Cómo conquistar el miedo

Nuestro cuerpo es limitado: por eso el cuerpo tiene miedo. Nuestro vital es inconsciente: por eso el vital tiene miedo. Nuestra mente es oscura: por eso la mente tiene miedo. Nuestro corazón no está aspirando: por eso el corazón tiene miedo.

Para liberar a nuestro cuerpo del miedo, lo que necesitamos es la gloriosa experiencia de nuestra alma. Para liberar a nuestro vital del miedo, lo que necesitamos es la dinámica y consciente expansión de nuestra alma. Para liberar a nuestra mente del miedo, lo que necesitamos es la transformadora iluminación de nuestra alma. Finalmente, para liberar a nuestro corazón del miedo, lo que necesitamos es la colmadora perfección de nuestra alma.

El miedo no permite al hombre ver el rostro de la realidad, la Realidad última. El miedo no permite al hombre alcanzar las Riberas Doradas del Más Allá. El miedo no permite al hombre colmar a Dios por amor a Dios.

Pero Dios, el Autor de todo bien, posee una Compasión, una Atención y un Amor infinitos por la humanidad.

La Compasión de Dios salva al hombre.
La Atención de Dios libera al hombre.
El Amor de Dios colma al hombre.

Cuando pensamos en el miedo o albergamos inconscientemente el miedo, este nos estrecha la mano sonriendo. Cuando pensamos en el miedo o albergamos conscientemente el miedo, este nos abraza triunfante. Pero cuando pensamos en nuestra valentía interna, Dios vierte Sus Lágrimas divinas, porque siente que aquí tiene un instrumento elegido.

La tierra tiene miedo a la Luz trascendental del Cielo y el Cielo tiene miedo a la ignorancia abismal de la tierra. Dios le dice a la tierra: «Hija mía, no seas tonta. La Luz trascendental del Cielo no te va a cegar. La Luz del Cielo no te va a exponer. Por el contrario, la Luz del Cielo te va a iluminar, la Luz del Cielo te va a transformar».

Dios le dice al Cielo: «No seas tonto. La abismal ignorancia de la tierra no puede atarte, no puede destruirte. Por el contrario, la ignorancia de la tierra te será ofrecida. Eres tú quien transformará la faz de la tierra».

Dios dice: «Os necesito a ambos: Cielo y tierra». »Cielo, tú tendrás que darle a la tierra el mensaje de la realización. »Tierra, tú tendrás que ofrecerle al Cielo el mensaje de la manifestación, Mi divina manifestación».

El miedo proviene de nuestra muy arraigada ignorancia. No vemos la luz con nuestra visión interna. Vemos la luz con nuestro entendimiento externo, humano, limitado y ligado a la tierra.

Permítanme contar una breve historia. Un anciano iba caminando una noche por la calle y pisó una soga. No había luz alguna y creyó que la soga era en realidad una serpiente. Atemorizado, lanzó un grito y huyó corriendo tan rápido como podía. Al correr, se cayó y se rompió la pierna.

Algunas personas en las cercanías oyeron sus gritos y chillidos y acudieron con palos. El anciano gritaba sin parar que había una serpiente. En medio de la oscuridad, los demás creyeron también que era una serpiente. Se pusieron a golpear la soga y, accidentalmente, empezaron a golpearse entre ellos.

Los gritos y golpes continuaron hasta que vino otro grupo con una lámpara y se descubrió que se trataba tan solo de un trozo de soga y no de una serpiente.

Así pues, cuando llegó la luz, fue descubierta la verdadera realidad. De la misma manera, en nuestra vida humana, cuando la luz entra en nuestra conciencia física, toda clase de temor es forzado a desaparecer. Pero estamos faltos de luz. Por eso el temor se cierne consciente y deliberadamente sobre nuestra vida en todo momento.

Pero si somos lo bastante sinceros para profundizar en nuestro interior y sentir que la valentía interna nos pertenece, entonces la valentía interna puede aparecer en todo momento. Está más que dispuesta para salir al frente. Hacer salir esa valentía interna es el despertar consciente de nuestro ser interno. Todo el mundo posee este ser interno, pero, desafortunadamente, muy pocos de nosotros quieren alimentarlo. Alimentamos nuestro cuerpo para fortalecernos. Estudiamos libros para nutrir nuestra mente. Hacemos muchas cosas para energizar nuestro ser externo, pero no hacemos casi nada para alimentar nuestro ser interno.

Es en nuestra existencia interna donde podemos llegar a tener una voluntad inquebrantable. Cuando usamos nuestra voluntad inquebrantable, la cual podemos tener fácilmente a nuestra orden, podemos conquistar el aliento mismo del miedo. Nuestra diamantina e indomable voluntad interna puede reinar y reinará suprema aquí en la tierra. Solo necesitamos una cosa: una consciente percepción de la Luz divina que es nuestra. Es nuestro derecho de nacimiento el llegar a realizar y encarnar esta Luz interna.

No puede haber ningún temor, ni siquiera un ápice de temor, cuando vivimos en el resplandor de nuestra alma. Para vivir constantemente en el divino resplandor de nuestra alma, solo hace falta una cosa: una súplica interna consciente. Esta súplica interna se llama aspiración, la llama ascendente en lo profundo de nuestro ser. Cuando esta llama se eleva hacia lo más alto, lo ilumina todo a su alrededor. La oscuridad es transformada en luz, el temor en fortaleza, la duda en certeza, la ignorancia en sabiduría y la muerte en Inmortalidad.