo vosotros asumiréis,
pues cada átomo perteneciente a mí
igualmente a vosotros pertenece”.
El rasgo más sorprendente del hinduismo es la búsqueda de la experiencia directa y, más aún, de la realización de Dios. Si estudian los Veda, los Upanishad, el Bhagavad Gita y otras escrituras de la India, quizá les sorprenderá observar que, aunque cada cual enfatiza una perspectiva particular o unas ciertas ideas, todas ellas encarnan fundamentalmente el mismo perfecto Conocimiento divino, que es Dios.
El punto más notable de la religión hindú está expresado de manera singular en las enseñanzas del Isha Upanishad: “el regocijo mediante el renunciamiento”. Ustedes saben perfectamente bien que lo bueno y lo placentero no tienen necesariamente que ser lo mismo. Si quieren lo placentero, tal vez lleguen justo hasta los pies de un árbol de mango, pero los frutos les serán negados por el dueño. Pero si quieren lo bueno, que es en esencia la Verdad, la situación será totalmente distinta. Si quieren el mango, no para satisfacer su codicia, sino para hacer un estudio serio de la fruta, el dueño estará sumamente complacido con ustedes. No sólo les ofrecerá un mango para que lo estudien sino que también les dirá que coman tantos como deseen.
Ninguno de nosotros quiere hacer el tonto; por eso debemos aspirar a lo bueno y abolir lo placentero de una vez por todas. Nuestra Meta, la fuente de la Verdad y la Dicha más alta, está abierta únicamente al amante de la Verdad que quiere completarse en el viaje incesantemente gozoso de su alma hacia arriba y hacia adentro.
Un devoto hindú anhela un corazón que sea un perfecto extraño a la falsedad, un corazón tan vasto como el mundo. Tal vez puedan decir que tener un corazón de ese tipo es prácticamente imposible, un ideal inalcanzable; pero no puedo coincidir con ustedes. Puesto que, incluso ahora, almas de tal nobleza caminan por la tierra. Su incomparable Presidente Abraham Lincoln tuvo, sin duda, un corazón tal como ese. Citando al gran filósofo americano, Ralph Waldo Emerson: “Su corazón (el de Lincoln) era tan grande como el mundo, pero no había lugar en él para mantener la memoria de un agravio”.
Hermanos y hermanas míos, no encuentro razón por la que no pudiera encontrar en ustedes un corazón tan vasto como el mundo, vacío de falsedad e ignorancia, y al mismo tiempo, un corazón inundado con la Verdad del Más Allá.