El hinduismo de hoy

Yo soy un soñador. Vengo de la tierra de los sueños. Ahora estoy en una barca de sueño. El nombre de mi barca de sueño es hinduismo. Esta barca navega día tras día. Navega a través del Mar de la Eternidad. No conoce un final de la travesía. Su meta es la Inmortalidad. El Barquero es el Soñador Supremo. Si vosotros, mis hermanos y hermanas, quisierais navegar conmigo en esta barca, venid. Os doy a todos la bienvenida con mis manos juntas, con un amor ilimitado y lágrimas de deleite. La pasaje del viaje no exige dólares, ni céntimos, ni nada de eso. La tarifa es sencillamente la simpatía, la simpatía que brota desde el centro del corazón.

Para sumarse a la alegría de nuestro entusiasmo, la voz de un valiente soñador, muy inesperada, se oye ahora sonando y resonando en las cavidades de nuestra memoria. Hace un siglo y medio, este soñador vio la luz del día aquí en Long Island, Nueva York. Se trata de Walt Whitman. Este poeta visionario, con su mensaje del “yo” universal, se une a nosotros en nuestro trascendental viaje.

Nuestra primera parada es una visita al Dr. Radhakrishnan, uno de los más grandes filósofos vivos. Él nos habla así sobre el hinduismo:

"Es interesante la actitud hindú hacia la religión. En tanto que las creencias intelectuales fijadas diferencian una religión de la otra, el hinduismo no se pone tales límites. El intelecto está subordinado a la intuición; el dogma, a la experiencia; la expresión externa, a la realización interna."

Manteniendo esto en la mente, sigamos examinando el hinduismo. Sin duda es una gran religión. Pero también es una religión sencilla. No quiere confundir al hombre o poner a prueba sus capacidades intelectuales. No suplica su atención ni solicita su favor. Significativamente, lo que quiere de él es el entendimiento de su alma. El hinduismo no sólo quiere preservar sino también propagar la armonía interna de toda alma humana, si tal es la Voluntad de Dios. Lo que quiere es poseer y ser poseído por todo lo que es mejor en la sabiduría cultural, religiosa y espiritual del mundo.

Aunque ha pasado sus períodos de inercia, el hinduismo no es una religión estática. Una religión estática conduciría únicamente a la esterilidad y finalmente a la muerte. El hinduismo, en su larga historia, ha llegado a ser un emblema de flexibilidad, independencia, pensamiento creativo e innovación espontánea, tanto en el pensamiento como en la acción. El hinduismo sabe cómo absorber; también sabe cómo rechazar a fin de sentarse a los pies de la Verdad. El hinduismo es un incesante y ascendente clamor por la Verdad. Aspira a ser la esencia de una panacea espiritual global para alimentar a la humanidad.

El pasado de la India es notablemente rico y variado. Lo mismo puede decirse de su intrépido presente, que puede y debe proveer de un punto de partida para el futuro dorado. El hinduismo de hoy está intentando sinceramente descubrir un singular modo de vida en el cual, grupos de trasfondos raciales, históricos, éticos, conceptuales y espirituales, radicalmente diferentes, puedan vivir en perfecta armonía y al mismo tiempo colaborar activamente en el cumplimiento de una tarea: el matrimonio de la Materia y el Espíritu.

La India, en su más pura esencia, no es un país hambriento de materia ni un país que esquiva el mundo. Y la tolerancia con la cual ha sido siempre asociado el hinduismo, está firmemente enraizada en el sacrificio y en un reconocimiento pleno de los derechos de los otros hombres.

India actúa sin miedo ni sentido de superioridad. Indudablemente, el hinduismo se ha vuelto autocrítico de un tiempo a esta parte; de ahí que su mejoramiento está despuntando con rapidez. Es cierto que el hinduismo de hoy tiene incontables problemas; es igualmente cierto que la Madre India sola debe resolver y ciertamente resolverá todos sus problemas. Una voluntad indomable está energizando a Bharat Mata (la Madre India). El progreso, tanto material como espiritual, se está efectuando con una velocidad vertiginosa. Es de suprema importancia, sin embargo, el hecho de que el hinduismo de hoy va a modelarse –no según modelos Occidentales u Orientales, del Norte o del Sur– sino según el propio Modelo del Infinito.

Aquí en América estamos en una tierra de libertad, la libertad que nutre pensamientos y movimientos dinámicos. Allá en la India, estamos en una tierra de libertad, la libertad de una espiritualidad fértil y tolerante que nutre a todas las religiones. Aquí deseamos alcanzar a Dios corriendo velozmente, mientras que allí deseamos alcanzar a Dios escalando rápidamente.

Vayamos y escuchemos a un hindú devoto. Él dice que su padre es el Silencio y que su madre es el Poder. El Silencio alimenta su conciencia, el Poder utiliza su conciencia. Sus padres le enseñan a inspirar el aire de la unidad espiritual, a sentir esa unidad en todos los seres humanos, de hecho, en toda la creación. Sus padres le han enseñado el secreto de los secretos: que sólo a través de la meditación el mundo puede ser visto y sentido completa e íntegramente. Le han hecho comprender que su vida es parte integral de la humanidad. No tiene raza ni nación propias. Su religión es la visión de Dios. Sabe que para realizar a Dios no tiene que matar a su ser inferior, sino precisamente transformarlo en su Ser Superior. Entonces, ¡he aquí!, la Meta le hace señas. Ciertamente, esta es una nueva aproximación a la Verdad y un nuevo cumplimiento de la Verdad. Por último, él no sólo quiere ver a Dios sino también ser Dios Mismo.

Así nuestra barca está navegando, danzando en sintonía con la eterna y mística cadencia de Dios. Somos soñadores. También somos realistas e idealistas. Nuestra barca, con el amor de su corazón, anhela tocar las lejanas costas del Dorado Más Allá. Nuestra barca, con su paz del alma, aspira comulgar con el Hálito del Supremo.