¿Cuál es el plan de Dios?

¿Cuál es el plan de Dios? Esta pregunta se presenta y se discute a menudo. Peculiarmente, la idea misma de un plan de Dios no sólo atrae la atención de quienes creen en Dios sino también de quienes niegan la existencia de Dios.

¿Tiene Dios un plan? ¡No, jamás! Hacer un plan significa diseñar una estimación del trabajo que se ha de hacer en el futuro. Con frecuencia es la tentación del éxito lo que nos inspira a arrojarnos plenamente en las actividades. Queremos llegar a ser el éxito del futuro. Por eso, los planes nos ayudan hasta cierto punto. Pero Dios no necesita ningún plan. Para Él, la visión del Futuro no es algo que se haya de cumplir sino algo que ya habita y, más aún, que cobra mucha importancia en el seno gigante del presente.

El mundo ha estado siempre cautivado por el movimiento, aquí, allá y en todas partes. La disminución del movimiento entusiasta es la ruina de la vida humana. Cada movimiento ha de pasar por altibajos antes de alcanzar su meta. El movimiento es la expresión externa de un impulso interno. Este impulso interno es el representante de la Voluntad de Dios en un cuerpo humano, buscando jugar con el Más Allá y despertar lo Infinito dentro de lo finito.

Dios no tiene plan. Tampoco lo necesita. Él no es un ser mental que no puede pensar en el futuro sin un plan. Lo que Dios es, es Deleite. Lo que Dios quiere que tengamos es Deleite. Únicamente podemos tenerlo volviendo todo lo que tenemos y todo lo que somos hacia la Realidad Suprema.

Debemos pensar primero en la existencia de Dios y luego, si es menester, podemos pensar en el plan de Dios. ¿Existe Dios? ¿Dónde está la prueba? Nuestro corazón mismo es la prueba. Constantemente nuestro corazón nos demanda o nos ruega que veamos a Dios en todas partes y en todas las cosas. Con la aspiración de nuestro corazón puede sentirse la existencia de Dios. Con la aspiración de nuestro corazón podemos ver que el Cielo de Dios –que es el Silencio– y la tierra de Dios –que es el Poder– no sólo son interdependientes sino también sonrisas complementarias de la Realidad eterna de Dios.

Algunas personas dicen que el mundo ha llegado a existir a partir de un plan concebido por Dios. Ven que el mundo está lleno de sufrimiento y de imperfección y sienten que ellos podrían haber hecho un mundo mejor si se les hubiera dado la oportunidad. A ellos les digo: “¿Quién se lo impide? Son ustedes quienes tienen que cultivar el suelo para recoger una cosecha abundante de perfección y satisfacción”.

Hemos aprendido mucho del sufrimiento y de la imperfección. Lo que necesitamos ahora es el Deleite y la Perfección. No podemos tener estas dos cualidades divinas encontrando fallos a un plan que atribuimos a Dios. Podemos tener Deleite y Perfección sólo al vivir en la Conciencia de Dios. No hay otra manera.

La interpretación que el hombre hace del sufrimiento y de la imperfección está basado en sus ideas y nociones mentales preconcebidas. La interpretación de Dios está basada en Su Visión directa en su Realidad absoluta y última. La interpretación del hombre necesita justificación. Pero la interpretación de Dios no necesita ninguna justificación, puesto que Él es al mismo tiempo la Verdad personificada y la Verdad revelada.

De manera similar, un hombre espiritual mira a Dios desde un ángulo diferente que un hombre común. Aquel siente que Dios tiene todo y es todo, lo manifestado y lo no manifestado. Su Dios está en un proceso eterno de Perfección siempre progresivo. Sin embargo, un hombre común siente que Dios todavía tiene que lograr algo para transformar el mundo.

Dios es un niño, un eterno Niño divino. ¿Cómo puede un niño tener un plan? ¡Imposible! Así como un niño humano juega con sus muñecos, vistiéndolos y cuidándolos, Dios, el Niño divino, hace lo mismo con sus muñecos, los instrumentos humanos. Pero Dios, siendo el Niño divino, cualquier cosa que hace, la hace de una manera consciente, significativa y divina.

Los planes inconscientes, semiconscientes, conscientes y espiritualmente conscientes del hombre y las manifestaciones autorreveladas de Dios son inseparables. El Secreto Supremo es que los planes del hombre están siempre unidos al Aliento del Supremo. El hombre tiene que saber esto. No hay nada ulterior que saber. El hombre tiene que sentir esto. No hay nada más profundo que sentir. El hombre tiene que realizar esto. No hay nada más elevado que realizar.